José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Moncloa tiene dos problemas. Casado, en vías de desintegración y Ayuso, en vías de consolidación. Iván Redondo está en ello
En la primera ola, plis plas, cerró los colegios, mientras Sánchez temblaba, Illa balbuceaba y Simón mentía con su natural desparpajo. “Alimenta el alarmismo”, le reprochaban desde Moncloa. “Eres tonta, inferior”, le gritó en Twitter una socialista aguardentosa. Isabel Díaz Ayuso mostró ya entonces el camino. También a su partido. Cayetana y ella osaron levantar la voz y proclamaron que no acudirían al 8-M de la infección feminista. “Ayuso y Álvarez de Toledo agravan la división en el PP”, titularon los medios del sanchismo. La disidencia interior. La coherencia exterior. Malas caras en Génova. Ahí empezó todo.
En la segunda ola, Illa, ya precandidato, lanzó su feroz ofensiva contra Madrid. Un pajecillo manchego le hizo los ecos, y al convite se sumó un presidente castellano viejo. Las clausuras perimetrales, todo un hallazgo del gobierno madrileño, funcionaban. Hasta los tribunales le dieron la razón a Ayuso y entonces Sánchez, enrabietado y colérico, decidió encarcelar Madrid. Por las bravas. Sin anestesia. “La presidenta madrileña ha optado por cruzarse de brazos y no hacer nada”, farfulló el por entonces ministro de Sanidad. Infamia tóxica. Repugnante falsedad.
Mentiras mezquinas, silencios tramposos, afirmaciones calumniosas, difamaciones venenosas, todo aquello que entra en el manual de una operación derribo de un político incómodo
Vuelven los ataques en esta tercera ola. Rebrota la madrileñofobia y estalla la ayusofobia. La evolución de la pandemia permite un respiro y los gestores de Madrid se plantean abrir sus fronteras para Semana Santa. Cae fuego graneado sobre la Puerta del Sol amén de un bombardeo inclemente contra la presidenta. «La nueva musa de la derecha», «la mujer que liberó Castilla», le piropeaban los medios europeos. Un diario nacional le dedica cada día al menos una bofetada en su portadilla local y dos o tres páginas de trompadas. Mentiras mezquinas, silencios tramposos, afirmaciones calumniosas, difamaciones venenosas, todo aquello que entra en el manual de una operación derribo de un político incómodo. Hay predecentes. Así Barberá, Camps y hasta Aguirre. Una obsesión enfermiza. La constancia es una virtud salvo cuando deriva en cerril patraña.
Ximo, el nuevo ariete de la Moncloa
Esta vez es Ximo Puig quien ejerce de mamporrero. Su gestión sanitaria ha sido un desastre. La económica, un horror. Lo expresó Toni Cantó días atrás en el debate de la comunidad: «Ahora somos la peor región de Europa contra la pandemia. La zona cero». Pues bien, el dirigente levantino, lejos de mantener un prudente silencio, dada la penosa realidad de su labor, se ha erigido en el líder incendiario de la revuelta contra Madrid. Pajecillo bis. La ‘bomba nuclear vírica’, segunda parte. Ha reunido a media docena de comunidades, que se apuntan con entusiasmo al tormento y lapidación de la presidenta madrileña con la excusa de que su razonada resistencia al cierre perimetral, avalada por la positiva experiencia, provocará un contagio masivo y frenético por España.
Ayuso es la peor noticia para Sánchez. La líder del PP no tiene oposición en Madrid, salvo las zancadillas de su socio naranja y las pataditas constantes de la portavoz de Vox, siempre embromando. La izquierda, evaporose del lugar ya hace tiempo
Las instrucciones de Moncloa son muy claras. Desintegrar primero a Casado -algo en lo que colaboran activamente los tribunales (con la corrupción del pretérito imperfecto) y sus barones- y luego, acabar con Ayuso. Estos son los objetivos prioritarios del laboratorio big-data de Iván Redondo. Meses atrás, justo después del verano, se ensayó una moción de censura en la Asamblea de Madrid, con la colaboración de tres tránsfugas de Ciudadanos y con un Cepeda como cabeza de cartel socialista. La jugarreta se estancó porque los planes no estaban maduros. Se volverá a intentar. Ayuso es la peor noticia para Sánchez. La líder del PP está exenta de oposición, salvo las zancadillas de su socio naranja y las molestas pataditas, casi coces, de la portavoz de Vox, siempre embromando. La izquierda en la Comunidad está desaparecida, demediada, de vacaciones. Evaporóse ya hace tiempo, sin apenas dejar rastro.
Por la izquierda las cosas están ya diseñadas. Ruptura del gobierno socialcomunista cuando convenga y Sánchez, de nuevo, a ganar. Segundo semestre del 22, dicen los analistas.
Algo similar ocurre en el Ayuntamiento de la capital donde José Luis Martínez-Almeida esculpe sin pausa su sólida imagen mientas sus rivales se descomponen. El partido de Manuela Carmena acaba de crujir y el PSOE municipal ni siquiera existe. De aquel Pepu ganador apenas quedan dos gramos de gloria y una tonelada de olvido. Almeida y Ayuso son el tándem más potente del actual PP. Iván los tiene en el catalejo. En especial a la presidenta, posiblemente el rival que más le incomoda. Nada está escrito de cara a las próximas generales. Y menos aún, en el flanco de la derecha. Por la izquierda las cosas están ya claramente diseñadas. Ruptura del gobierno socialcomunista cuando convenga y Sánchez, de nuevo, a ganar. Segundo semestre del 22, dicen los analistas. Todo el mundo vacunado y gran parte de los fondos europeos ya en la buchaca..
Ataques que fortalecen
Por el flanco diestro todo son dudas. ¿Resistirá Ciudadanos? ¿Habrá fusión centrista? ¿Crecerá Vox? ¿Quién será el candidato del PP? Casado atraviesa momentos bamboleantes. No pasa inadvertido que, tras su explosivo paso por El Hormiguero, la cotización nacional del alcalde madrileño se ha disparado. Le ocurrió lo mismo a Abascal en su momento. Ayuso tiene dos elementos de ventaja: es mujer y la izquierda la odia. Las campañas del ensañamiento ayusofóbico la fortalecen, cada ataque de Moncloa la refuerza, cada insulto socialista, la consolida, cada portada del sanchismo mediático, la catapulta. La lideresa madrileña no parece aspirar a meterse en ese charco, a dar esa batalla. Tan sólo pretende por el momento algo tan sencillo como que la designen presidenta del PP de la zona, como manda la traición en su partido. Almeida no comparte la idea y Casado se resiste. O sea, marianea.
Se barrunta lío. Bueno sería que antes de la convención de otoño queden despejadas todas las dudas. «El principal problema de este mundo es no hablar claro». Camus. Sólo le faltaba al PP una reedición de los líos Gallardón-Espernaza. Mientras tanto, el hostigamiento inmisericorde contra la reina de Sol seguirá expandiéndose, alentado por Iván y sus ximos. Madrid creció el 4% el último trimestre. Único caso en nuestra apaleada nación. La prosperidad es la mejor propaganda. La factoría de efectos especiales de Moncloa apuesta por otra estrategia, más ramplona y vulgar. Prefiere expedir ficciones nacidas de madrugadas confusas. Como el esperpento ese de Sánchez y la apisonadora, que tiene el aire de un totalitarismo crepuscular.