Pedro J. Ramírez-El Español

Qué distinta sería la política si cada diputado votara según los intereses de sus electores y dijera lo que piensa. Son las dos cosas que viene haciendo el joven representante de la Chunta Aragonesista Jorge Pueyo.

Pueyo rompió la disciplina de voto tanto en el decreto “antiapagones” para “no favorecer a las eléctricas”, como en el traspaso de competencias fiscales a Cataluña para no perjudicar a los aragoneses.

Pero ha sido esta semana cuando ha dado el campanazo al convertirse en el primer diputado gubernamental que ha pedido elecciones anticipadas si no hay presupuestos.

Su alegato de que “aguantar por aguantar ya no sirve de nada” tiene una lógica aplastante. Máxime cuando lo vincula a que “al Congreso no hemos venido a generar ruido ni a perder el tiempo”.

Pueyo ha sentido cómo algunos de sus compañeros de Sumar y la bancada lanar del PSOE trataban de fulminarle con la mirada, pero es muy probable que en cuestión de semanas sea percibido como un atinado precursor.

‘Cuatro esquinitas’ tiene su cama: el bloqueo parlamentario, el calendario autonómico, la evolución de los sumarios por corrupción y las perspectivas de la guerra de Gaza auguran unas elecciones generales en la primavera del 26.

La legislatura se acortaría así en cinco trimestres, exactamente como ocurrió en el 96 y quién sabe si este precedente de treinta años atrás podría hacer recular a Sánchez.

Fue la única de las trece elecciones en las que un presidente ha tratado de mantenerse en la Moncloa y no lo consiguió. La “amarga victoria” de Aznar, entre el hito y el mito.

Pero Sánchez no es el tipo de persona al que le preocupe el mal fario y todas las demás consideraciones en los cuatro frentes reseñados favorecen la anticipación de las urnas.

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Las últimas esperanzas de que Puigdemont pueda dar estabilidad al Gobierno, aprobando normas como la Ley Bolaños o, no digamos, los Presupuestos, se desvanecieron el jueves cuando Conde-Pumpido comentó que el Constitucional no resolverá su recurso de amparo hasta el año próximo.

Es imaginable el chasco que debe sentir Puigdemont sin amnistía, sin catalán en la UE, sin financiación singular, sin transferencia de la inmigración y sin nada de nada. Le quedará mucho pelo, pero se lo han tomado como a nadie.

Y para colmo con Illa cada día más asentado en la Generalitat y Orriols comiéndole terreno a Junts.

¿Para qué se ha comprometido Sánchez a presentar entonces un proyecto de Presupuestos, cuando sabe que no va a prosperar y que eso enfatizará la esterilidad de la legislatura?

La asociación con Sánchez está siendo letal para el separatismo burgués. De ahí que su apuesta sea que las generales -sin Orriols en la contienda- antecedan lo más posible a las municipales. Junts no apoyará una moción de censura, pero censurará día tras día al Gobierno.

Podemos también tiene prisa para abalanzarse cuanto antes sobre los restos de Sumar y ponerle un buen registro horario a Yolanda Díaz (sólo de salida).

¿Para qué se ha comprometido Sánchez a presentar entonces un proyecto de Presupuestos, cuando sabe que no va a prosperar y que eso enfatizará la esterilidad de la legislatura?

Pues para convertirlo en un brindis al sol electoral. Tendrá toda la carga social que pueda imaginarse y la culpa de su rechazo recaerá en los rupturistas de derechas y los revolucionarios de izquierdas.

Sánchez alardeará de no haber pagado ni el precio de reiniciar el procés ni el de dinamitar el modelo de sociedad. Emergerá, sacando pecho por la economía, como el paladín de una socialdemocracia posibilista frente a la ultraderecha y sus aliados.

Cuando eso ocurra será el momento de guiñarnos el ojo y subrayar que a la fuerza ahorcan.

Porque Sánchez adelantará las elecciones para intentar perpetuarse en el poder porque creerá que tiene más posibilidades de lograrlo que si apura los cuatro años de mandato hasta el final.

A su favor jugará la estadística. El 12-1 que, además de evocar la gesta futbolera frente a Malta, también refleja lo ocurrido en las trece veces que un presidente ha intentado revalidarse electoralmente.

