JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 10/05/2013
· Equívoco como siempre, el nacionalismo catalán pretende que su declaración soberanista no tiene mayor importancia, al mismo tiempo que la desarrolla.
Osea, que la solemne declaración soberanista emitida por el Parlamento catalán es una simple proclama, un brindis al sol, un documento político, una promesa electoral, sin valor jurídico ni necesidad de cumplimiento. Es lo que nos dicen los nacionalistas. De ser así, ¿por qué se proclama en ella al pueblo catalán «sujeto jurídico y político soberano»? Y ¿por qué vienen dando pasos para crear estructuras de Estado, como esa comisión sobre «el derecho a decidir de los catalanes» creada al mismo tiempo que el Tribunal Constitucional suspendía tal declaración?
Artur Mas es presidente de la Comunidad Autónoma catalana gracias a una Constitución que empieza proclamando la «indisoluble unidad de la Nación española» y establece que «la soberanía reside en el pueblo español», todo él, no parte del mismo. Para fijar luego que el único que puede convocar referendos o consultas es el gobierno del Estado. Si Mas desea cambiar todo eso, tiene todo el derecho a hacerlo. Pero antes debe cambiar la Constitución, para lo que hay normas precisas. Sentirse «decepcionado», como ha dicho, por la decisión del Tribunal Constitucional que suspende la declaración del Par-
lament no es hipócrita, es cómico. El Tribunal Constitucional español tenía que suspenderla si no quería autodescalificarse, como sabe Mas mejor que nadie. Lo demostró anunciado que celebraría la consulta se la aprobasen o no, algo que le situaba ya fuera del marco constitucional.
El problema de Artur Mas, sin embargo, no es el Tribunal Constitucional español. Su problema es Cataluña. Esa Cataluña que le negó en las últimas elecciones la amplia mayoría que le pedía para realizar sus planes y ha vuelto a negársela en la reciente encuesta del CIS, donde sólo un tercio de los catalanes muestran querer separarse de España. Ese es el problema de. Mas, junto a otro, más lejano pero no menos importante: que Bruselas le haya advertido que la independencia catalana preocupa a Europa, o sea, que no les gusta. Esos son los grandes obstáculos a su experimento independentista.
Podría añadir algún otro, como la corrupción instalada en la cúpula de su partido y extendida por su territorio como una mancha de aceite, o su pésima gestión de su gobierno, que unida a la de anteriores administraciones más o menos nacionalistas, han llevado a Cataluña a la bancarrota y a la deuda catalana, al nivel de bonos basura. ¡Quién nos lo iba a decir! Pero esa es la realidad. Una realidad que cuanto más tarden en reconocer, más difíciles les será superarla.
Pienso que tras el periodo de rauxa que han pasado, llega otro de seny. Pues de seguir por el camino que van, terminarán estrellándose, lo que sería una pena para los españoles que admiramos, respetamos y queremos a Cataluña, pero, sobre todo, una pena para los catalanes. Pues España puede vivir, peor desde luego, sin Cataluña, pero Cataluña tendría muchas más dificultades para vivir sin España. Excepto quienes la gobiernan, que se harían aún más ricos, sin temer ya a la Justicia.
En cuanto al TC, no voy a agradecerle su decisión. El cumplimiento del deber no se agradece, se da por sobrentendido. Pero vista sus pasadas actuaciones, celebro que, esta vez, haya decidido cumplirlo.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 10/05/2013