IGNACIO CAMACHO, ABC – 05/11/14
· El secesionismo ni siquiera ha logrado crispar al Estado, que le ha desmontado el empeño con una serenidad casi displicente.
A cinco días del 9 de noviembre, la fecha del previsto comienzo de la emancipación nacional de Cataluña, el secesionismo no ha logrado colocar su matraca siquiera en el primer plano de la opinión pública española. Los ciudadanos están inflamados de cabreo por la corrupción y la clase dirigente anda en vilo con el auge de Podemos en las encuestas. El empeño soberanista no solo provoca hastío en el país sino que empieza a resultar cansino en una parte significativa de la sociedad catalana que no se implica en la obstinación por organizar un referéndum de pega.
Lo peor para el nacionalismo es que tampoco ha conseguido crispar al Estado, que le ha desmontado el tingladillo con una serenidad casi displicente, como quien baja la persiana a un pesado. Ni tanques, ni guardias, ni suspensión de la autonomía, ni sobreactuaciones retóricas: dos recursos legales y sendas providencias del Tribunal de Garantías han bastado para dejar el órdago en vía muerta. Por supuesto que el problema no se ha acabado pero Artur Mas tendrá que intentar otro camino y otra estrategia.
Si apela a la desobediencia es poco probable que obtenga la respuesta airada y convulsa que busca para legitimarse: se enfrentará a la ley y ya ha visto que pierde. No le va a hacer ningún favor a su causa embarcándose en un desafío cimarrón contra un Estado de la UE. Le queda la opción de entregar la pantomima a las asociaciones civiles independentistas para que armen un simulacro dominical, como los partidillos infantiles de fútbol en la calle: sin árbitro, sin porterías, con balones de tienda de chinos. Es decir, sin censo, sin junta electoral, con urnas de cartón y con pocos colegios para que se vean las colas. En esa mascarada vecinal saldrá un resultado abrumador que se desautorice solo. De un modo u otro la prometida consulta de autodeterminación se va a quedar en el butifarréndum de Bob Esponja.
El victimismo estaba descontado: España no solo les roba sino que no les deja votar. Eso forma parte del provocado recalentamiento de la temperatura política. Pero a muchos catalanes, aun partidarios de la votación, no les gusta el juego de la indisciplina institucional ni de los sucedáneos ilegales. Admiten que el bloque secesionista se ha equivocado de ventanilla y sienten tanto desaliento por el bloqueo del referéndum como por la tozudez insumisa de la Generalitat. Mas tiene más problemas que antes porque está a punto de quebrarse la confianza de sus aliados radicales. Ha despreciado una salida y no acaba de comprender que al final puede encontrar más lealtad en el presunto adversario que en los socios de aventura.
Pero sobre todo, lo que ha fracasado es el impacto emotivo de la maniobra en una nación que ya se siente saturada de conflictos. El domingo Madrid no vivirá el atribulado día de la ruptura de España sino el del puente escapista y festivo de la Almudena.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 05/11/14