Guillermo Íñiguez-El Correo
Doctor en derecho por la universidad de Oxford
- En un país tan polarizado y cuyas elecciones se deciden por márgenes cada vez más estrechos, una de las claves del acuerdo de paz Israel-Hamás es que la guerra supone un riesgo político para Trump
Como todo hito político, el acuerdo de paz entre Hamás e Israel, anunciado este jueves, tiene muchos padres. Entre estos se encuentra Donald Trump, cuya presión a Benjamín Netanyahu y a la milicia palestina ha sido decisiva para alcanzar el pacto. El giro político de Trump, que llegó a plantear que Gaza se convirtiera en «la Riviera de Oriente Medio», tiene mucho que ver con su malogrado afan por obtener el Nobel de la Paz – un premio que la comité noruego ha otorgado a la venezolana María Corina Machado. Sin embargo, la búsqueda del Nobel no es el único motivo que explica su repentino empeño por acabar con la guerra de Gaza. El acuerdo también se produce en un contexto de profundo cambio en la opinión pública estadounidense.
Por primera vez en décadas, el apoyo a Palestina es mayor que el apoyo a Israel. Estos datos no son fruto de una sola encuesta; se repiten estudio tras estudio. A finales de septiembre, The New York Times publicaba que un 40% del electorado estadounidense considera que Israel ha estado matando civiles de manera «intencionada» –casi el doble que en diciembre de 2023, cuando esta cifra se situaba en el 22%–. Según Brookings, un 45% de los votantes opina que Israel está cometiendo un «genocidio» contra los palestinos. También el Pew Research Center da cuenta de esta tendencia, apuntando que seis de cada 10 votantes tienen una opinión desfavorable del Gobierno israelí y que para un 39%, éste ha ido «demasiado lejos».
El creciente apoyo a la solución de los dos estados no es una tendencia nueva: el barómetro de Gallup lo lleva midiendo desde finales de los años 90. Sin embargo, en los dos últimos años, la pérdida de apoyo a Israel ha sido especialmente pronunciada entre dos grupos: el electorado joven y los demócratas mayores de 45 años. Entre los menores de 34 años, los datos son transversales: apenas el 9% de los votantes se muestra de acuerdo con la respuesta militar israelí. Entre los mayores de 55, el apoyo a Palestina es prácticamente unánime entre los demócratas, pero también ha crecido entre los votantes republicanos y entre el electorado que se autodefine como «independiente».
Es difícil saber hasta qué punto un líder tan narcisista como Trump se deja guiar por estas tendencias. Sin embargo, no es impensable que hayan jugado un papel importante. En un país tan polarizado y cuyas elecciones se deciden por márgenes cada vez más estrechos, la guerra supone un riesgo político para Trump: frente a la unidad de los votantes demócratas, los republicanos se encuentran cada vez más divididos entre jóvenes, más cercanos a Palestina, y mayores, que todavía se decantan por Israel. Terminar con la guerra en Gaza, por lo tanto, se antoja especialmente importante de cara a las elecciones legislativas de 2026, unos comicios fundamentales para consolidar el proyecto autoritario trumpista.
De hecho, el conflicto en Gaza ya ha tenido importantes consecuencias políticas en EEUU. La disonancia entre la percepción pública y la acción del Gobierno de Joe Biden explica, en gran medida, la derrota electoral de Kamala Harris en 2024. El apoyo prácticamente incondicional de Biden a Netanyahu generó un enorme rechazo entre el electorado demócrata; sobre todo, entre los votantes jovenes y la población musulmana, cuya desmovilización en los estados bisagra contribuyó a la derrota de la candidata.
El riesgo que corre Trump, cuyo electorado es menos propenso a abstenerse por cuestiones de política exterior, es menor que el que sufrió Harris. Sin embargo, el presidente estadounidense sí que había dado muestras, en los últimos meses, de lo incómodo que le resultaba que las imagenes de la agresión israelí estuvieran llegando a las pantallas de sus votantes. Sus sucesivos avisos a Netanyahu –en especial, tras la tregua fallida del pasado mes de marzo y tras los bombardeos israelíes a Catar– se pueden leer en esta clave electoral.
Más allá de la guerra de Gaza, las dinámicas internas entre el electorado estadounidense también se pueden leer en clave europea. Si el apoyo a Palestina puede haber contribuido al cambio de estrategia de Trump, Europa puede aprovechar este mismo efecto para asegurarse el apoyo del líder de EE UU a Ucrania. Una de las supuestas lecciones de los últimos ciclos en las urnas es que el electorado estadounidense había dado la espalda al país de Volodímir Zelenski. Sin embargo, los datos desmienten esta narrativa.
Según un estudio de la Universidad de Harvard, una gran mayoría del electorado sigue apoyando a Ucrania en su guerra contra Rusia. Entre otras medidas, los votantes se muestran partidarios de imponer sanciones económicas a Rusia (77%), proveer de armas al Gobierno de Kiev (68%) y sancionar a aquellos países que compren petróleo o gas ruso (57%). Estas cifras son transversales; de hecho, en los últimos meses el apoyo a Ucrania ha crecido de manera muy pronunciada entre los votantes republicanos.
Como en el caso de Israel y Palestina, por lo tanto, existe una disonancia entre la clase política americana republicana, que prosigue en su discurso antiatlantista, y un electorado que se decanta claramente por respaldar a Ucrania. Esta disonancia abre una ventana de oportunidad para que los líderes europeos marquen la política exterior de Trump. Ante un presidente americano guiado ante todo por su narcisismo, los líderes europeos deben hacer ver a Trump que apoyar a Ucrania no solo le posicionaría en el lado correcto de la historia; también podría reportarle un enorme rédito electoral y –quién sabe– el ansiado premio Nobel.