Con el transcurso de los días va creciendo en mi interior una suerte de admiración por todos los sanchistas que en el mundo son, unos sujetos carentes de formación intelectual o de principios, a veces ayunos de ambas cualidades. Son tontos que se hacen los tontos, circunstancias que Herodes Agripa, amigo de quien estaba llamado a ser el emperador Claudio detectaba que esa conjunción de virtudes haría de él un dios.

Me parece admirable la entereza con la que sostienen sus dislates y su admiración por el número uno. A cualquiera le daría vergüenza, qué van a pensar de mí los vecinos, que soy un amoral o un tonto de baba, o quizá las dos cosas. Hace falta mucha independencia de criterio para no depender de esos prejuicios que son limitativos para las personas normales. Últimamente me llama mucho la atención el empecinamiento del joven Gonzalo Miró, que según las leyes de la genética en lo que uno puede conocer debería haber salido algo más listo. Claro que también puede considerarse en su descargo que su madre lo cristianó con un nombre exótico, Gonzalo Werther, quizá una premonición de que al joven le esperaban muchas penas como al héroe de Goethe. Pero tampoco es cosa de confundir la literatura con la realidad. El muchacho, a su modo y en su oceánica ignorancia, es feliz, o al menos, pasa buenos ratos, más que penas.

La amnistía se tramitó con urgencia y alevosía, desmintiendo todo lo que habían dicho hasta julio del 23 el presidente y todos sus ministros, que fueron unánimes al tacharla de inconstitucional. ¿Se acuerdan de la Comisión de Venecia, con tanto celo invocada por Félix Bolaños? Cita: «Según la Comisión (de Venecia, la amnistía) es una herramienta política y constitucional útil y necesaria para la reconciliación y para superar el conflicto político en Cataluña».

Lo repitió mucho en aquellos días (marzo 2024), pero resultó que no, que el informe de la Comisión abogaba por acotar temporalmente la amnistía, porque no debía diseñarse para beneficiar a determinados individuos y porque debía ser aprobada mediante mayoría cualificada, no solo absoluta.

Si miramos las cosas desde un cierto punto de vista, algunos puntos del análisis del sanchismo podrían ser razonables. Por ejemplo, cuando comparan esta amnistía para los golpistas con la de octubre de 1977 que supuso el pórtico de la democracia. Aquella ley de amnistía defendida en el Congreso por Marcelino Camacho era en la vida política española un cambio de régimen entre la dictadura y la democracia. El único análisis que puede hacerse con la presente es que esta también marca un cambio de régimen, pero al revés, de la democracia a la dictadura.

La Comisión Europea pone en cuestión la amnistía de Sánchez ante el Tribunal de Justicia de la UE, que en realidad es una autoamnistía: ha necesitado los votos de sus beneficiarios para ser aprobada y por formar parte de un acuerdo necesario para lograr la investidura del proponente Sánchez. Las Comisión de Venecia, a ver si se entera Bolaños, no veía en ella reconciliación, sino todo lo contrario: “ha ahondado una división profunda y virulenta en la clase política, en las instituciones, en el mundo judicial, en el mundo académico y en la sociedad española.” O sea.