- Junts abandona el gobierno de coalición con Esquerra. Lógico. Está en su naturaleza
Esopo parecía referirse a los herederos del pujolismo cuando escribió, dicen algunos, su célebre fábula de la rana y el escorpión. Este último, que ruega a la rana que lo ayude a cruzar un río, no puede reprimirse y le clava el mortífero aguijón justo cuando se encuentran a mitad de camino, rodeados por las turbulentas aguas. La rana, lógica y cartesiana, le pregunta por qué lo ha hecho y si no se da cuenta de que, matándola, se ha condenado a morir ahogado también. Y el escorpión responde meditabundo: «es mi naturaleza». Esta es la auténtica razón que subyace en el abandono por parte de Junts del gobierno de la generalidad. Lo pueden enmascarar con la falta de cumplimiento del acuerdo común, con la postura de Esquerra más proclive a entenderse con Sánchez que la de los hiperventilados de Waterloo, pero la realidad es que no los tragan como no tragan nada que no sea de su propiedad, lo que no pueden controlar, lo que no pueden comprar, lo que no pueden etiquetar como propio. Son totalitarios como todo nacionalismo lo es.
Nadie puede decir que esta sea una decisión que pille de sorpresa a los dos protagonistas, porque el navajazo se veía venir hace tiempo. Hemos estado gobernados por una asociación, la de Junts y Esquerra, que se han pasado la vida pegándose patadas en la espinilla por debajo de la mesa ocupándose de sus delirios, de matarse entre ellos y nada más. Pero la dirección de Junts sabe que esta vez ha perdido. Porque quien se queda en el gobierno es Aragonés. Porque la formación política que se queda en el gobierno es Esquerra. Porque, sin Junts, aunque Esquerra pierda la mayoría en la cámara catalana, ahí está Illa presto al rescate como ha dicho irónicamente Alejandro Fernández. Porque si suman porcentajes de la consulta verán lo roto que está Junts, dividido entre hiperventilados y convergentes modositos. Y porque si vieron la rueda de prensa de Borrás y Turull – he asistido a Misas de Difuntos más alegres – habrán observado cómo la ponzoña y el autobombo se han puesto en marcha por parte de los salientes: Aragonés no tiene legitimidad democrática para gobernar, sic, y Junts ha hecho un ejercicio de radicalidad democrática, también sic. Borrás ha repetido muchísimo el conceto entre frases mal hilvanadas, tartamudeos, cara de que le deben y no le pagan y esa voz que perjudicaría enormemente lo que dice si no fuera poque sus palabras carecen de la menor importancia.
Ahora llega el momento en el que el tío Paco, llamado Aragonés, vendrá con la rebaja y ya pueden irse preparando los consejeros juntaires y todos los cargos y carguillos que cuelgan de ellos. De entrada, son siete consejerías, noventa y cinco altos cargos y setenta y tres cargos de confianza. Eso si Aragonés no saca la guadaña y se pone a segar el número infinito de neoconvergentes que viven del asunto en la generalidad. Veremos, porque en el momento de escribir este artículo el presidentín no ha salido todavía a decir a cómo está el bacalao.
Todo esto, inmerso en lo que Joan Tardá ha soltado en TVE: “No habrá independencia por ahora y lo importante es entendernos con el estado”. La pela es la pela. Que le pregunten a Junts si romperá también el pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona. Igual no, por aquello de la radicalidad democrática.