- Ni un solo periódico de derechas fue autorizado ayer a hacerle preguntas a Sánchez en su rueda de prensa, lo que supone restringir la libertad informativa
Hoy se conocerá el resultado electoral en la mayor democracia del mundo, aquella que tanto admiró a Tocqueville allá en el siglo XIX y que ahora busca un presidente eligiendo entre el malo y la peor.
El vizconde Alexis de Tocqueville nació en París en 1805, en el seno de una familia monárquica, varios de cuyos miembros fueron pasados por la guillotina de la Revolución. El horror de Robespierre y compañía lo alejó de por vida de las políticas exaltadas y lo convirtió en un liberal moderado.
En 1831, Tocqueville fue comisionado para estudiar in situ durante nueve meses el modelo penitenciario de Estados Unidos. Pero la inmensidad natural del país y su muy sopesado modelo político lo admiraron tanto que acabó dedicándoles un ensayo que ya es un clásico, La democracia en América.
Tocqueville elogia en su obra el delicado mecano del sistema de contrapesos políticos que impera en Estados Unidos. El pensador francés expresa su admiración por la inteligencia de los padres constituyentes y ensalza lo importantes que son los pilares institucionales para lograr que la libertad siga imperando en una nación con el paso de los siglos. Además, tiene la perspicacia de captar la importancia de la impronta cristiana a la hora de vivificar el modelo democrático americano.
Si Tocqueville reapareciese del más allá y se diese un garbeo de nueve meses por la España actual, su conclusión sería exactamente la contraria de la que extrajo en Estados Unidos en su momento. Vería nítidamente que aquí Sánchez y su Gobierno están desmontando la democracia, pues van restando oxígeno poco a poco a las buenas prácticas que la permiten respirar.
Un ejemplo es lo que ocurre con las preguntas al presidente y las de la rueda de prensa tras los consejos de ministros. Sistemáticamente se ningunea a los medios críticos con el nuevo Frente Popular, concediéndoles solo la palabra de manera muy puntual. ¿Qué problema genera ese filtro oficialista? Pues que el poder no es interrogado como es debido por parte de los periodistas. Se evita que el Gobierno reciba preguntas críticas, duras, cuando suponen una seña distintiva del funcionamiento de todas las democracias de solera.
Es tremendo tener que decirlo, pero las ruedas de prensa de Sánchez se parecen más al modelo besamanos de las de Putin que a las que soportan los mandatarios de EE. UU., Alemania o el Reino Unido. Las preguntas de los periodistas a los que se permite preguntar son fofas, rutinarias. Las cuestiones comprometidas para Sánchez son soslayadas por unos supuestos periodistas, que en realidad se comportan como masajistas y apologistas de Sánchez y su proyecto político.
Este martes se ha vivido un ejemplo de libro. Es cierto que la prioridad absoluta ante la crisis de las mortíferas riadas son las víctimas, los daños y las labores de recuperación. No podría ser de otra manera. Pero también es verdad que existe un sonado debate político sobre la reacción de Sánchez en Paiporta, cuando ante las airadas protestas de los vecinos se dio a la fuga de una manera cobarde dejando abandonados a los Reyes. Ese hecho bochornoso ha merecido titulares en medios de todo el planeta.
En una democracia normal, un presidente que se acaba de comportar así sería abrasado por las cuestiones de los periodistas. Aquí no, porque el Ejecutivo solo permitió cuatro preguntas, a cargo de dos medios progubernamentales, El País y La Sexta; el diario catalán La Vanguardia, experto en nadar y guardar la ropa; y el canal valenciano de televisión. Resultado: Sánchez solo recibió una suave pregunta de guante blanco en relación a su sonada espantada.
Este tipo de prácticas no son anecdóticas. El periodismo es la conciencia crítica de todo poder. Esa es su médula, su sentido. Si se prohíbe por la vía de los hechos que los medios críticos puedan preguntar directamente al que manda, en realidad se está restringiendo el pluralismo informativo y la libertad de prensa.
El periodismo español se encuentra en un estado calamitoso, debido a que una notoria parte de los profesionales han olvidado la razón de ser de su oficio —evaluar y controlar al poder— para convertirse en amables propagandistas del que manda. La mayoría del público ni se entera de la manipulación, pero es una más de las muchas con que este presidente está dejando la democracia en el chasis.
Si el sagaz Tocqueville escribiese hoy sobre el sanchismo titularía su ensayo La Antidemocracia en España.