EL MUNDO 09/05/14
ENTREVISTA JEAN-CLAUDE JUNCKER
Pocos como Jean-Claude Juncker conocen tan bien la alta política comunitaria. Dieciocho años como primer ministro de Luxemburgo y ocho como presidente del Eurogrupo le han dado acceso a las reuniones más importantes en las que se ha decidido el futuro de la Unión Europa. Su pasado le carga de experiencia para afrontar el nuevo reto al que se enfrenta: ser elegido presidente de la Comisión Europea como candidato del Partido Popular Europeo.
Pero esa herencia puede volverse en su contra. Muchos le ven como parte del sistema fallido que llevó a Europa a la mayor crisis en 60 años y como responsable de las medidas de austeridad practicadas en los últimos años. Se defiende de esas críticas asegurando que la UE comienza a recuperarse, promete trabajar «día y noche» para reducir el desempleo y garantiza una renovación de las instituciones: «Los días de los acuerdos a puerta cerrada se han acabado».
Pregunta.–Hay un gran desánimo y descontento entre los europeos, especialmente en la población más joven. ¿Por qué deberían votar el 25 de mayo y por qué hacerlo por usted?
Respuesta.–Estas elecciones son importantes porque por primera vez en la historia de la integración europea las principales familias políticas han designado a sus candidatos para presidir la Comisión Europea. Y porque tratan sobre una elección auténtica. Los ciudadanos van a poder decidir la dirección que toma la UE en los próximos años. ¿Quieren una UE responsable a cargo de las finanzas y que invierta en áreas que marcan la diferencia o quieren votar a personas que actuarán igual que antes de la crisis tomando decisiones irresponsables? Su decisión también supondrá optar por una UE a favor de mantener las fronteras abiertas y que tome decisiones responsables para solucionar el problema de la inmigración o por líderes que respaldan a dictadores. La decisión está en su voto.
P.– Hemos visto en varios Estados miembros un resurgimiento de movimientos radicales y euroescépticos. ¿Son un riesgo real para la UE?
R.–No creo que sean un riesgo en esas elecciones. No obtendrán los votos suficientes para bloquear el Parlamento Europeo. Pero tenemos que permanecer alerta, porque esto sí podría suceder en 2019.
P.– ¿Está preocupado por la amenaza que supone para la UE la alianza entre dos líderes radicales como Marine Le Pen y Geert Wilders?
R.– No me preocupo tan fácilmente. Un voto para un partido extremista es un voto vacío en el Parlamento. Nunca he visto a estos partidos poner sobre la mesa una sola propuesta, lo único que hacen es ruido. Nada puede ser construido siendo únicamente anti.
P.– Como ex presidente del Eurogrupo, los ciudadanos pueden verle como un representante de la austeridad y las medidas tan discutidas contra la crisis que ha adoptado la UE en los últimos años. ¿Puede afectarle en las elecciones?
R.– Estoy de acuerdo con esa interpretación. Pero se habla de austeridad como si fuera la década de 1930 y no es así. Al principio de la crisis actuamos como keynesianos e inyectamos, en una acción conjunta de todos los gobiernos europeos, 250.000 millones de euros en la economía. Introdujimos programas económicos anticíclicos que por definición son lo contrario a la austeridad. Pero, al mismo tiempo, tuvimos que resolver el problema de la deuda pública. No había alternativa a las reformas. No se puede construir un futuro simplemente con deuda, porque antes o después habrá que devolverla.
P.– ¿Diría que la gestión de la crisis ha sido buena?
R.– Lo primero que diría es que es prematuro consignar nuestras acciones a los anales de la Historia. La crisis que hemos atravesado ha sido la mayor amenaza a la que la Unión Europea se ha enfrentado nunca. Cogió a los países por sorpresa y obligó a transformar todo un sistema en poco tiempo. La receta de solidez a cambio de solidaridad está empezando a dar sus frutos. Mire los ejemplos de Grecia, Portugal o Letonia, que después de llevar a cabo importantes reformas están empezando a volver al crecimiento y las tasas de paro comienzan a caer. El déficit está volviendo a niveles bajo control porque sus gobiernos han dado pasos valientes para poner en orden sus finanzas, aunque ello les haya costado su popularidad.
P.– ¿Debe hacer autocrítica por su tarea al frente de las finanzas de los países del euro?
R.– Trato de seguir las palabras de Edith Piaf y vivir mi vida sin lamentarme demasiado. Hicimos lo que pudimos cuando pudimos. Las instituciones europeas y los Estados miembros llevaron a cabo esfuerzos para estabilizar nuestra unión monetaria. El nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), que puede movilizar hasta 500.000 millones de euros, es un logro histórico, como lo es el Pacto Fiscal europeo, bajo el cual 25 países se han comprometido a mantener unas finanzas públicas sólidas y poner freno a su alto endeudamiento.
