José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 21/4/12
Cuando cambia Francia, cambia Europa. Así viene sucediendo desde laRevolución de 1789. Nuestros vecinos no sólo cancelaron el Antiguo Régimen guillotinando a Luis XVI y a su mujer, la austríaca María Antonieta, sino que también proclamaron la esencial Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (agosto de ese mismo año) y la constitucionalizaron hasta que Napoleón Bonaparte asestó su golpe de Estado en 1799 y el Viejo Continente ensayó el imperialismo bonapartista. El republicanismo laico y centralista constituyó el delta de la agitación francesa en el siglo XIX, que se afanó en dos guerras bestiales con Alemania en el XX. Luego, la Francia republicana del gaullismo ejerció de contrapeso alatlantismo dominador de los Estados Unidos -silla vacía en la OTAN- y en 1968 marcó otro hito intelectual, social y político cuando los estudiantes levantaron el empedrado de París queriendo buscar debajo la “arena de la playa” al grito de “prohibido prohibir”.
Jamás la República francesa -que aportó dos extraordinarios padres fundadores de la unión de Europa, Robert Schuman y Jean Monnet– se había entregado como en el mandato de Nicolás Sarkozy a los brazos de los diagnósticos políticos y económicos de la República Federal de Alemania, al punto de formar un directorio franco-germano en el que la canciller Merkel ha tenido siempre la sartén por el mango. Es muy probable que el engendroMerkozy salte mañana por los aires, cuando los franceses comiencen a darle puerta al todavía presidente de su país.
En el biopic que se estrenó en España el pasado día trece bajo el título De Nicolás a Sarkozy, el presidente francés queda descrito -acaso con rasgos caricaturizados- como un hombre hiperactivo, afectado de cierto histrionismo, con un extraordinario afán de notoriedad, impulsivo, pero también como una excepción a la saga de dirigentes enarcas y por ello despreciado por Chirac y Villepin -no dejan de referirse a él como al “enano” y al “pequeño”-, ignorante del carácter monárquico y soberbio de la presidencia de la República francesa. Serán las elites de la UMP las que se froten las manos con la caída de un Sarkozy que comenzó su gestión como una energía desbordada y la concluye con plomo en las alas. Porque el nieto de “un judío húngaro” -como a él le gusta recordar- no ha sido el hombre que Francia y Europa necesitaban en la crisis por la que atravesamos.
Después de asegurar que refundaría el capitalismo, la única verdad es que ha conseguido lo que predijo Nicolás Baverez (“Francia en declive”), propiciando una mayor postración para su país y defraudando las expectativas europeas de moderar la uniformada disciplina financiera de Berlín. El candidato socialista, François Hollande, ha visto un pasadizo para asaltar el poder en el entreguismo de Sarkozy -del “pequeño” Sarkozy- y plantea refutar el acuerdo intergubernamental de estabilidad presupuestaria, ya rechazado por David Cameron– y pelear por un nuevo rol del Banco Central Europeopara equilibrar el diagnóstico de ajuste duro que propugna Merkel, dilatar los plazos de reducción del déficit e introducir estímulos para intentar simultanear la consolidación fiscal con el crecimiento económico. El FMI en su informe de primavera, está por esa labor e, incluso, la sugiere.
A España le conviene claramente que gane Hollande las presidenciales francesas y que en 2013 Merkel tenga que pactar otra gran coalición con el SPD. Porque la canciller germana es una política seria pero sin perspectiva y con demasiada retrospectiva. Piensa más en los fantasmas inflacionistas de la Alemania del primer tercio del siglo pasado que en el futuro de las economías europeas, que no pueden participar de las pesadillas germanas. Por otra parte, su entendimiento de la construcción europea -acaparando el papel del BCE- desconoce que si esa entidad no se comporta comoprestamista de último recurso, los Estados se quedan colgados financieramente de la brocha, razón por la que el Reino Unido -pese a disponer de variables macroeconómicas muy negativas- mantiene un suficiente equilibrio y coste de financiación, porque dispone de su propio banco público.
Como destacó el editorial de The New York Times del pasado 13 de abril,Merkel tiene prácticamente secuestrada la política económica española(Una sobredosis de dolor). Para el diario norteamericano España es “la última víctima de la equivocada cura de austeridad de la UE”, de la que sería responsable la jefa del Gobierno alemán. Según el rotativo neoyorkino, “España puede ser la próxima economía europea en caer por la mala gestión de la crisis de la eurozona” salvo, añade, que “Ángela Merkel y sus aliados políticos dentro y fuera de Alemania reconozcan que ningún país puede pagar sus deudas asfixiando el crecimiento económico”. Naturalmente, NYTarremete contra la política de Rajoy por su manso seguimiento de las recetas germanas, secundadas hasta hace muy poco tiempo por Sarkozy.
Además -y sin olvidar la pésima gestión de Rodríguez Zapatero que constituye una parte de la etiología de lo que nos sucede- hay algo de humillante, taimado y traicionero en la utilización que Sarkozy está haciendo de España y sus problemas en su campaña electoral. Elevar a nuestro país a referente del desastre económico sugiriendo que podría repetirse en Francia si ganase Hollande -aunque lo haga con mención a la égida del PSOE- es una miseria argumental, incompatible con la solidaridad europea, un acto inamistoso y de baja estofa política, impropia de un líder con hechuras dignas de la presidencia de la República francesa que acaba de recibir el Toisón de Oro, máxima condecoración y el mayor reconocimiento de la Monarquía española. El silencio de Merkel –muy ostensible en la crisis de Repsol-YPF y respecto de los enormes y costosos esfuerzos de la política presupuestaria del Gobierno de Rajoy- ofrece el perfil de una dirigente que carece de eso que se denomina inteligencia emocionalque tanto en la gestión doméstica como en la exterior es la que hace grande o reducida la estatura de un político.
Es deseable para España que el directorio franco-alemán (Merkozy) acabe y comience a hacerlo mañana en Francia. Hay que reequilibrar el diagnóstico y la terapia de la crisis (el FMI lo cree así) porque el ajuste a uña de caballo no está dando resultado. Los objetivos del ajuste han de mantenerse, pero a un ritmo diferente que permita compatibilizarlo con crecimiento. El Estado del bienestar futuro será muy distinto al que hemos conocido, pero una cosa es la transformación y otra la defunción. Y a ella nos conduce este directorio implacable integrado por la “secuestradora” de las políticas económicas europeas -Merkel- y por el “pequeño” Sarkozy que ha reducido Francia a comparsa de la germana. Como siempre, Gran Bretaña -¡bendita insularidad!- se ha distanciado de la pareja fantástica con la que jamás en su historia hizo buenas migas. Cameron dijo en los Comunes en diciembre pasado que no pensaba “pedir disculpas” por rechazar la disciplina franco-alemana. El tiempo le está dando la razón y quizás ya mañana, el directorio Merkozy haya sido una etapa superada. A España y a su Gobierno le vendría muy bien.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 21/4/12