Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 16/6/2011
Desde el momento en que Bildu accedió a competir electoralmente se sometió a las mismas exigencias y prerrogativas que las demás fuerzas políticas, sin pluses. La paz no puede arrastrarnos al abismo que sus enemigos han ido labrando.
En su reconfortante artículo del pasado domingo, Autodeterminación en Igeldo, Emilio Guevara apelaba, quizá a modo de consuelo, al sufrimiento como escuela de aprendizaje: «Dicen que lo que no aprendes por discernimiento lo aprendes por el sufrimiento, incluido el saber votar adecuadamente». Y sus palabras me recordaron una conversación que yo había mantenido días antes con mi amiga B., una conversación algo fatalista sobre los resultados electorales y en la que yo, también a modo de consuelo, sentencié: tal vez la sociedad sea como los niños, que necesitan ir dándose trastazos para aprender. Naturalmente, la sociedad no es como los niños, ni el sufrimiento responde a criterios propios de una justicia distributiva, por lo que aquella puede permanecer en el error in saecula saeculorum, entre otras cosas porque lo que es un error para unos puede ser gloria para otros, y la gloria no suele estar del lado de los humillados y vencidos sino de los que mandan.
Los excelentes resultados electorales de Bildu han suscitado diversas respuestas entre sus adversarios: el horror, el escarnio, cierta esperanza ante el poder pedagógico de la asunción de responsabilidades, la expectativa del fracaso, el temor al desastre… Con respecto a este último, el temor al desastre, cuando B. me lo sugirió le comenté que nos lo mereceríamos, y ella me respondió airada que no compartía mi opinión, en lo que quizá tenía razón, ya que nadie que es capaz de advertir del desastre que pueden causar otros es merecedor de sus consecuencias. Pero, merecidamente o no, está claro que el desastre, si lo hay, lo padeceremos todos. Supongamos que no haya tal y aferrémonos a la esperanza de quienes confían en el poder transformador de la asunción de responsabilidades. ¿Nos conducirán, rústico modo, hacia un Igeldo pastoril en el que las ovejas pastarán libremente, aunque los pastores sean sometidos al lecho de Procusto del ideal batasuno, con juras a la independentzia mientras desfilan -ángelus va, ángelus viene- los cencerrados de Ituren, o se avendrán, urbano modo y con las correcciones que consideren pertinentes, al modelo de modernidad por el que ya transitábamos?
El tiempo lo dirá, y estoy dispuesto a comprender todo tipo de reacciones al fenómeno Bildu menos una: la del, digamos, chantaje pacifista. Es cierto que Bildu puede y debe desempeñar un papel protagonista en la desaparición de ETA, pero eso no implica que el resto de la sociedad vasca tenga que someterse a una serie de concesiones para que logre ese objetivo. Alcanzar la paz es de fundamental importancia, pero no a cualquier precio, de modo que se conviertan en minucias el modelo de sociedad o los objetivos que ésta se imponga. Desde el momento en que Bildu accedió a competir electoralmente se sometió a las mismas exigencias y prerrogativas que las demás fuerzas políticas, sin pluses. La paz no puede arrastrarnos al abismo que sus enemigos han ido labrando.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 16/6/2011