MAYTE ALCARAZ-ABC
El Senado, al que todos enterraron, es ahora crucial
LA infinita paradoja de nuestra política va a situar en horas a la Cámara española con peor prensa de Europa, la misma a la que más prohombres y ciudadanos han oficiado exequias, en el centro operativo de la mayor crisis institucional que ha sufrido la España moderna. Que de ti diga tu padre que eres la peor criatura que se diseñó en 1978, como en su momento afirmó el expresidente Laborda, es indiciario de una deprimente anomalía del Senado que ningún partido ha querido arreglar.
Las voces que han exigido su cierre han sido inmediatamente acalladas por la mayoría de las fuerzas políticas que obtienen una jugosa vía de financiación con sus escaños y, en muchos casos, lejos de revitalizarla la han convertido en una especie de casting de Cuéntame, con muertos políticos que terminaron estando muy vivos, como ha demostrado la composición de la comisión del 155. Esa fama de cementerio de elefantes con nula vocación por el estajanovismo y fama piscinícola, con ser cierta, no debe empañar una realidad: el Senado hace lo mismo que el Congreso –sesiones de control, actividad legislativa, y solo un Pleno menos al mes– pero con infinitamente menos medios. Si no es más eficiente es porque los partidos no quieren. Lo más curioso es que todos le reprochan no ser la Cámara territorial que exigía el legislador y ahora la historia, en una suerte de justicia poética, va a poner al Senado en la tesitura de restituir la legalidad en un territorio donde se ha dado un golpe de Estado.
La falta de arrestos para acometer una reforma ya reclamada por un Manuel Fraga que sabía de lo que hablaba (fue senador hasta cuatro meses antes de su muerte), contrasta con el papel fundamental que otorgaron a esta institución los padres de la Constitución, confiándole la última palabra en la aplicación de uno de los preceptos más delicados de la Carta Magna, aquel que obliga al Estado a restablecer el orden constitucional. Luego algo habrá hecho mal la democracia española dejando languidecer el sistema bicameral, implantado en todos los países europeos de tamaño de población medio o alto, que garantiza una mejor consideración de las importantes decisiones que se tienen que adoptar por el Parlamento nacional. Verbigracia, el artículo 155.
El pensamiento podemita, al que se han sumado otros partidos con su silencio, sostiene que el Senado es solo un vestigio tardofranquista costosísimo. Sin embargo, viendo la imagen –difundida estos días en defensa de Puigdemont– de la plantilla de TV3 que suma más cabezas que Telecinco y Antena 3 juntas, todas dedicadas como si no hubiera un mañana a insultar a España; observando la duplicación de instituciones en Estado y Autonomías como el Defensor del Pueblo, la Cámara de Cuentas o el Consejo Económico y Social; sumando con los dedos la recua de asesores de la Generalitat, un segundo PER, dedicados día y noche a deshacer nuestra nación; y valorando lo poco que todo eso nos ha lucido conviene dar una pensada a si es el Senado, hoy crucial para España, la institución que sobra.