- «Una vez más, la política ha derrotado a la épica»
Dos años después de investir a Pedro Sánchez, Junts per Catalunya vuelve al punto de partida: se siente engañado. Los de Carles Puigdemont entraron en el pacto con la promesa de reformular la frontera política catalana. Hoy solo cosechan frustración.
La investidura debía inaugurar una nueva era: amnistía, competencias migratorias, catalán con rango europeo… Promesas ambiciosas que, dos años después, se han desvanecido entre la burocracia y el cálculo político. La ejecución ha sido raquítica. Los compromisos socialistas, atascados; las expectativas nacionalistas, difuminadas. Una vez más, la política ha derrotado a la épica.
La dirección de Junts se reúne hoy para decidir si sigue sosteniendo al Gobierno o pasa a la ofensiva. Un órdago en toda regla. Como ha advertido el secretario general, Jordi Turull, «esto no es indefinido». El aviso suena a ultimátum en una habitación donde pocos escuchan: o el PSOE cumple, o habrá consecuencias. La portavoz, Míriam Nogueras, ha añadido dramatismo al mensaje: «Ha llegado la hora del cambio, y esta vez va en serio». Ese «esta vez» resuena como advertencia… y como déjà vu.
Desde el otro lado, el Ejecutivo conserva la calma. La vicepresidenta María Jesús Montero repite, con la serenidad de quien controla los tiempos, que «se están cumpliendo los compromisos en la medida de lo posible». Traducido al lenguaje político: no hay prisa ni culpa. En Ferraz saben que Junts puede gruñir, pero difícilmente morder. Y eso basta.
Mientras tanto, Junts avanza como un pájaro herido que aún bate las alas para demostrar que sigue vivo. Porque el mayor peligro no está solo en Madrid, sino dentro de su propio corral: Aliança Catalana. Ya no se trata solo de votos, sino de identidad.
Según diversas informaciones, varios cargos y cuadros intermedios de Junts han empezado a acercarse a la formación de Sílvia Orriols. El trasvase no es masivo, pero sí significativo: erosiona estructura, mina moral y alimenta el relato de un partido que se desangra lentamente.
Esa fuga interna, sumada a la pérdida de influencia en Madrid, dibuja un escenario incómodo. Junts libra dos batallas simultáneas: hacer cumplir los pactos que lo sostienen en la capital y evitar la hemorragia en Cataluña. Si falla en una, se debilita; si falla en ambas, su papel en la política española puede quedar reducido a una nota a pie de página.