Pero frente a la abrumadora ventaja que supone competir desde la Moncloa con todo un ejército de trujimanes pagados por el erario a su servicio, se alza la impopularidad de su persona y su gestión.

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Lo único peor valorado que Sánchez es su equipo en su conjunto y, como no podía ser de otra manera, la palma del repudio se la lleva su vicepresidenta primera.

Dando por hecho que en Castilla y León todo siga como está, para el PSOE sería un suicidio concurrir a las elecciones andaluzas con la desmadejada María Jesús Montero a pecho descubierto.

Y la hecatombe sería total si tres buenos presidentes autonómicos como el aragonés Azcón, la balear Prohens y la extremeña Guardiola lograran consolidar a la vez su independencia de Vox.

Tanto la absolución como la condena de García Ortiz permitirá al PSOE hacer un alegato político bien contra el PP, bien contra la cúpula judicial.

Frente al envite del súper domingo que ya le está lanzando Génova, Sánchez no tendrá otro remedio que duplicar la apuesta y encabezar él personalmente las mesnadas socialistas en un choque frontal a por el todo o nada.

Es su única ventana de oportunidad para zanjar la cuestión antes de que el escenario de la contienda final quede determinado por la progresión de los sumarios judiciales que le cercan también por cuatro costados: el de su mujer, el de su hermano, el de su primer secretario de Organización y el de su segundo secretario de Organización.

El juicio al Fiscal General va a servir de preámbulo a todo ello, pero su resultado no será de ninguna manera decisivo porque la revelación de secretos es un delito sinuoso y maleable. Sobre todo si la víctima es el novio de Ayuso, acusado a su vez de fraude fiscal.

Tanto la absolución como la condena de García Ortiz permitirá al PSOE hacer un alegato político bien contra el PP, bien contra la cúpula judicial.

Será un buen partido de pretemporada del que el vencedor saldrá eufórico, pero con un impacto en la opinión pública limitado porque al acusado no se le imputa lucro alguno. Algo que sí ocurre en los otros cuatro sumarios.

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Esta semana hemos sabido que Begoña Gómez no dijo la verdad al juez cuando declaró que su asistente Cristina Álvarez sólo le hacía “favores esporádicos” relacionados con su cátedra. De los ciento y pico mails analizados por la UCO se deduce que más bien la gestionaba y lo “esporádico” era que dejara de hacerlo.

Tras año y medio de instrucción persisten dudas jurídicas sobre el alcance penal de la conducta de Begoña Gómez. Pero en ninguna democracia seguiría en el cargo un presidente cuya esposa hubiera pedido dinero o favores a no menos de dieciséis empresas o entidades “beneficiándose” de su posición en la Moncloa.

E influyendo además para que se adjudicaran contratos millonarios, bajo grave sospecha de amaño, a quien le ayudó a impulsar sus negocios.

Eso es lo que no tiene vuelta de hoja. Como tampoco la tiene el hecho de que un músico perdido en Rusia se pusiera a buscar piso en Badajoz, dando por hecho que le adjudicarían una plaza de nueva creación que ni siquiera había sido convocada.

Su única ventaja era apellidarse Sánchez, aunque se hiciera llamar Azagra.

Desde la era de la Corte de los Milagros no se había convertido la sede del poder ejecutivo en un patio de Monipodio así. En una meca del tráfico de influencias con Pepiño Blanco, Antonio Hernando y su mujer, Zarrías, la Fontanera y hasta el profesor de esquí pululando física o virtualmente por sus alrededores.

Sólo faltaba el retorno de Iván Redondo con su circo de dos pistas: una dedicada a la demoscopia fake, la otra al asesoramiento a la empresa más dinámica del sector de la Defensa. Ese sí que es un panal de rica miel.

Alguien terminará publicando pronto ya veremos si “Cuatro horas con Ábalos”, “Cuatro horas con Koldo” o “Cuatro horas con Santos”.

Y además de todo eso está la corrupción de los dos pútridos lugartenientes del Peugeot, los dos hombres a los que Sánchez entregó sucesivamente las llaves de Ferraz y el control directo o indirecto de múltiples contratos de obra pública.

