En julio de 2010, el entonces presidente Zapatero se inmoló políticamente ante el Congreso presentando un plan de recortes contrario a los deseos de sus votantes. «Tomaré las decisiones que España necesita. Voy a seguir ese camino cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste». Los diputados socialistas le apoyaron a muerte, pero aquel momento es considerado por el PSOE como el comienzo del declive electoral que ha eclosionado bajo el liderazgo de Pedro Sánchez y con la aparición de Podemos.
La dirección socialista actual no está dispuesta a inmolarse otra vez permitiendo la investidura de Mariano Rajoy con la abstención de sus diputados. Fuentes de la Ejecutiva son así de tajantes: «Hacer presidente a Rajoy supondría la liquidación definitiva del PSOE, el precio sería prácticamente el fin de un partido con más de 130 años de Historia. No estamos hablando del presente ni del futuro de Pedro Sánchez o de la actual dirección, todos los que ocupan cargos ahora son contingentes. Hablamos de una decisión que pondría en riesgo el papel del PSOE en la democracia española y su propia supervivencia».
La dirección socialista no está dispuesta a reconsiderar su decisión por razones de Estado. «El PP nos pide sentido de Estado cuando ellos nunca lo tuvieron con nosotros. En julio de 2010 nos vieron con el agua al cuello y quisieron hacer caer al Gobierno socialista votando en contra de unas medidas que eran la única forma de evitar la intervención de la economía española».
En opinión del equipo de Sánchez, el PSOE ya sacrificó su posición política en aras de la estabilidad del Estado en junio de 2010, en la reforma del artículo 135 de la Constitución y en el proceso de relevo de la Monarquía. La dirección intepreta que el partido ha pagado un precio muy alto por todo ello.
La cúpula del PSOE, al igual que algunos diputados, repiten estos días que la presión que más les afecta para no hacer presidente a Rajoy no es la de Felipe González, ni la de su entorno mediático, ni la del PP. «Son nuestros militantes y nuestros votantes los que nos interpelan por la calle para que no se nos ocurra abstenernos para que Rajoy siga en La Moncloa. No podríamos volver a pisar las sedes».
Sin embargo, y a pesar del clamoroso silencio público de los llamados barones, la realidad interna del PSOE es de absoluta ebullición. Por un lado, el equipo de Ferraz pertrechado en el no. Por el otro, la mayoría de los presidentes regionales, que intentan establecer una interlocución con Sánchez sin conseguirlo. «Sólo defendemos algo tan de sentido común como que nos tenemos que sentar para debatir entre todos lo que conviene hacer ante un escenario de Gobierno del PP o nuevas elecciones. Y olvidarnos de la batalla orgánica». Así lo asegura un miembro de la Ejecutiva, que responsabiliza a Sánchez de haber roto los puentes de diálogo con los secretarios generales de las federaciones más críticas.
Las fuentes socialistas fuera de Ferraz coinciden con la dirección en que lo que está en juego es la supervivencia del PSOE, pero discrepan en la solución. «La abstención para que Rajoy gobierne es una decisión difícil, con un coste altísimo para el PSOE, pero podríamos hacer pedagogía, podríamos explicarles a los militantes y a los votantes cuál es la alternativa, que son las terceras elecciones, y cuál es el coste brutal de ese escenario para el país y para nosotros». Los presidentes autonómicos que defienden esta posición matizan que eso sólo sería posible «con un partido unido y si todos remamos en la misma dirección».
Varios dirigentes del PP salieron ayer en tromba para pedir a los presidentes regionales que se rebelen contra Sánchez y defiendan la abstención. «El PP no se da cuenta de que cuanto más nos presione de esa manera será peor, porque el PSOE sólo puede tomar una decisión tan traumática de forma libre y autónoma, eligiendo el cómo y el cuándo. Si insisten en ponernos contra las cuerdas conseguirán lo contrario de lo que pretenden», aseguró a este periódico un dirigente socialista.
La amenaza de unas terceras elecciones el día de Navidad ha causado indignación en el PSOE, cuyo grupo parlamentario impulsará en el Congreso una reforma de la Ley Electoral para evitar esa fecha si, en el plazo de dos meses tras la primera investidura fallida, Rajoy no encuentra la fórmula para ser investido.