Es lo que tiene la legalización, que todos los partidos son iguales ante las urnas aunque no todos concurran en igualdad de condiciones: unos con escolta porque siguen amenazados; otros protegidos por la sombra alargada de ETA, que sigue queriendo tutelar el futuro. Es una campaña cargada de contradicciones.
La nueva marca de Batasuna, con los ‘independientes’ (las comillas las puso la sentencia del Tribunal Constitucional) empotrados entre Eusko Alkartasuna y Alternatiba ha caído de pie en esta campaña electoral. Una carrera en la que los partidos políticos se juegan, mucho más que la representación municipal, el control de las diputaciones, que son la más pura expresión de la autonomía fiscal y financiera del País Vasco. Los portavoces de Bildu, que combinan en sus imágenes electorales la extraña mezcla de los puños de la expresión más sectaria con los restos de una socialdemocracia tan peculiar de la que se ha ido desprendiendo EA , tienen suerte en este juego porque muy pocos ya se atreven a cuestionarlos. Ni siquiera a criticarlos.
Salvo UPyD, cuyos representantes, no por casualidad, sufrieron un ataque callejero en San Sebastián hace dos días , y el PP que augura que la nueva Batasuna pactará con los socialistas en los territorios vascos donde se puedan asegurar el poder alternativo al del PNV, todos los demás le ponen la alfombra roja. Que no se alteren. Que no se enfaden. Les gustaría, de paso, que no se les diera tanta importancia. Que se hablara menos de ellos. Demasiado tarde para que la omnipresencia de Bildu les empiece a molestar a algunos partidos mayoritarios que creen, ahora, que la nueva Batasuna está empezando a cobrar demasiado protagonismo. Muy tarde para anotar esa circunstancia que ya resulta imparable.
Es lo que tiene la legalización. Que todos los partidos son iguales ante las urnas aunque no todos concurran en igualdad de condiciones. Unos con escolta porque sus vidas siguen amenazadas. Otros protegidos por la sombra alargada de ETA que sigue queriendo tutelar el futuro político de Euskadi. Es una campaña cargada de contradicciones. Resulta difícil dar por hecho que Bildu está contra ETA sin que sus portavoces hayan sido capaces de repudiar los 858 asesinatos de su historia. Pero sus candidatos juegan con la tranquilidad de saberse perdonados sin que hayan realizado el correspondiente ejercicio de contrición. Tanto es así que el hecho de que se sumaran al parón electoral de las 24 horas en solidaridad con los habitantes de Lorca fue considerado por buena parte de la opinión publicada como un punto más en su lista de méritos. Les aplaudieron con tanto entusiasmo que no repararon en la consideración provocadora de su declaración. La solidaridad de Bildu, dijeron, era «internacionalista» con la localidad murciana a la que no les une otro sentimiento distinto del que puedan profesar hacia los japoneses de Fukushima, por ejemplo.
Pero todo es bueno para el convento. Los socialistas, concentrados en dar al PP mientras el lehendakari tranquiliza a Zapatero y al propio Felipe González al aclarar que el «frente» con el PP «ni existe ni existirá». Y Basagoiti, el socio, más paciente que preferente, lamentando que Batasuna vuelva a las instituciones sin que ETA haya desaparecido. En eso se ha quedado la voz crítica a Bildu: en un hilo de lamentación. El lunes aterriza Brian Currin, el «mediador de parte» según lo definió el vicepresidente Rubalcaba. Seguramente para este agente, también habrá alfombra roja.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 15/5/2011