Un juez de instrucción de rutinaria trayectoria, en el punto de mira de la ‘jauría’ (Bolaños) del aparato gubernamental. El martes Sánchez debuta en la ‘causa Begoña’ como testigo. ¿Saldrá como imputado?
Imputar a Begoña Gómez resultó arriesgado. Citar a su esposo a declarar como testigo se antoja temeridad. Jamás se vio ni lo uno ni lo otro. Ya hubo presidentes del Gobierno llamados a declarar. Nunca por presuntos delitos de corrupción de su cónyuge. Jamás por haber usado la sede del Gobierno para apañar los líos. Ni remotamente por haber asistido a los encuentros de los posibles amaños. Corrupción en los negocios y tráfico de influencias. Hasta tres años.
De ahí lo aventurado del paso que acaba de dar el juez Juan Carlos Peinado, un personaje tan sólo conocido por los olisqueadores de legajos, visitadores de togas y paseantes en tribunales. Muy pocas fotos desvelan su imagen. Algún episodio modesto arañó un titular. No concede entrevistas, no hace declaraciones, no se ofrece a los flashes, no obsequia a los medios. Aterrizó en el 41 de la Plaza de Castilla hace menos de diez años, luego de trasegar cabezas de partido modestas y apartadas. En unos meses cumple los 70 y no se va a casa. Ha solicitado prórroga por dos años, de acuerdo a lo que cuentan en el foro. Se le ha concedido.
Desde que abrió una investigación sobre Begoña Gómez, la vida de este magistrado casi insignificante se ha visto alterada por un alud de presiones y sobresaltos. Le hostiga la prensa del movimiento, le persiguen los reporteros del lodo, le calumnia la opinión sincronizada. Expurgan su pasado e inventan el presente. «Tiene dos DNI» llegó a publicar un digital que aún rula. Incluso le endilgó la condición de agente secreto. Apoteosis del falseo, fantasías curriculares, señalamientos que conducen al bochorno. Han difundido fotos de su domicilio, han perseguido a su hija, han olisqueado en sus cuentas y fantasean cada mañana con sus planes y sus propósitos. Es el enemigo número uno de Sánchez y eso no es cualquier cosa. Está situado en el lugar más peligroso del tambaleante edificio de la Justicia
Posiblemente es Bolaños, profesional de la intimidación progresiva, cultor de la infamia y artista del barullo, quien se lleva la palma, no por la agudeza de sus frases, sino por la condición de quien las profiere
Desde que arrancó la tormenta, solo se le ha escuchado una frase. Cuando la imputada, en su primera comparecencia, negó conocer los motivos por los que allí estaba. «¿No tiene conocimiento? Pues vamos a suspender la declaración para ilustrarle debidamente en presencia de su letrado. Y le ilustraré yo personalmente». Mayor amabilidad no cabe en un togado. Poco le agradó al abogado de la dama esta obsequiosa actitud. Su objetivo es buscarle las cosquillas al procedimiento para tumbar la causa. Siempre hay riesgo de un patinazo, un descuido, un desliz. García Castellón tuvo que merendarse tres años de investigación de la causa por terrorismo contra las acusados del procés por un despiste de veinticuatro horas. Archivó el caso. Un desastre.
«Tengo más abogados que periodistas», clamaba Polanco, fundador de Prisa, puntal del felipismo. Begoña tiene detrás, no sólo al equipo de su letrado Camacho, exministro del Interior, sino que cuenta con el Fiscal General del Estado y su desmesurado aparato, con la Abogacía del Estado, con los 800 asesores de Moncloa, con la Hacienda Pública y con el equipo de Gobierno en pleno que se ha lanzado a una ridícula carrera por ver quién es el que hace más la pelota a su jefe y pronuncia la enormidad más sulfúrica contra Peinado.
Posiblemente Bolaños, profesional de la intimidación progresiva, cultor de la infamia y virtuoso del barullo, es quien se lleva la palma en esta cacería, no por la agudeza de sus frases, sino por la condición de quien las profiere. Resulta extraño que el ministro de Justicia, amén de notario mayor el Reino, se refiera a una causa en marcha, a un procedimiento en pleno curso, como «persecución inhumana y cruel» alentada «por una jauría ultraderechista». Mal defiende así el Estado de derecho y la separación de poderes quien más obligado está a respetarlo. Por no hablar de la portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría, quien no dudó, este martes en calificar el procedimiento de ‘una causa política‘ desde la sala de Prensa del Consejo de ministros. Una enormidad que choca con la exigencia de respeto a las instituciones por parte del PSOE cuando Feijóo cuestiona la sentencia del TC sobre los ERE, esa apología del saqueo y la corrupción.
La ley del silencio impera en la familia de Sánchez. Ni una explicación, ni un argumento, ni un desmentido para aclarar los numerosos indicios que la salpican. Tan sólo la bullanga de ‘no hay caso’, ‘nada de nada’, ‘invento de la ultraderecha’…
La caza del instructor es el nuevo juego en Moncloa, adonde se desplazará el martes próximo para tomar declaración a Sánchez, quien ya habrá decidido si colaborar con la Justicia o acogerse al derecho a no declarar contra su esposa. Posiblemente se cobijará en lo segundo.
La ley del arrogante silencio impera en la familia de Sánchez. Ni una explicación, ni un argumento, ni un desmentido para aclarar los numerosos indicios que la salpican. Tan sólo la bullanga de ‘no hay caso’, ‘nada de nada’, ‘invento de la ultraderecha’… que ya hastían. Las declaraciones del empresario Barrabés y del rector Goyache precipitaron el actual escenario, tan incandescente. El primero, padrino académico y principal beneficiario de la protagonista del affaire, desveló que el jefe del Gobierno estuvo presente en dos reuniones en las que se hilvanaba el diseño del máster de los líos. El rector, por su parte, dio la orden de crear ese master fake, según desvelaron ante el juez dos de sus vicerrectores.
Barrabés y Goyache entraron en el tribunal como testigos y salieron como imputados. Sánchez, de momento, comparecerá como testigo. Veremos cómo sale. Peinado, que ha dado instrucciones para grabar el encuentro, no parece amilanarse ante nada. Sánchez, sabido es, tampoco. Todo es posible. Desde que el juez abra juicio oral y procese a la señora e impute a su cónyuge hasta que algo muy extraño provoque el archivo de la causa o el finiquito fulminante del instructor.