Miquel Escudero-El Correo
Quién puede discutir que «la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés», tal como escribió Antonio Machado? También formuló que «la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero». Es el ámbito de lo objetivo, que está por encima de intereses y partidismos. La verdad siempre es desfigurada por los enemigos de la libertad, por quienes quieren controlar todo lo que se diga o piense.
¿Tiene sentido la frase «Para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino»? ¿Lo tendría si en vez de ‘argentino’ pusiéramos el natural de otro país o el miembro de algún gremio? Si no se dice con ironía, resulta bobo. Esa frase la pronunció Perón en su segunda etapa como presidente de la República Argentina. Modificaba así la sexta de sus ‘Veinte verdades peronistas’, que había proclamado en 1950: «Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista». Con ningún sujeto que se elija, esta frase dejará de ser sectaria.
Envueltos en trifulcas ideológicas, habitualmente falseadas por intereses, no queremos darnos cuenta de lo graves que son algunos delitos y, más aún, su impunidad. Esta práctica produce una seria erosión del sistema. ¿Qué podemos hacer al tener conciencia de un desaguisado desolador? ¿Más allá de un problemático voto, solo nos queda despotricar?
No importa que los agoreros te aseguren que de nada sirve lo que pienses o hagas. Se puede y se debe hacer política, aun sin estar en el poder o en la oposición. Hay que cargarse de razones sobre asuntos que a todos afectan. Y expresarse de viva voz o por escrito. Algo quedará en alguien.
Hay que estimular a los ‘intelectuales periféricos’.