P.– Durante el debate televisado que mantuvo con el resto de candidatos usted dijo que la lucha contra el desempleo será una de sus prioridades. En España, éste es el asunto que más preocupa. ¿Qué medidas específicas propone usted?
R.– Durante los próximos cinco años quiero trabajar día y noche para sacar a Europa de la crisis, para garantizar a los europeos, especialmente a los jóvenes, que pueden tener un trabajo decente. La UE necesita invertir más en conocimiento y capital humano. La gente joven será la principal beneficiaria de estas inversiones y eso podría aumentar sus oportunidades de encontrar un empleo. Para ello también tenemos que crear esos puestos de trabajo. Debemos hacer un mayor uso de uno de los mejores activos que tenemos en Europa: nuestro mercado interno con 500 millones de consumidores. Por eso he convertido en mi prioridad como presidente de la Comisión crear un mercado único digital.
P.– ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas del Gobierno de Cataluña?
R.– Cualquier asunto que tenga que ver con un referéndum o una consulta popular es una cuestión interna de España que debe ser resuelta dentro de su marco constitucional. Por lo que respecta a los Tratados de la UE, la ley es clara: una Cataluña independiente dejaría de ser parte de la UE y tendría que solicitar su ingreso nuevamente.
P.– ¿Qué implicaciones tendría para la UE la salida de Cataluña?
R.– Considero que una situación así sería dañina para la Unión Europea, que lo que ahora necesita es una mayor unidad para desempeñar un papel central en el mundo. Si lo miras desde otra perspectiva, los poderes mundiales como Estados Unidos y China están comenzado a ver a una Europa unida como una auténtica fuerza que debe ser tenida en cuenta. Éste es el momento para la solidaridad y la unidad, no para el separatismo y las divisiones. Cualquier medida que pretenda acomodar los intereses de Cataluña y sus ciudadanos así como de España en su conjunto debe ser abordada dentro del marco constitucional. Tómense el tiempo que necesiten para encontrar ese acuerdo, no va a suceder hoy ni mañana. Debería ser una solución que se adopte de forma conjunta y que no tenga ninguna interferencia del exterior.
P.– Si usted es el próximo presidente de la Comisión Europea y se aborda una reforma de los Tratados, ¿estaría de acuerdo en que estos permitiesen la secesión de un territorio de un Estado miembro sin que ello implicara automáticamente la salida de la UE?
R.– Las consecuencias de la secesión de un Estado se rigen por la legislación internacional. Los Tratados han dado lugar a una Unión de Estados miembros y tendrían que ser ellos los que lo cambiaran. No veo que eso vaya suceder en un futuro cercano. Una cosa sí es segura: para que Europa pueda proyectar su poder en el mundo es necesaria mayor unidad. Hoy la auténtica independencia la garantiza la permanencia en la UE, no la salida de ella.
P.– Algunos miembros de su partido, incluida la delegación española, han sido críticos con el hecho de que usted no va a presentarse a las elecciones europeas. ¿Cómo explica esta decisión a sus electores?
R.– Creo que sería deshonesto presentarme a un puesto que no tengo intención de ocupar. No quiero ser diputado del Parlamento Europeo, quiero ser presidente de la Comisión Europea.
P.– Actualmente hay un comisario por cada Estado miembro, 28 en total. ¿Tiene intención de reducir esta superestructura?
R.–En aras de la eficiencia, a largo plazo necesitaremos reducir el tamaño del colegio de comisarios. A corto plazo, creo que reorganizar el trabajo de los comisarios ayudaría a ser más eficientes. Por ejemplo, su trabajo puede ser reagrupado bajo el liderazgo de cinco o seis vicepresidentes responsables de, entre otras cosas, la economía, el mercado interior y las relaciones exteriores.
P.– Existe la posibilidad de que ninguno de los candidatos a presidir a la Comisión Europea acabe en el puesto y los Estados miembros elijan finalmente a un tapado. ¿Qué cree que pensarán los ciudadanos europeos si esto ocurre?
R.– La democracia es como la pasta de dientes: una vez que está fuera del tubo, es muy difícil volver a meterla dentro. Una cosa está clara: los días de los acuerdos a puerta cerrada se han acabado. Si el resultado de las elecciones no es respetado, supondrá un tortazo en la cara de la democracia. Esto no va a ocurrir. Por primera vez en la Historia, el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo será el que determine quién presidirá la próxima Comisión.
P.– ¿Qué tipo de reformas institucionales necesita la UE?
R.– Si hay algo que he aprendido en todos estos años de experiencia en la política europea es que a los ciudadanos no les importan mucho las instituciones, sino los resultados que tienen un impacto positivo en sus trabajos y en su bienestar. Ésa será mi prioridad.