José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El PCE no es leal con la defensa de la ley de amnistía de 1977 ni coherente con la historia por las brutalidades que cometió en 1937 contra el POUM y por el asesinato de Andreu Nin
Ha querido la casualidad que terminase de leer ‘La revolución imposible. Vida y muerte de Andreu Nin’, de Andreu Navarra (Editorial Tusquets 2021) al tiempo que Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España, defendiese ante el Congreso de los Diputados una enmienda de adición en el proyecto de ley de Memoria Democrática que introduce una disposición a la de amnistía de octubre de 1977 para que no queden impunes los crímenes del franquismo al amparo de esa norma que hace ya 44 años defendió con fogosidad y convicción Marcelino Camacho, uno de los veinte diputados que formaban el grupo comunista integrado por el PCE y por el PSUC.
Existen obstáculos insalvables para que ese añadido en la ley de amnistía tenga efectos prácticos, como muy bien ha argumentado en estas páginas el pasado jueves el catedrático de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras, y ha reconocido, increíblemente, el ministro de presidencia, Félix Bolaños, cuyo partido apoyó la enmienda. Pero eso ya lo saben quiénes están en la operación de alterar los términos de la reconciliación a la que Marcelino Camacho se refirió en su discurso parlamentario en apoyo a esa ley en octubre de 1977. De lo que se trata es de cuartear los fundamentos del actual sistema y, poco a poco, con actos de eficacia material y otros simbólicos, y siempre con la adhesión del PSOE de Pedro Sánchez, los reventadores van haciendo camino al andar. La ‘reductio ad Francum’ sirve también como una maniobra de diversión cuando le vienen mal dadas a la izquierda gobernante.
Pero el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. O en otras palabras: que nos diga Enrique Santiago, los demás dirigentes de Unidas Podemos y del PSOE qué habría que hacer ante los trágicos acontecimientos que sucedieron en Cataluña (1937-38) con la matanza de militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y de su máximo dirigente, Andreu Nin, secuestrado y asesinado en junio de 1937 en Alcalá de Henares por agentes comunistas del PCE al servicio de José Stalin y bajo el Gobierno presidido por el socialista Juan Negrín que miró para otro lado. Y qué hacer con las sentencias de la República que se dictaron contra los dirigentes de ese partido de obediencia marxista. ¿O acaso no llega la memoria democrática hasta aquellos años?
La ‘reductio ad Francum’ sirve también como una maniobra de diversión cuando le vienen mal dadas a la izquierda gobernante
Según el autor Andreu Navarra (página 263) desde que Nin fuese nombrado consejero de Justicia de la Generalitat, cargo en el que permaneció entre septiembre y diciembre de 1936, «los comunistas estalinistas tramaron su destrucción física y la del POUM». Y así ocurrió. En palabras de Albert Camus «la muerte de Andreu Nin representa un giro en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada» (página 331). El historiador cuenta en su detallado relato que «durante esta pequeña guerra civil dentro de la Guerra Civil, hubo más muertos en Barcelona que durante los hechos de julio de 1936» (página 284). Citando fuentes comprobables, la cifra de víctimas alcanzó las cinco mil: 4.500 heridos y 500 muertos.
En la Cataluña de entonces, el Gobierno de la Generalitat estaba integrado por tres consejeros de ERC, tres de la CNT, uno de la Unión de Rabassaires, uno de Acción Catalana, uno del PSUC y Nin en representación del POUM. Cuando dejó el cargo ya estaba dictado el veredicto de su asesinato y de la destrucción del POUM que el socialista Juan Negrín ilegalizó. Como recuerda el biógrafo del dirigente marxista en una entrevista concedida a El Confidencial el 18 de septiembre pasado, el PSCU pidió perdón públicamente por aquellos asesinatos, pero el PCE nunca lo ha hecho. Las acusaciones a Nin y a su partido fueron falsas: unas inventadas colaboraciones con Franco, Mussolini y Hitler. Eran, pues, fascistas encubiertos.
A las víctimas hay que repararlas restableciendo su dignidad; dándoles sepultura digna y honrosa
Vuelvo al inicio: ¿cómo hay que valorar la matanza de aquellos marxistas a manos de otros comunistas estalinistas (el PCE de entonces), el asesinato de su líder, el silencio sepulcral sobre aquellos acontecimientos del comunismo español y de Esquerra Republicana de Catalunya que estaba incorporada a la Generalitat y que ahora, tantos años después, pide revocar la amnistía para juzgar los crímenes franquistas?
Merece la pena leer la trayectoria de Nin y del POUM en aquellos azarosos años 1937-38, redactada con detalle por Andreu Navarra, para contrastar una realidad incontrovertible: la historia localiza episodios de unos y de otros que merecen un mismo juicio moral y político. Pero como dijo también en estas páginas el intelectual mexicano Enrique Krauze (9 de julio pasado) «la historia no es un tribunal», pese a que en España algunos persistan en convertirla en un artefacto retroactivo contra sus adversarios políticos de hoy. Una insensatez.
Más allá del franquismo y más acá de la democracia —ahí está la barbarie de la banda terrorista ETA— han existido crímenes masivos y de lesa humanidad. A las víctimas hay que repararlas restableciendo su dignidad; dándoles sepultura digna y honrosa; deben también indemnizarse los daños que se causaron con bárbara arbitrariedad; hay, en fin, que sostener la convivencia sobre la lucidez ética y cívica.
Como dijo también en estas páginas el intelectual mexicano Enrique Krauze (9 de julio pasado) «la historia no es un tribunal»
Todos estos propósitos son compatibles y complementarios con los que se persiguieron con la ley de amnistía según las propias palabras de un comunista represaliado por el franquismo como Marcelino Camacho cuyo discurso —inolvidable— comenzó así: «Me cabe el honor y el deber de explicar en nombre del Partido Comunista de España y del Partit Socialista Unificat de Catalunya, en esta sesión, que debe ser histórica para nuestro país, nuestro voto sobre la ley de amnistía (…) nosotros considerábamos que la pieza capital de esta política de reconciliación nacional tenía que ser la amnistía. ¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros si no borrábamos ese pasado para siempre?». Recordar esas palabras de aquel sindicalista tiene especial sentido hoy cuando se cumplen 46 años de la muerte de Francisco Franco.
PD. A propósito de los temas que se abordan en este artículo, es interesante leer los ensayos «20 de Noviembre/20 N» de José Carlos Rueda Laffond y Carlota Coronado y “Checas/Chekas” del primero de los autores, publicados en el libro de muy reciente aparición «Diccionario de símbolos políticos y sociales del siglo XX español» obra coral dirigida por los historiadores Juan Francisco Fuentes y por el propio Juan Carlos Rueda Laffond (Alianza Editorial).