JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 31/07/16
· Rajoy está obligado a presentarse por lealtad, no al Rey, sino a los ocho millones de españoles que le consideran el mejor candidato.
Si «la naturaleza imita al arte», según Oscar Wilde, la política española imita las series de televisión. Estamos en una versión cutre del «Juego de Tronos» que Pablo Iglesias regaló al Rey, sin imaginar que iba a quedar excluido del mismo. Los jugadores son Rajoy, Sánchez y Rivera, que se reunirán la próxima semana para ver si pactan la formación de un gobierno.
Posibilidades, pocas, porque los tres aspiran al sillón y sólo hay uno. Todos se guardan cartas en la manga: Rajoy, no presentarse a la investidura si no cuenta con el apoyo para lograrla; Sánchez, la posibilidad de encabezar un gobierno de izquierdas si Rajoy fracasa; Rivera, que, ante el lío, le elijan como candidato de consenso.
Los tres pueden equivocarse. Rivera, porque no hay consenso ni para consensuar. El gobierno de izquierdas fracasaría por falta de escaños. Rajoy, porque su táctica favorita, dejar que los problemas se pudran, puede terminar pudriéndole a él. Lo que hubiera tenido que hacer el 27J, aprovechando el shock que su victoria produjo en sus rivales, que perdían votos mientras él los ganaba, era ponerse a negociar un programa de gobierno con Ciudadanos y cerrar el pacto cuanto antes. ¿Quién sería el guapo que se les opondría con 170 escaños?, como preguntó Fernández Vara.
Es lo que intenta hacer ahora, un mes después, cuando sus rivales comprueban que su victoria no fue tanta ni su derrota tan decisiva. Tratan de liquidarlo en el debate de investidura y vuelve a quedar en evidencia que, si Ciudadanos está política y económicamente más cerca del PP que del PSOE, estratégica y personalmente es a la inversa. Lo que dificulta el acuerdo hasta hacerlo casi inviable. Le recomiendan «seducir» a Rivera. No, tiene que convencerle de que, por su propio bien, le conviene apoyar al PP, porque la alianza con el PSOE le llevará a un nuevo fracaso y, a la postre, a servir de muleta a Podemos, que sería el vencedor en un pacto de izquierdas. Su papel es remozar al centro-derecha desde dentro, no hundirlo.
Rajoy intenta defenderse con una argucia legal: él aceptó el encargo del Rey de intentar formar gobierno y va a hacer todo lo posible para lograrlo. Pero si no lo logra, no está obligado a presentarse a la investidura, que se convertiría en tiro de pichón de los que intentan sustituirle. Tiene lógica, pero no sé si fundamento legal. El artículo 99 de la Constitución dice que, una vez propuesto, el candidato a la Presidencia «expondrá ante el Congreso el programa político del Gobierno que pretende formar y solicitará la confianza de la Cámara».
La cosa parece clara: «Expondrá» y «solicitará», en indicativo, no en condicional ni subjuntivo. Pero, aunque no fuera así, Mariano Rajoy está obligado a presentarse por lealtad, no al Rey, sino a los ocho millones de españoles que le consideran el mejor candidato a gobernar España en estos difíciles tiempos. Y el resto tendrá que explicar las razones de impedírselo. En otras elecciones.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 31/07/16