ABC 14/07/16
IGNACIO CAMACHO
· Tal vez haya un hombre decidido a impedir otras elecciones: el único que no tiene garantías de repetir como candidato
LAS terceras elecciones están hoy más cerca que ayer, o al menos quienes dicen no quererlas lo disimulan bastante. El retorno a las urnas parece «a día de hoy» –expresión de Pedro Sánchez– una contingencia menos remota o más verosímil. No lo sería si el desencuentro de los partidos estuviese basado en proyectos concretos o cuestiones de programa. Pero se trata de algo más abstracto y por tanto más difícil de manejar y de resolver: vetos ideológicos, decisiones tácticas. Un bloqueo endémico. Un cínico método de provisionalidad obstructiva convertido en enfermedad casi estructural de este incierto posbipartidismo.
Acaso exista sin embargo un hombre decidido a impedir la repetición electoral: el único que no tiene garantías de continuar como candidato porque ha perdido, junto con dos elecciones seguidas, la mayoría en su partido. La tozuda obstrucción de Pedro Sánchez puede ocultar la aspiración de muñir una candidatura alternativa en septiembre para concurrir a la investidura al frente de una coalición frentepopulista. La vieja idea que en enero no pudo llevar a cabo porque se lo impidieron las fuerzas telúricas del socialismo. Es una aventura desquiciada que va contra la lógica del claro resultado electoral y contra la de su propia organización; un disparate que desencadenaría una crispación política inédita en España desde 2004. Pero es el proyecto que ronda en su cabeza para escapar del acoso de unos dirigentes que le han retirado la confianza.
Esa agenda oculta supondría el riesgo de abrir una fractura en el ya muy quebrado PSOE, pero nadie es capaz de predecir lo que pasa por la cabeza de un hombre acorralado por sus derrotas. Para doblegar la resistencia de los barones territoriales guarda la baza populista del referéndum entre la militancia. Y los soberanistas catalanes están dispuestos a echarle un cable. Ayer mismo, Francesc Homs animó al líder socialista para que contemple la vía del acuerdo anti-Rajoy. Tal vez la víspera, en su viaje a Madrid, el portavoz convergente tuviese en su agenda alguna reunión más que la que celebró a cencerros tapados con el presidente del Gobierno. Para ablandar el terreno, el referéndum de autodeterminación se ha convertido de repente en una simple comisión exploratoria.
El secretario general barrunta una conspiración interna para derribarlo; sospecha que Susana Díaz y el resto de críticos le quieren imponer la abstención para a continuación revocarle el liderazgo. Teme que si Rajoy gobierna no le dejen ser el jefe de la oposición y puede estar dispuesto a atrincherarse usando La Moncloa como parapeto, aunque sea a costa de abrir los inquietantes armarios del frentepopulismo. Se siente tan acosado por sus compañeros que contempla la tentación de dejarse rescatar por Podemos. Quizá piense que, aunque Iglesias trate de asfixiarlo poco a poco, los suyos pretenden apuñalarlo por la vía rápida.