No se alarmen. No digo que el dirigente de Esquerra se nos haya convertido en el Brad Pitt de la política. Estoy pirao, pero no tanto. Lo del tren viene a cuento de los pactos a los que ha llegado ERC con el gobierno sanchista – ¡y eso que están en funciones! – en los que, entre otras menudencias, se le perdonan a la generalidad quince mil millones de euros de la deuda catalana, se efectúa el traspaso integral de Cercanías y algunas cosillas más que ya irán desgranando. El asunto era fastidiar al pobrecito Puigdemont, que tenía preparada una rueda de prensa para anunciar a bombo y platillo que él solito había conseguido la amnistía. Y la foto de Santos Cerdán al ladito de la urna comprada en los chinos. Y que se hable en catalán en el Congreso, en la UE y en el bar Los Tres Hermanos Alpujarreños, sito en Las Alpujarras. Menuda gesta, señores. Ni la de Numancia. Pero, claro, le han chafado la guitarra con el anuncio del pacto entre Boloñesa Bolaños y Junqueras, y el de Waterloo, cual infante de Carrión, ofendido, ha dicho que ni rueda de prensa, ni comunicados triunfales ni fuchingas en vinagre.
Sería curioso que psiquiatras cualificados examinasen a estos pájaros porque tengo para mí que a todos les faltan dos hervores y un ajuste de la medicación. No lo digo ya por romper lo que tantos años, esfuerzos y vidas costó conseguir, a saber, la convivencia de los españoles, si no por ser tan egocéntricos, tan infantiloides, tan narcisistas. Desde fuera de la política catalana quizá no se aprecie tanto, pero los que tenemos la desgracia de seguirla y sufrirla sabemos desde hace años el odio que se profesan los neo convergentes y los de Esquerra y las puñalás que se dan día sí, día también, por las esquinas. Un dirigente de la ex CIU y ahora de Junts me lo confesó un día «Mira, si a alguien tengo más manía que a uno del PP o VOX es a un tío de Esquerra». Imaginen como estará el patio que Puigdemont, ante lo que califica un menosprecio a su persona por robarle protagonismo, ha empezado de nuevo, y van mil, a amenazar con que si el apoyo de su partido a Sánchez no está garantizado, que si el referéndum, que si hay que amnistiar también a Laura Borrás, Gonzalo Boye y seguramente a un primo hermano de éste a quien le pusieron una multa por aparcar en doble fila en Socuéllamos. En total, que su capacidad de hacer el ridículo viviendo a costa nuestra es universal. Y conste que el traspaso de Rodalíes, Cercanías, reclamado hasta la extenuación por el lazismo amarillento, es una chorrada como un piano. Como la cheneralité gestione Cercanías como gestiona los Ferrocarriles de la generalidad, ya podemos todos comprarnos una burra, burro o burre para ir a los sitios. Porque los ferrocarriles autonómicos funcionan como esa parte en la cual la espalda pierde su digno nombre.
Le han chafado la guitarra con el anuncio del pacto entre Boloñesa Bolaños y Junqueras, y el de Waterloo, cual infante de Carrión, ofendido, ha dicho que ni rueda de prensa, ni comunicados triunfales ni fuchingas en vinagre
O sea, que la rueda de prensa convocada por Cocomocho para este mediodía se ha desvanecido cual promesa sanchista de no pactar ni con Bildu ni con Puigdemont, todos dicen que, uy, el acuerdo se ha complicado cuando es público y notorio que está pactado desde hace meses, Aragonés sigue colgado de la nariz de Illa para gobernar igual que Sánchez lo está de la de Junqueras, si Puigdemont se quiere librar del quilombo que organizó no le queda otra que votar por ese moderno Pepito Piscinas que es el presidente en funciones y ahora le toca estar bajo los focos a Esquerra, que ha apartado de un golpe de locomotora a Junts. Es el problema. Junqueras va a todo vapor gritando «¡Más madera!», hecho un tren, mientras que Puigdemont va como una moto cantando aquello de «Quiero una motocicleta que me sirva para correr y quiero una camiseta que lleve el número diez».
Tanto cuento pa que sigan viviendo sin pegar sello. Al paso que vamos, creo que me iré al vagón del silencio. Allí igual también te pueden robar la cartera pero, hombre, al menos sin ruido.