Alfonso Merlos, LA RAZÓN, 1/9/12
Los nacionalistas no se han enterado de nada. Cuando vives de la amenaza, el órdago, la fanfarronada y la quimera corres el serio riesgo de estrellarte, en un momento dado, contra la pared. Y de romperte los huesos. Y ése es el mensaje rotundo y certero que sale de un Barroso que le está señalando a los altivos prebostes de CiU y a los revoltosos dirigentes de la Esquerra el camino de la Ley y la razón. Nada más pero nada menos.
Cataluña comenzará a cavar su tumba y a preparar su definitivo enterramiento el mismo día que a algún lunático, sólo aupado por masas desinformadas y radicalizadas, se le pase por la cabeza declarar unilateralmente la independencia. Eso supondría convertir a esta hermosa región española en un Estado fantasma, en una frágil balsa a la deriva, en una Albania bañada por el Mediterráneo occidental, en un territorio cuyos pobladores residirían en un penoso limbo y se insertarían en el túnel del tiempo para perder de un chasquido derechos y libertades conquistados y reconocidos a pulso. Los que tasa de forma milimétrica el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
Las instituciones comunitarias se han limitado a constatar lo obvio. Un viejo y magno proyecto de colaboración y cooperación, de ayudas y alianzas, debe desentenderse de quienes buscan crear división y confrontación, de quienes lo juegan todo a levantar murallas, refugiarse en trincheras y guerrear con banderas tramposas.
Allá ellos con su locura. Pero sepan estos alquimistas del separatismo que una aldea no es un Estado. Y que una generación de políticos descerebrados no es nadie para convertir a ciudadanos de primera en parias, en plebeyos –desarraigados y desorientados– abandonados a su zozobrante y miserable suerte.
Alfonso Merlos, LA RAZÓN, 1/9/12