LUIS HERRERO – ABC – 17/06/17
· Al día siguiente –jueves, 15–, todos los periódicos siguieron la misma senda: «Iglesias tiende la mano al PSOE», «Podemos corteja al PSOE», «El PSOE acepta explorar una mayoría con Podemos», «Sánchez buscará cuanto antes una mayoría para desbancar al PP». Estaba claro que la moción de censura había dejado el mismo titular en todos los medios. Los ingenieros de las dos izquierdas, la socialista y la podemita, comenzaban a tender puentes para hacer posible una acción conjunta que arrojara a Rajoy de la Presidencia del Gobierno.
Después de la votación, el líder del PP compartió con la cúpula de su grupo parlamentario un largo almuerzo de más de cuatro horas en el que se hizo patente la sorpresa y la preocupación que les había provocado el coqueteo de José Luis Ábalos con Pablo Iglesias. Esperaban de ellos posturas discrepantes, lo que demuestra que estaban en Babia, y se encontraron con el germen de una coalición hostil con posibilidades aritméticas de llevarse el gato al agua.
El artículo de Pedro Sánchez en «El Mundo», pocas horas después, llevó un poco de serenidad a sus espíritus atribulados. Lejos del cobijo habitual de «El País», el secretario general del PSOE aclaraba que su propósito de alcanzar cuanto antes una amplia mayoría parlamentaria para desbancar al PP del Gobierno pasaba por remover «los vetos, reproches y ataques entre las fuerzas del cambio». Es decir, que aspiraba a subir en el mismo carro a Rivera y a Iglesias. Al leerlo, las eminencias grises de Moncloa respiraron aliviadas.
Morados y naranjas se apresuraron a confirmar enseguida que sus respectivas moléculas, como las del agua y el aceite, no se pueden mezclar. «Ciudadanos ha llegado a la política para ser muleta del PP, y lo está siendo incluso en el momento en que el PP supone un riesgo para la democracia. Con ellos no se puede construir un Gobierno de cambio», dijo ayer Irene Montero. La réplica de Rivera fue inmediata: «No se puede jugar en los despachos a hacer gobiernos que no tienen ni criterio ni proyecto común».
Cualquiera diría que ese era el fin de la presente historia. Tres no pactan si dos no quieren. Pero en política las cosas no suelen ser tan sencillas. ¿Por qué iba Sánchez a inaugurar su segunda vida política volviendo a proponer, contra toda esperanza, la misma idea que le hizo perder la primera? No se me va de la cabeza que hay algo en su propuesta que huele a chamusquina. Creo que su discurso apesta a cálculo político. Tiene que convencer al mundo de que hace todo lo posible por echar al PP del Gobierno, pero tiene que hacerlo sin poner en riesgo la paz precaria que impera en su partido tras la batalla de las primarias.
Si ahora hablara directamente de pactar con radicales e independentistas volverían a crujir todas las junturas internas del PSOE. No tiene más remedio que meter a Ciudadanos en la ecuación para ahuyentar los viejos fantasmas de las líneas rojas que dieron lugar al sanguinario comité federal del 1 de octubre. Así, nadie podrá culparle de no haber vuelto a intentar el desalojo de la derecha por la vía moderada. Luego, cuando haya quedado claro que esa vía no es transitable por razones ajenas a su voluntad, llegará el momento de explorar la alternativa monstruosa.
Pincho de tortilla y caña a que una vez que el referéndum catalán haya descarrilado de mala manera, con el sanchismo ya instalado en los centros neurálgicos de la maquinaria del PSOE, Iglesias y Sánchez tratarán de ayuntarse en otra moción de censura. Y esta vez, siempre que logren la proeza de pactar la cuota de protagonismo que le corresponde a cada uno, Frankenstein podría asaltar, con permiso del PNV, las murallas de La Moncloa.
LUIS HERRERO – ABC – 17/06/17