La unión entre los dinamiteros de la última tregua duró apenas un año antes de que se enzarzaran en peleas cainitas. La detención del último jefe etarra que decidió romper la tregua tiene el significado simbólico de haberse producido horas antes de conocerse la condena de los autores materiales de la voladura del aparcamiento de Barajas.
«Ya es hora de hablar claro», escribió el dirigente de la banda terrorista ETA Mikel Karrera Sarobe, Ata, en enero del 2008. Y comenzó a sacudir estopa a diestro y siniestro entre sus compañeros de la ejecutiva de la banda. La dirección de ETA la componían entonces López Peña Thierry, Ainhoa Ozaeta Kuraia, Igor Suberbiola, Txeroki y el propio Ata. Eran los cinco que habían reventado la tregua del 2006.
Ata lanzó fuego graneado contra los tres primeros y contó con el respaldo de Txeroki, que siempre ha ido un paso más atrás que Karrera, aunque los periodistas hayamos hecho creer otra cosa.
Reclamó la dimisión de Ainhoa Ozaeta porque era una «incompetente»: mentía en los comunicados y sus redacciones no se entendían. Había invertido, además, el dinero de la banda terrorista en dólares y no supo prever las fluctuaciones del mercado de manera que, cuando la moneda norteamericana se hundió frente al euro, ETA perdió un dineral en aquella operación, mientras los etarras padecían privaciones y tenían que alimentarse «de arroz blanco», en palabras de Karrera, tan enemigo, al parecer, de la dieta astringente como de las estrecheces presupuestarias. «Ha apretado tanto el cinturón de la organización que casi la ha ahogado», le recriminó.
A Thierry, su compañero le daba las del pulpo antes de pedir su cabeza. Lo más suave que decía de él era que había demostrado «su total incompetencia». Lo más simpático en sus palabras: que era un pelma que no dejaba hablar a los demás. Eso además de reprocharle no saber euskera y obligar por ello a hacer las reuniones de la ejecutiva etarra en castellano.
De Igor Suberbiola, Ata decía que no tenía «la valentía necesaria» para estar en la dirección de la banda, así que lo echó con cajas destempladas, como a los otros dos.
No era Karrera hombre de medias tintas y por eso declaró la guerra interna usando a modo de grito libertador el de «se han acabado los pasteleos, se han acabado los mamoneos».
La unión entre los dinamiteros de la última tregua duró apenas un año antes de que se enzarzaran en peleas cainitas, pero su libertad no ha durado mucho más. López, Ozaeta y Suberbiola fueron arrestados el 20 de mayo del 2008, Txeroki también cayó, en Francia, el 17 de noviembre de ese mismo año. Ata se resistió un poco más, pero la semana pasada, dos años exactos después de la captura de sus enemigos internos, caía en manos de la policía.
Su captura la semana pasada en Bayona tiene una dimensión práctica evidente que se traduce en un aumento de la debilidad de la banda terrorista, pero tiene también un significado simbólico. El último jefe etarra que decidió romper la tregua ha sido detenido horas antes de que se conociera la condena de los autores materiales de la voladura del aparcamiento de la T4 de Barajas. Además, esa captura ha venido acompañada de un extra: la identificación de Ata como uno de los autores materiales del asesinato de dos guardias civiles en Capbreton (Francia).
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 26/5/2010