Parece el título de un espagueti-western, pero Feos, sucios y malos es un filme de Ettore Scola de 1976 que, a causa de una traducción literal y errada del italiano, aquí se pasó también como Brutos, feos y malos. Los 22 miembros de una familia lumpen liderada por Jacinto, patriarca avaro, cínico y tramposo (Nino Manfredi), sobreviven bajo el mismo techo de una desvencijada chabola en el depauperado extrarradio romano. Una feroz crítica social desde la perspectiva de este cineasta, comunista y también ministro, que se consagraría con una comedia reconfortante y comercial, Una jornada particular, merced a la generosa presencia de Sofia Loren.
El equipo horrísono y desparramado que acaba de prometer ante el Rey lo que jamás va a cumplir es también un grupo de gente sucia de espíritu, fea de actitud y mala de entrañas. Sánchez ha reclutado a estos 22 serviles ganapanes con dos objetivos. Arrojar para siempre a la derecha del tablero político y consagrar un nuevo régimen en las antípodas del pacto nacional de la Transición y de la democracia liberal que hasta ahora por aquí regía.
Para ello necesitaba gente sin demasiados escrúpulos ni urgencias morales, formación académica ocasional, mínima exigencia cívica, ínfimo currículum y, naturalmente, una lealtad más allá de la que se atribuye a un caniche. Los trece más perrunos de la anterior banda siguen (alguno cambia de collar) e incorpora a una serie de personajillos inconexos, todos ellos caracterizados por su extemporánea aversión hacia cuanto pueda amagar un criterio diferente. Se trata de un equipo para la trinchera, el cuerpo a cuerpo, la gresca, el lío, ampliar la grieta y profundizar en el enfrentamiento entre españoles. Todo menos para construir, gestionar, crear, producir, avanzar. A Sánchez no le interesa la prosperidad ni el bienestar de la gente. Sólo persigue la eternidad en el sillón y moldear al detalle la forma en la que su egregia figura pasará a la posteridad. «Los presidentes acaban mal en política, Felipe, Rajoy, Zapatero.. ¿qué dirá de mí la historia?», le confesó a Máximo Huerta, dos segundos después de cesarle como titular de Cultura en su primer gobierno, aquel que llamaron ‘bonito’ y que resultó una tartana.
El timón de mando está sito en Waterloo, bajo el control de un palurdo desbordante, un reaccionario con flequillo que también aspira a cincelar su nombre en el mármol de la posteridad
Dijo más adelante que será recordado por haber trasladado el cuerpo sepulto de Franco desde el Valle hasta el Pardo. Ahora que se estrena el Napoleón de Ridley Scott quizás aspire a encarnar un compendio de todos los egregios autócratas que en el mundo han sido. No lo tiene fácil ya que el timón de su destino lo maneja desde Waterloo un palurdo desbordante que también aspira a cincelar su nombre en el mármol de la memoria.
La alineación de esa serie de mequetrefes anodinos e insípidos con los que ha enjaretado un Gabinete tiene ese propósito, atravesar sin demasiados sobresaltos la inestable legislatura que ahora arranca, acosada por los pactos nefandos con unos socios crueles y resentidos incompatibles con algún gesto de dignidad. «Solvente» y «sólido», califica el gran narciso a su pandilla.
El nuevo Gabinete parece, en efecto, un homenaje al filme de Scola, puesto que incluye las tres variantes de ese zoo humano tan detestable, una macedonia destartalada en la que se mezclan la inepcia con la ignorancia, bien bañada en ese líquido tóxico que es el rencor, cualidad inexcusable en todo proyecto de izquierdas. Vayamos con algunas de los más distinguidas figuras de la alineación y sus características.
Los feos feroces
Su misión es enlodar el terreno, embarullar el debate, lapidar a la derecha, insultar, vociferar, agredir. Son hábiles en la trifulca y felices en el follón. Dominan la alharaca y el griterío. No siempre razonan pero se hacen oír. Feos en su actitud política, resultan muy eficaces en este gobierno de la tarascada. Sánchez sintoniza con esta gente que no respeta las formas, que desprecia la verdad, que se arremanga a la primera -dímelo en la calle- y que sacude sin decir buenos días. Es la banda patota del PSOE, fanáticos y, por tanto, procesionarios del odio.
