Arcadi Espada-El Mundo
La intención de Carmena es que en el memorial consten los nombres de los fusilados. A ello se opuso el Comisionado de la Memoria Histórica, impulsado por el gobierno municipal y que dirige Francisca Sauquillo, que quiere un memorial genérico y anónimo. Los argumentos del Comisionado, que antes intentó honorablemente, aunque sin éxito, que en el Memorial se recordara a los fusilados de los dos bandos, se basan en que hay unos trescientos chekistas entre esos nombres, es decir, presuntos torturadores y presuntos asesinos. Yo comprendo la incomodidad de los comisionados, pero no su candor. Se trata de la memoria de una guerra civil y no de un campeonato de cricket. De una memoria difícil, sucia y sangrienta. Es probable que algunos de los que fusilaron en el 36 fueran fusilados en el 39. Sin cambiar de tapia. A unos y otros se les quiere recordar como víctimas y no por lo que hicieron o dejaron de hacer antes de adquirir semejante condición. Si es que se les quiere recordar, naturalmente. Ya se ve que la alcaldesa quiere hurgar y apartar de entre los muertos para honrar solo a los suyos. Es perfectamente lógico: hablando estrictamente, Carmena es una mujer incivil.
El Comisionado no debería haber aceptado su propósito sectario. Pero una vez en ello ha optado por una mala solución intermedia y falsamente tranquilizadora. Si hay que recordar a las víctimas de la represión franquista en Madrid, aislándolas del resto de víctimas, que no se disuelvan en la fosa balsámica y común del homenaje anónimo. Lo que el Comisionado debió aprovechar, precisamente, es el sectarismo ignaro de la vieja alcaldesa. Y así, con su apoyo oblicuo, asegurarse de que esas víctimas, nombre a nombre, se iluminan con el máximo detalle posible, sin obviar los rasgos abyectos y asesinos. Para saber así qué es lo que homenajea la izquierda española de hoy. Para saberlo con el dolor, la complejidad y la fractura moral debidas. Todo eso que su ratera política de la memoria es incapaz de encara