ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Este es el verdadero rostro de un PSOE carente de principios, ayuno de moral, entregado a la voluntad de Sánchez

Si hediondo es el caso de las mascarillas, que ya contamina a todo el sanchismo, más tóxica resulta aún la amnistía con la que su líder se dispone a pagar su permanencia en la Moncloa. Tanto el uno como la otra muestran el verdadero rostro de este PSOE corrupto, carente de principios, ayuno de moral, entregado a la voluntad de un solo hombre cuyo único norte es el poder a cualquier precio. Pero si la trama de compras fraudulentas, comisiones, favores infames y demás tropelías perpetradas por altos cargos socialistas afecta a nuestros bolsillos, el manto de olvido que se pretende arrojar sobre los delitos cometidos por la banda de Puigdemont constituye un ataque frontal a la línea de flotación del estado de derecho. Una afrenta a nuestra dignidad. Un salivazo a la democracia.

El escándalo multimillonario destapado por la investigación de la UCO reviste una gravedad sin precedentes, no solo por el elevado número y destacada relevancia política de las personas implicadas, entre las cuales figuran la presidenta del Congreso, la mujer del presidente del Gobierno y varios ministros, sino por el contexto especialmente dramático en el que se produjo. Hay que ser muy miserable para dar un pelotazo aprovechando una pandemia, pero no le va a la zaga quien facilita ese lucro ilícito por sumisión a unas siglas o fidelidad perruna a un dirigente. Me refiero a Ábalos, TorresArmengol o Marlaska, de momento. Hay que carecer de escrúpulos, de decencia y de vergüenza para conocer esa podredumbre y mirar hacia otro lado (Montero), o para blindar a sus responsables por el procedimiento de aforarlos. O sea, lo que hizo Pedro Sánchez, digamos que presuntamente. En cuanto a Begoña Gómez, todo apunta a que comparte ambición y métodos de ascenso profesional con su esposo. Como dice el refranero, «dos que duermen en un colchón se vuelven de la misma condición».

Con ser repugnante hasta la náusea, nada de esto resulta completamente novedoso. Robar al contribuyente es una costumbre arraigada entre nuestros mandatarios, que la acción de la justicia sólo consigue castigar a posteriori, cuando lo consigue. Lo de amnistiar a un sedicioso huido de la justicia, investigado por terrorismo en el Supremo y sospechoso de alta traición por sus lazos con el sátrapa Putin, es harina de otro costal. Eso sí que no se ha visto nunca. Nadie cayó jamás tan bajo. Porque esto nada tiene que ver con la «pacificación» de Cataluña. Basta oír al prófugo proclamar, ufano, su determinación de seguir por la vía unilateral hasta alcanzar la independencia, tal como votó recientemente su grupo en la Mesa del parlamento autonómico. Esto es vender nuestra igualdad y soberanía por siete escaños decisivos para mantener con vida a Frankenstein. Un acto de corrupción política que acabará resolviendo Europa, previa humillación de España con el consiguiente procedimiento de infracción.