Se atribuye a Eugenio D’Ors, aquel escritor catalán que al decir de Pla “hablaba en cursiva”, la anécdota en la que, tras dictar un artículo a su secretaria, preguntaba: “¿se entiende bien, Angelita?” y al responder ella: “perfectamente, don Eugenio”, replicaba él: “Pues oscurezcámoslo”.
Uno tiene la impresión de que Pedro Sánchez practica con Bolaños un juego parecido y que él, como Angelita, responde que los barones socialistas “entienden” lo del Gobierno en Cataluña. Lo que no está tan claro es que el chulángano de la Moncloa pueda oscurecerlo más.
La verdad es que lo intenta, aunque la Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición ha publicado un manifiesto suscrito por los ex ministros socialistas José Luis Corcuera, Cosculluela, César A. Molina, Virgilio Zapatero y Julián García Vargas y otras 300 personas que han venido a señalar muy razonadamente que “romper España no es un delito de orden público”. Algunos habíamos empezado a temernos que no quedasen muestras de vida decente, o al menos inteligente, en el PSOE de Pedro Sánchez aunque sí parece haberla en los recovecos del antiguo régimen.
También han firmado ex diputados, ex embajadores, ex magistrados del Constitucional: Paco Vázquez, Nicolás Redondo, Jiménez Barrios, Salvador Clotas, Alejandro Cercas y Rafael Delgado, ‘El Fali’, antigua mano derecha-y a veces izquierda-, de Alfonso Guerra, que confesaba en entrevista con Onda Cero que no había querido firmarlo para que no pasar a llamarse ‘el manifiesto de Alfonso Guerra’, pero que estar de acuerdo, claro que lo está. Guerra no se ha privado de dar un torniscón a Pedro Sánchez cuando le preguntaron cómo cree que pasará a la historia: “él dice que por haber exhumado a un cadáver, pues vaya gloria”. También ha dado un repaso a la hemeroteca de Sánchez, cuando dijo que lo de los golpistas no era sedición, sino rebelión y prometió agravar las penas y cuando prometió que no habría indultos y que no pactaría con Bildu. Lástima que concluyera: “yo mantengo mi coherencia, si otros cambian no es mi problema”. En eso se equivoca. Claro que lo es: suyo, mío y de todos los españoles.
También de esos barones a los que Bolaños creía tener comiéndole en la mano. Esos García Page que barruntan un horizonte de perros ya no tan lejos del río. No sé si se puede descartar radicalmente que el presidente castellano-manchego vaya a sufrir la catarsis Lambán tras una llamada de Moncloa, aunque sea de Bolaños, pero la proximidad de las elecciones de mayo hace doblar las campanas del arrepentimiento en las comunidades gobernadas por los socialistas. “Que no nos tomen por tontos”, decía ayer en Ocaña. Un Código penal no se puede hacer a la medida de nadie, con los votos que amparan a los culpables”. Unos culpables que no se han arrepentido ni han reconocido haber causado mal alguno y que prometieron reincidir. Recuérdese el ‘Ho tornarem a fer’ o la burla del socio Arnaldo Otegi, condenado por terrorista: “No habría Gobierno sin el apoyo de los que queremos marcharnos de España”. Tampoco hay España con un Gobierno que se apoya en semejantes compañías, pero los casos que señalamos tienen algo de estimulante, aunque se han dado solo por atrición, el pedagógico miedo al castigo de las urnas.