En el caso de Ábalos, la UCO nos ha corroborado este viernes que parece imposible caer más bajo. Ahí campaba a sus anchas, canalizando el dinero negro de las mordidas a través de su asistente, la familia de su asistente y su propio hijo, para luego repartirlo entre las “sobrinas” de variopinto pelaje.

Elaifóbicos abstenerse, porque todo lo que aparece en los trescientos y pico folios del nuevo informe de la UCO -de las “chistorras” a los sobres en efectivo, pasando por “las cositas que quiere regalarme el pitbull”- parece un concurso de lanzamiento de huesos de aceituna rebozados en viscosa saliva.

Es muy elocuente que tras ese viaje al fondo de la noche de los manejos de quien lo fue todo en el partido, a lo único que sea capaz de aferrarse el PSOE es a que la entrega de esos sobres no implica que hubiera financiación ilegal.

Es verdad que no hay que precipitarse. Cuando lleguemos a ese puente ya cruzaremos ese rugiente manantial. De momento sabemos que una empresaria –¿por qué iba a mentir Carmen Pano?– declaró al juez haber entregado 90.000 euros en billetes en la sede de Ferraz y que billetes había en la sede de Ferraz.

Alguien terminará publicando pronto ya veremos si “Cuatro horas con Ábalos”, “Cuatro horas con Koldo” o “Cuatro horas con Santos”. Sólo el primero de los tres que cruce esa meta tendrá valor para la Fiscalía.

Los otros ya pueden ir preparando su petate -y el de algunos de sus seres más queridos, a juzgar por lo leído- para un largo “caminito de Jérez”, como decía Gómez Bermúdez.

Sólo un adelanto electoral podría parar el reloj de estos sumarios y arrebatar de paso la competencia al eficiente instructor del Supremo, Leopoldo Puente. Ábalos perdería la condición de aforado y la causa entraría en el proverbial tempo lento del juzgado de Ismael Moreno en la Audiencia.

He aquí otro aliciente para hacerle caso a Pueyo.

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Si las previsiones se cumplen -apoyo puntual de Junts, abstención de Podemos- Sánchez no tendrá el menor reparo en sacar adelante la convalidación del decreto de sanciones a Israel gracias al nada disputado voto del señor Ábalos.

Si no le ha hecho ascos al apoyo de Bildu, menos aún le incomodará el de su recurrente cuate.

Máxime cuando puede tratarse de la última victoria política que le depare el ciclo gazatí.

Si el plan de paz de Trump que Hamás está empezando a asumir prospera, adiós a lo que Manuel Valls ha bautizado como “palestinismo electoral”. Cuando las imágenes de la vuelta de los rehenes y la liberación de prisioneros sustituyan a las de los bombardeos y matanzas, todo volverá al aburrido tira y afloja diplomático.

Tanto los ministros ultraortodoxos del Gobierno hebreo como Sumar figuran entre los pocos que se han declarado abiertamente contrarios al plan de paz. Es obvio que temen quedarse colgados de la brocha y sin escalera.

En el fondo, esos socios minoritarios están verbalizando los intereses y sentimientos de los socios mayoritarios de sus gabinetes no pueden traslucir.

Por razones tan distintas como concurrentes, ni a un primer ministro ni al otro les conviene que se disipe pronto la niebla de la guerra y los ciudadanos empiecen a verles con mayor claridad, sumarios por corrupción incluidos.

En el caso de Sánchez no tendría nada que ver convertirse en uno más de los líderes mundiales obligados a respaldar la “pax trumpiana” -¡codo a codo con Feijóo!- que perseverar como paladín de la expulsión de Israel de La Vuelta Ciclista y el Festival de Eurovisión.

A este paso, pronto tendrá que hablar de otra cosa en los mítines.

Es hora, pues, de que la flotilla de merodeadores y maestros del abordaje que tan eficazmente ha cumplido su papel ‘performativo’ se eche a un lado y antes de que la mar termine de estar en calma, abra paso a la poderosa armada del capitán Sánchez.

El comodoro Tezanos ha lanzado el grito de “¡urna a la vista!” y todos los cañones del BOE apuntan ya a sus objetivos clientelares. O tocamos a rebato o volverán a pasarnos por las armas.