Con la consulta fracasada, sin EA como socio, con el mal recuerdo de la pérdida de 140.000 votos en las últimas autonómicas, y con la conciencia de que, en la formación del próximo Parlamento vasco, ya no habrá grupo delegado del entorno de Batasuna y ETA para echarle una mano, el PNV se enfrenta a los comicios más difíciles de su historia.
Mal tiene que ver Iñigo Urkullu a su partido, el PNV, en las próximas elecciones autonómicas vascas cuando recurre a la imagen de «los de fuera» para arremeter contra su adversario más cercano, Patxi López, y provocar la movilización del voto. Ellos, los de allí, más conocidos como «los jefes de Madrid» contra nosotros, los de aquí, los nacionalistas, se entiende. Una argucia electoral utilizada siempre por los nacionalistas en las confrontaciones autonómicas y que ahora va a volver a ser el recurso habitual en una carrera en la que la Constitución y el Estatuto se van a ver enfrentados al soberanismo oficial.
De hecho, los nacionalistas llevan ya semanas alimentando el fuego de la obediencia de López a Zapatero, como si de un marciano invasor se tratase. En el fondo de la cuestión está que el PNV no tiene buen candidato. Ibarretxe está tan ‘quemado’ que ni los suyos le defienden con entusiasmo. Ese ‘papelón’ le toca al presidente Urkullu pero, ni por ésas. Como buen hombre de ‘aparato’ no se sale del guión establecido y transmite un par de frases que suenan más a eslogan que a una reflexión derivada del propio convencimiento. Dice del actual lehendakari que «tiene los pies en la tierra» a pesar de que hace unos meses le emplazó indirectamente a que se liberase del lastre del pasado.
Que es ahí, en el pasado de la consulta fallida, donde se ha quedado Ibarretxe, sin tener otra cosa que ofrecer en su programa electoral. Con la consulta fracasada, sin EA como socio, con el mal recuerdo de la pérdida de 140.000 votos en las últimas autonómicas, hace cuatro años, y con la conciencia de que, en la formación del próximo Parlamento vasco, ya no habrá grupo delegado del entorno de Batasuna y ETA para echarle una mano en las votaciones de elección del máximo cargo de Ajuria Enea, el PNV se enfrenta a los comicios más difíciles de su historia.
Después del impedimento legal de la convocatoria de la consulta, Ibarretxe no ha superado el enquistamiento de su discurso. Urkullu lo sabe. Es perfectamente consciente de las limitaciones con que se presenta el PNV. Por eso prefiere desviar la atención hacia los socialistas vascos insinuando que si ganase Patxi López (una posibilidad que empiezan a no descartar algunas encuestas de consumo interno) sería valiéndose de trampas como la Ley de Partidos, que impediría la presentación de las listas ‘maquilladas’ del entorno de ETA, como ha ocurrido hasta ahora.
No se arriesga contra EA, sin embargo, aunque debería hacerlo. No sólo porque el partido de su escisión y ex socio piensa en atraer el voto disciplinado de la izquierda independentista, aunque apenas se vaya a desmarcar del voto nulo o la abstención. También porque, según el resultado electoral que arrojen las urnas el próximo mes de marzo, EA, que ha encabezado, desde dentro, la revuelta contra el PNV, no descartaría un gobierno alternativo con los socialistas y una tercera fuerza con tal de desalojar al partido de Ibarretxe de Ajuria Enea.
Todavía es pronto para pensar en formaciones de gobierno pero hay muchas posibilidades de fórmulas alternativas a las que ha presidido el PNV. Todo está abierto. Y la pugna electoral se presiente muy reñida. El presidente de los nacionalistas vascos, curiosamente, utiliza la misma metáfora de la «desaparición» que su adversario. Dice que Patxi López está «desparecido» para no meter la pata, cuando el propio dirigente de los socialistas vascos lleva meses denunciando que Ibarretxe no está asumiendo su papel de candidato porque los suyos «lo esconden». Lo que resulta incuestionable es que Urkullu está cobrando más protagonismo que el lehendakari para transmitir a los suyos un mensaje de unidad y reafirmación.
En la primera semana hábil de enero, los dos candidatos, el nacionalista y el socialista, comparecerán ante los tribunales acusados de haber sido colaboradores necesarios de un presunto delito de desobediencia, por haberse reunido con la ilegalizada Batasuna. Los dos volverán a verse las caras con Otegi delante del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. La forma cómo cada cual reaccione esos días, ayudará o entorpecerá a su propia campaña.
Y en pleno juego del escondite, ETA se quita y pone la capucha y la televisión pública pone el altavoz a los que se alistan a la banda terrorista entre las noticias más importantes del domingo. Aquí nadie se libra de la campaña. El mundo de ETA, tan necesitado de reclutamiento y de cohesión interna, pretende evitar las fugas hacia las opciones independentistas no violentas que, en estas elecciones, van a desempeñar un papel importante. Como en su cartel electoral no puede ir ‘Txeroki’ esposado, ETA va a jugar con esa foto de los cuatro alistados como reclamo. La justicia aprieta. La policía también.
Pero la banda necesita transmitir no sólo que no está derrotada sino que sigue siendo una referencia para una parte de la sociedad vasca. Detrás de este publireportaje está la banda preparando más sufrimiento. En Interior lo saben. Tanto en el Ministerio de Rubalcaba como en la consejería de Balza coinciden en detectar que ETA sigue con la inercia de los atentados. Pero también transmiten que el margen que tienen para seguir amenazando a la sociedad es cada vez menor.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 22/12/2008