KEPA AULESTIA, EL CORREO 25/01/14
· El plebiscito que viene reclamando Artur Mas sobre el futuro de Cataluña acabará en un pulso entre CiU y ERC por el gobierno de la Generalitat.
· Al renunciar a la coalición europea, ERC lanza a CiU un desafío electoral para dentro de cuatro meses que puede ser definitivo.
La decisión de ERC de no concurrir con CiU a las europeas del próximo 25 de mayo se dio a conocer a última hora del jueves, al día siguiente de que el partido independentista secundara al Gobierno de Artur Mas en la votación de los primeros Presupuestos pactados entre ambas formaciones. La secuencia refleja las cuidadosas maneras con que Esquerra Republicana ha ayudado a los convergentes a instalarse en el soberanismo, asegurando la estabilidad del Ejecutivo autonómico a cambio de que CiU no retornase al posibilismo pujolista, mientras se preparaba para estar en condiciones de, llegado el momento, arrebatar el primer puesto del ranking político catalán a los herederos de Pujol.
Lo demuestra el hecho de que Oriol Junqueras anunciara tan tarde una decisión que parecía cantada, especialmente para CiU. La explicación de que ERC ha preferido concurrir por separado para «preservar la transversalidad del proceso», dado que era muy complicado integrar a todos los que defienden la consulta en una única lista, es el argumento angelical con que sus aliados lanzan a CiU un desafío electoral para dentro de cuatro meses que puede acabar siendo definitivo.
El motivo inmediato por el que CiU avanzó tímidamente la propuesta de presentar a las europeas una candidatura unitaria de ‘independientes’ por el derecho a decidir era eludir la confrontación con ERC a tan corto plazo. Del mismo modo que es el motivo inverso lo que ha llevado a la formación que lidera Junqueras a rechazar finalmente la invitación. El efecto colateral de tal situación resulta contradictorio, porque abre paso a sendas coaliciones entre catalanes y vascos a favor del PNV y EH Bildu respectivamente, única forma de asegurar su presencia en Estrasburgo.
La liza particular que mantienen los socios principales del soberanismo catalán podría acabar beneficiando a quienes, a resguardo del Cupo, transitan hacia la vía lenta de un nuevo estatus para Euskadi. Así las cosas, CiU secundaría al PNV para mantener su diferencia electoral respecto a EH Bildu, y éste contaría con la complicidad del medio millón de votantes de ERC para acortarla. Sería además la primera vez que los republicanos catalanes se aliasen con la izquierda abertzale.
Pero la gran paradoja es que, abocado Artur Mas a reconvertir la consulta señalada para el 9 de noviembre en unas elecciones plebiscitarias al Parlamento autonómico, la disyuntiva promulgada por el líder de CiU se adelantará de fecha. Y no para comparar la suma del voto soberanista con la del apoyo al ‘no soberanismo’, sino para empezar a dilucidar si ha de ser él quien pilote el ‘proceso’ o no tiene más remedio que ir pensando en ceder la presidencia de la Generalitat a Oriol Junqueras, autonómicas mediante.
Convergència i Unió parece empeñada en apurar formalmente todas las posibilidades que le brinda el orden constitucional para dejar claro que promueve una consulta dentro de la legalidad. La resolución del Parlamento catalán demandando que, en virtud del 150.2 de la Carta Magna, el Estado ceda a la Generalitat la potestad de convocar consultas ha sido ya admitida a trámite por el Congreso, y podría verse acompañada de una proposición en la misma línea que secunden los grupos catalanes de las Cortes, o de una iniciativa propiamente autonómica que fuerce el artículo 122 del Estatut y desoiga lo que el TC dictó al respecto, imposibilitando su utilización como vía para convocar un referéndum.
A nadie se le oculta que la negativa del PP y del PSOE a validar la iniciativa desde las Cortes y la prerrogativa del Gobierno central a impugnar cualquier norma autonómica que invada competencias del Estado impedirá la celebración de la consulta fijada para el 9 de noviembre. La perseverancia legalista adquiere características propias de una farsa política cuando se enfrenta a la inmensa mayoría de las Cortes. Pero ése es un desgaste al que se someten Artur Mas y Convergència. Mientras ERC se mantiene en un discretísimo segundo plano, sin necesidad de fingir que crea en el diálogo con Madrid, ni poner en entredicho la representación que CiU mantiene en escena.
La idea de una Cataluña independiente no es tanto consecuencia de la frustración generada por la sentencia del TC sobre el Estatut previamente refrendado como resultado de un poder autonómico que se sabe irreductible. Hubiese sido imposible imaginar siquiera la consulta y el «Estado propio e independiente» si no se contase con la Generalitat. A partir de ahí se evidencia la relación que existe entre un determinado diseño de organización del poder político y la determinación de quienes pueden ejercerlo. Sería absurdo pensar en una Cataluña independiente gobernada por formaciones contrarias a la independencia. Por eso mismo, cuanto más se subraye la meta independentista entre los promotores principales de la consulta, más ventaja obtendrá el independentismo genuino de ERC.
No en balde CiU evitó pronunciarse sobre cuál iba a ser su opción en la consulta hasta horas después de hacerse pública la enrevesada doble pregunta: no podía ser otra que la independencia. Hoy, paradójicamente, el referéndum convendría a CiU como cortafuegos, porque después de las europeas de mayo ERC reclamará pilotar el proceso mediante el adelanto de un plebiscito autonómico entre Mas y Junqueras.
KEPA AULESTIA, EL CORREO 25/01/14