JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- No se trata de refocilarse cuando una joven hace un ridículo espantoso. De hecho, deprime pensar en las promociones de periodistas que vienen
La mejor alumna de periodismo es incapaz de elaborar frases maduras, su discurso carece de sindéresis, exhibe un pedestre sectarismo, se arroga una representatividad de la que carece ante quien la ostenta legítimamente y, a la hora de enfatizar algo (no sabemos qué por lo deslavazado), recurre a la extemporánea alabanza de la madre al modo de una folclórica. Por no mencionar el despropósito de pretender el protagonismo en una ceremonia donde es personaje secundario. No contenta con todo lo anterior, cierra con un pobre ripio a modo de lema callejero dada la imposibilidad de expresar sus opiniones de una forma normal. Esta es la mejor. Cómo será el resto.
Su nombre no importa. No se trata de refocilarse cuando una joven hace un ridículo espantoso. De hecho, deprime pensar en las promociones de periodistas que vienen. Oleadas de ofendidos incapacitados para la asepsia que requeriría su trabajo porque, ante todo, son activistas. La falta de competencia para el lenguaje formal que acusa la más distinguida alumna de su promoción permite adivinar la agudización de una tendencia ya perfectamente detectable. Todas las profesiones ligadas a la construcción del imaginario ejercen una atracción irresistible sobre la izquierda. Pero no la izquierda en la acepción que se le dio hasta hace unos años. La izquierda tal como realmente es: la amalgama de los adheridos a causas fragmentarias impuestas a base de emoción y antagonismo. Ello precisa la fabricación de enemigos. Pronto el enemigo elaborado será considerado ilegítimo per se. No importa que, como Ayuso, haya demostrado el triunfo de sus ideas y proyecto en términos democráticamente inequívocos: el voto.
Es significativo que la jauría del escrache, la amenaza y el insulto («asesina», le gritaban, nada menos) caiga con tal furia sobre la presidenta madrileña. Otros en su lugar no habrían acudido a su alma mater porque ya se sabe que la moderación aconseja no provocar con la presencia de uno allá donde la izquierda decide que está proscrito. Pero Ayuso no solo acude sino que viene a decir que acudirá cuantas veces la convoquen; también motu proprio, cada vez que le dé la gana. Porque ese es el único mensaje posible si uno no acepta el trágala: no vayas a buscar gresca. Es decir, si se quiere estar a la altura de la dignidad a la que obliga el cargo. Para nuestro Gobierno frentista, la presencia de Ayuso es una provocación. Está implícito que su propia existencia lo es. Aunque la vote una cuota tan alta del electorado. Aunque baste que ella encabece su partido en Madrid para contagiar de éxito a la práctica totalidad de sus candidatos municipales. Aunque, gracias a ella, la Comunidad que preside haya devenido la locomotora de España. Miserable izquierda española. No soportan a Ayuso por su sello personal: no dejarse cazar por las premisas ni por el léxico de unos adversarios que se conciben como enemigos.