Francisco Sosa Wagner-Vozpópuli
¿Cuáles son los elementos indispensables para la mantenencia de este estado de felicidad en el que vivimos?
Al juego de piezas que se presentan con una cierta unidad, los políglotas españoles ahora lo llaman «kit». Ellos son así, cosmopolitas con muchas horas de vuelo, un punto despectivos con el español porque no acierta a expresar la profundidad de su pensamiento. Obsecuentes ellos, recurren al idioma de Oscar Wilde, más familiar, más cercano, más entrañable.
En Europa ocurre lo mismo. Por eso, se ha difundido por sus mandamases como «kit» los elementos que son clave para sobrevivir unos días sin suministros básicos, es decir, en el caso de que se desencadene una guerra. Previsores ellos nos aconsejan tener a mano agua embotellada, alimentos no perecederos, una radio a pilas, una linterna, combustible, cerillas, medicamentos básicos, yodo, cepillo de dientes etc.
A partir de ahí, se recomienda practicar exorcismos con el fin de impedir esa guerra: el abracadabra tradicional, el ajo ardiente, los jarabes mixtos, la jalea de musgo helado, el baño de hierbas poderosas y las diversas maneras de ocultismo satánico.
Salvado este capítulo bélico, procede proponer ahora otro «kit», este de carácter político.
Sabido es que España goza de un gobierno que tiene buen sabor, buen color, un gobierno que ayuda en los trances en los que la salud flaquea, que refresca la sangre, que refuerza el corazón, que es crisol de virtudes y, en fin, huerto de deliciosa amenidad.
Disponer del «kit» que nos garantice el caminar recto y erguido por la gran avenida de la Constitución, del progreso sin fecha de caducidad y de la plurinacionalidad enhebrada de hazañas confederales
Pues bien, no debemos confiarnos porque el Maligno no descansa y los españoles somos dados a extraviar la sustancia de la razón y a dar tumbos insensatos, expulsando con frivolidad las dichas y atrayendo con atolondramiento infortunios y desdichas.
Supuestas estas inclinaciones, la pregunta que procede es ¿qué hacer para conjurarlas? ¿qué hacer para asegurarnos siempre un gobierno compuesto por maestros de la inteligencia y doctores en saberes y experiencia?
Muy fácil: disponer del «kit» que nos garantice el caminar recto y erguido por la gran avenida de la Constitución, del progreso sin fecha de caducidad y de la plurinacionalidad enhebrada de hazañas confederales.
¿Cuáles serían sus componentes, los elementos indispensables para la mantenencia de este estado de felicidad en el que vivimos?
Propongo varios, todos ellos de carácter básico.
El fiscal y las ruedas de molino
En primer lugar, un buen delincuente en Suiza para poder abordar con él las graves cuestiones que la gobernación de un Estado procura. Ha de tratarse de un delincuente de prestigio, con años de lucha contra el Código Penal y con trienios rellenados con el licor del odio a España.
En segundo lugar, un hijo o nieto de un terrorista que aconseje bien las formas de afianzar la pluralidad de opiniones y su expresión sin temores.
En tercer lugar, un magistrado del Tribunal Constitucional que sepa sazonar latines como venenos, con pliegues en las togas y dobleces en las almas.
En fin, un fiscal jefe que tenga como alimento primordial las ruedas de molino.