ABC 06/05/15
ANTONIO BURGOS
· A nadie se le pasa por la imaginación hacerle a Susana Díaz el boicot que a Arenas
EN electorales materias hay dos clases de vencedores si son triunfadores con la lista más votada, pero sin mayoría absoluta. Si son de derechas, son unos apestados, a los que hay que aislar inmediatamente con un cordón sanitario para que pueda hacerse un pacto de perdedores, que es lo que realmente (y pongo la Ironía en Modo On) quiere la gente: votar a un partido que esté seguro que pierde, pero que como es más de izquierda que la leche que mamó Lenin, puede pactar con otros perdedores de su calaña, gracias a lo cual mandan a tomar por saco, pero del tirón, la voluntad mayoritaria de los que como emitieron su voto por la lista más votada y resultó ser la de derechas, o sea, de los fachas, no vale, ¿esos tíos nos van a gobernar? ¡De ninguna manera!
Si la lista más votada es de derechas, leña al mono y entre las cejas, que no cojee. ¿Dónde se ha visto que saque mayoría la derecha? ¿Dónde vamos a llegar? Por eso lo políticamente correcto y deseable es que la lista más votada sea de izquierdas. Entonces el candidato que la encabeza deja de ser inmediatamente un apestado. No hay que recluirlo en lazareto alguno ni imponerle cuarentena. Mucho menos aislarlo con un cordón sanitario, como a un perro rabioso. Si el más votado es de izquierdas se convierte inmediatamente en el mejor de los nacidos: un héroe. Y si es una señora, pues en una heroína, aunque eso suene fatal, a polvitos blancos de la raya, y no precisamente de la rociera Raya Real, donde también hay una polvareda importante, pero de otra clase, no blanca, sino camino de la Blanca Paloma. Cuanto hasta aquí queda expuesto es, como comprenderán, una fábula por lo fino e incluso por lo tertuliano (aunque con la delicadeza de no estar escrita en el lenguaje que ese gremio ha creado para cobrar hablando sin decir nada en estudios y platós) de cuanto está ocurriendo tras las elecciones de Andalucía con la investidura. Está investi durísima. Pero a nadie se le pasa por la imaginación hacerle a Susana Díaz el boicot que a Javier Arenas cuando ganó como la lista más votada en 2012, aunque sin mayoría absoluta. —O sea, que ganó exactamente igual que Susana Díaz… Exactamente igual, no: mejor. Para que quede más claro todavía este asunto de las dos varas de medir votos y escaños lo doy en plan estadillo:
Javier Arenas en 2012: 1.570.833 votos, el 40%: 50 diputados. Rozó el larguero de la mayoría absoluta.
Susana Díaz en 2015: 1.409.042 votos, el 35%: 47 diputados. Quedó a bastantes cuerpos de la mayoría absoluta, no casi con «foto finish» como Arenas. ¿Y qué passssa? No Passssa Nada: «Señores guardias civiles, aquí pasó lo de siempre». El eterno problema de la absurda e injustificada superioridad moral de la izquierda, que, encima, en la mayoría de las ocasiones no tiene ni moral ni ética, y a los ERE e islas adyacentes de la corrupción me remito. El problema no es ahora que Susana Díaz no pueda gobernar porque no tuvo mayoría absoluta, eso no es problema. Ya saben las instrucciones del PSOE: aquí, menos con el PP y con Bildu, se pacta con quien vaya haciendo falta (sin que nadie se haya escandalizado porque pongan al PP a la altura de los proetarras). El problema es que ahora no es posible un pacto con perdedores para investir a Susana porque nadie quiere cargar con el mochuelo de ser el socio y cómplice del Partido de la Corrupción y de los ERE, de los cursos de formación, de la mangoleta, de la mamandurria, de Griñán, de Chaves y del banquillo de los imputados. Pero todo el mundo, aun cogiéndosela con el papel de fumar de la abstención, no duda un instante en admitir que Susana Díaz sea la presidenta de Andalucía no sólo sin haber obtenido la mayoría absoluta, sino habiendo sacado menos votos, menos porcentaje y menos diputados de Arenas en 2012. Pero Arenas era un apestado facha. Y Susana, una heroína progre. Y una agradaora que, en plan Pepe Bono o palmeros de los señoritos de Jerez, le dice a cada uno lo que quiere oír para pedirle la abstención del come y calla.