Gorka Maneiro-Vozpópuli
- Entre los reaccionarios de derechas y los de izquierdas, estamos rodeados
Nos jugamos el futuro de Europa y hasta de nuestra vida tal y como la conocemos, pero aquí seguimos pendientes de nuestras insignificancias y nuestros dimes y diretes, que son dimes y diretes pero son los nuestros. Y por eso debatíamos hasta ayer mismo si se debatiría o no en el Congreso de los Diputados la proposición no de ley que Junts registró hace meses para que el Congreso de los Diputados debatiera la posibilidad de pedir a Pedro Sánchez que se sometiera a una cuestión de confianza para comprobar si seguía teniendo mayoría parlamentaria suficiente para seguir siendo presidente del Gobierno de España. Otra cosa es que Sánchez se sometiera finalmente a la cuestión de confianza aunque se lo pidiera el Congreso, dado que es prerrogativa suya y nadie puede obligarlo, ni siquiera el Congreso de los Diputados. Y ya dijo Sánchez que no se sometería en ningún caso. Y Junts acaba de retirarla, a la espera de nuevas cesiones.
Obligados a contradecdirse
Tras registrar Junts hace meses la iniciativa, el PSOE llegó a decir que era inconstitucional, dado que el Congreso no puede obligar a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza. Al parecer, solicitar la independencia o el ejercicio del derecho a la autodeterminación es perfectamente legal y democrático, pero pedir a Sánchez que se someta a una cuestión de confianza y hacerle pasar un mal rato, eso ya no. Por ese motivo, o con esa excusa, la Mesa del Congreso de los Diputados paralizó la iniciativa durante varias semanas en una nueva exhibición de degradación institucional y de subordinación del Poder Legislativo al Ejecutivo: para ganar tiempo y poder negociar con Puigdemont nuevas cesiones al independentismo a cambio de que la retirara. Sin embargo, la necesidad de aprobar el decreto ómnibus de ochenta medidas convertido después en un minibús de veintinueve medidas al gusto de Junts llevó a Sánchez a aceptar, como contrapartida, que la proposición no de ley se debatiera. Nuevamente, lo inconstitucional se convertía en constitucional y lo políticamente imposible en una posibilidad como cualquier otra. Y a continuación sus subordinados orgánicos y mediáticos se vieron obligados a contradecirse y a reproducir obedientemente su argumentario, como sumisos palmeros que no han dejado nunca de serlo.
Y tras aquellas negociaciones, surgen nuevas porque Puigdemont es insaciable y Sánchez está dispuesto a ceder lo que sea para permanecer en la Moncloa. Por eso el PSOE ofrecía las competencias de Inmigración (como si Cataluña fuera un Estado independiente) a cambio de que Junts retirara la iniciativa. Pero lo que Junts pretendía no es debatir la cuestión de confianza sino presionar al Presidente para que siga cediendo. Y lo que Sánchez pretendía no es librarse de una cuestión de confianza, a lo que no está obligado y a lo que en ningún caso va a someterse, sino del ruido mediático que la iniciativa llevaba consigo y, desde luego, que una mayoría del Congreso de los Diputados la aprobara.
Y lo negocia, además, en un país extranjero con supuestos mediadores internacionales como el ínclito Francisco Galindo y hasta la intervención de Zapatero, siempre dispuesto a tratar con delincuentes y rendirles pleitesía, como si España no fuera una democracia
así estamos donde permanecemos desde que Sánchez accedió a la Presidencia del Gobierno: con un presidente dispuesto a ceder sobre cuestiones de Estado que ni están en su programa ni son fruto de una reflexión política sino que responden a sus propios intereses y sus propias necesidades particulares, como lo fueron los indultos, la amnistía, el cuponazo catalán o, ahora, el traspaso de las competencias de Inmigración (para expulsar a extranjeros de Cataluña más fácilmente), por muy inconstitucional que sea. No lo hace por el bien de España sino en su propio beneficio, aunque para Sánchez una cosa sea la misma que la otra. Y lo negocia, además, en un país extranjero con supuestos mediadores internacionales como el ínclito Francisco Galindo y hasta la intervención de Zapatero, siempre dispuesto a tratar con delincuentes y rendirles pleitesía, como si España no fuera una democracia o fuera una «democracia» chavista, y como si Puigdemont no fuera un delincuente fugado de la Justicia española en el interior de un maletero sino un líder respetable. Y, por el camino, engañando cuanto puede en directo o en diferido, con patrañas o nuevas artimañas, su seña de identidad inconfundible.
Puigdemont se reunió ayer con sus colaboradores: para decidir si, al objeto de conseguir sus objetivos políticos, le interesaba o no atender la petición de Galindo y retirar la iniciativa que pretendía pedir a Sánchez que se someta a una cuestión de confianza. Porque todos son medios para un mismo fin: el de la independencia política definitiva a continuación de la económica y financiera. Y no había unanimidad en Junts al respecto: todos son independentistas, sí, pero dudaban de cuál era la mejor fórmula para alcanzar sus propósitos. No se discute el objetivo (la independencia) sino la estrategia. Y han optado por retirarla para seguir exprimiendo a Sánchez y, con ello, al conjunto de los españoles.
El PSOE, a cuyas siglas se le han caído todas las letras, no es que admita un nuevo latrocinio tras admitir el cuponazo que supone el concierto económico para Cataluña, sino que es coautor e ideólogo del mismo
Por su parte, la otra pata del independentismo catalán, el exconvicto Junqueras, acaba de anunciar un acuerdo para que el Estado condone parte de la deuda del Fondo de Liquidación Autonómica a la Generalitat: más de 17.000 millones de euros, o sea, casi un 20% de la deuda total catalana. Días atrás había anunciado un acuerdo inminente para obtener «más financiación para nuestra gente», que es como independizarse económica y financieramente del resto de los españoles. Y el PSOE, a cuyas siglas se le han caído todas las letras, no es que admita un nuevo latrocinio tras admitir el cuponazo que supone el concierto económico para Cataluña, sino que es coautor e ideólogo del mismo.
Como se puede ver, entre los reaccionarios de derechas y los de izquierdas, estamos rodeados; y ante todos ellos sigue cediendo Sánchez.