La izquierda clásica y la rojería de chupete podrían gobernar en verano, no sabemos con quién ni a qué precio. Pedro Sánchez y su socialdemocracia de autor tienen como socios a los de Podemos, pero éstos han mermado. Quizás confundieron sus sueños con la verdad y quisieron derrumbar el sistema en 15 días sin saber lo que iban a edificar en su lugar.
De los socialistas de antes, ya sabemos que sus palabras vuelan alto y sus intenciones están a la altura de las reformas. Como siempre, los verdaderos enemigos de la izquierda están en el seno de sus propios partidos. En eso estaba yo pensando cuando tropecé con un dirigente del PSOE, del que no debo decir el nombre, y le pregunté: «¿Cómo te imaginas la noche del 28 de abril?». Su respuesta: «No puedo imaginar la noche del 28-A. Y creo que nadie puede hacerlo. A diferencia de lo que pasaba antes, ahora las cosas pueden cambiar hasta en el último minuto. De todas formas, creo que ganará claramente el PSOE. En la batalla contra Abascal, Pedro es el favorito».
Como decíamos ayer, las velas de Podemos no están hinchadas. Sus tropas andan desmoralizadas ante el espectáculo de sus masters and commanders. Pregunto a un viejo lobo gris, avezado en la lucha, con empaque de cazador de ballenas, qué ha pasado con la tripulación de Podemos. Contesta: «Hemos visto al errejonismo saltando del barco al yate de Carmena y abriendo una vía de agua a estribor. Y en la cubierta de Podemos, a la dirección autoconjurada ante la traición. Ahora ya ven signos traidores hasta ante el primero que levanta la mano para preguntar: ‘¿Dónde están los baños?’».
«¿Y el resto de las nubes?», le pregunto. Contesta: «Los anticapis, jugando sus bazas, con equipación propia o prestada». «¿Y qué fue de Izquierda Unida y de Equo?», indago. Me explica: «Izquierda Unida, abrazada sin entusiasmo al palo de mesana de Podemos. Equo, como el perejil de todas las salsas y de todas las fórmula electorales para vender cuarto y mitad de verde. Las tribus autónomas, ofreciéndose a los consignatarios para embarcar hacia donde sea». «¿Qué pasó con Carmena?», prosigo. Y él dice: «Por si faltaba algo, la abuela parió un partido. Y al calor de la chimenea, nuevas magdalenas se hornean. Hasta Llamazares se viene arriba pronunciando en vano la palabra unidad y hablando de la ‘izquierda fetén’. Presenta su artefacto tras más de tres décadas como cargo público. La izquierda no sabe jubilarse, ni relevarse, ni darse el testigo. Su promiscuidad partidaria es obscena. No hay tanto independiente votante para tanta lista, partido o confluencia».