Pilar Alegría, vocera con colmillo. Sigue en Educación, suma Deportes y sustituye a la ingenua Isabel Rodríguez, miss sonrisa rural, como la voz de la Moncloa. Insultaba antes a la oposición desde la tribuna de Ferraz y pasa ahora a la del Consejo de ministros. Dura en la expresión, acerada en el gesto, jamás duda en el calibre de la bala que ha de elegir para hacer sucumbir a tiros dialécticos al rival. Nacida para el ring. Lo hará bien.
Eme Jota Montero, la dama de las mentiras. Su verbo es tan acelerado que muchas veces se ha puesto en marcha antes de que ella haya llegado. Apenas se le entiende algo de lo que dice, he ahí la clave de su éxito. Es pródiga con el látigo y no remolonea en la afrenta. Displicente, embustera, esporádicamente concede una verdad e, ipso facto, rectifica. Eme Jota Montero ha sido ascendida al altar de las vicepresidentas luego de cumplir su cometido en el equipo de negociación de la amnistía. No lo tenía difícil. ¿Qué piden los de ERC? Pues ahí va. ¿Qué quiere el PNV? Como esto. ¿Qué se le antoja al bobo galleguiño del Bloque? Ahí va, y un biquiño. Deberá ahora exprimir aún más al contribuyente, esto es, clase media laborante y achicharrada, para complacer los reclamos de los periféricos que están ya a punto de descuartizar España.
Mónica García, la triple M biliar. Era ‘Mema’, por lo de médica y madre. Ahora suma otra M, de ministra, a su tarjeta de visita. García, de oficio sindicalista sanitaria, abandona la arena de Madrid, donde cada semana mordía el polvo a manos de la presidenta, para saltar a un departamento sin apenas funciones. Todo está transferido en Sanidad, salvo Ceuta y Melilla, pobres. Dedicará, pues su tiempo, a bombardear la puerta del Sol. Poco más tendrá que hacer. Apuntar con sus dedos-pistola, recurrir a un sustantivo inadecuado para el insulto (‘mongola’), calificar de genocida a Israel, son algunos de los momentos más brillantes de su ejecutoria a la que acompaña un cierto aire de cuchillero matonil.
Óscar Puente, gañán de la camorra. Defenestrado de su ciudad, ha encontrado refugio en el Gabinete como gran insultador. Se consagró como suplente del jefe en la no investidura de Feijóo. Al fin ha encontrado su lugar en la política. No al frente de Transporte -apuntó maneras en sus diálogos socráticos en una plataforma del AVE- sino como principal mamporrero del régimen sanchista. Feo de los de verdad, de los que no lo duda, de los que busca la bronca con impaciencia glotona y sale de ella no siempre desportillado. Su incorporación al Gabinete define con claridad la línea del nuevo devenir de Sánchez. La dialéctica de los puños, la ética del tententieso, la apoteosis de la camorra.
Sucios, muy sucios
Han traicionado su compromiso con la verdad, con la justicia. Caminan de la mano de la traición. No les incomoda su rastrera actitud, la deslealtad con su juramento, el darle la espalda a sus principios. Dos de ellos, jueces, quizás encarnen el perfil más sucio e ininteligible de cuantos integran este orfeón de la patraña. «¿Amnistía inconstitucional? A mi que me registren».
Fernando Grande-Marlaska, los viernes infames. Cada viernes, un puñado de etarras era trasladado aviesamente al País Vasco. Un goteo sigiloso, un proceso repugnante. Los compromisos de Sánchez con Bildu le obligaban a estas ceremonias infames. No es el peor pasaje de su prontuario. Los 23 inmigrantes muertos en Melilla pesarán siempre sobre su conciencia. Marlaska maneja demasiado información como para irse a su casa alegremente. Sin honra ni prestigio, ¿dónde mejor iba a estar que junto al gran maestro de la manipulación y el engaño?
Margarita Robles, que le corten la cabeza. «No es una destitución sino una sustitución». La cobardía tras la hipocresía. Reclamaron los independentistas la cabeza de la directora del CNI y Robles, tan moderada, tan íntegra, tan demócrata, se negó a ello en una admirable intervención parlamentaria. Dos días después, la decapitó en la plaza pública. Un momento poco edificante en la carrera de una magistrada que en su juventud plantó cara al trujimán de Pujol y desde hace cinco años orienta algunos de los dos pasos menos defendibles de su señorito.
Los malos malísimos
Tienen una querencia irrefrenable por el lado costroso, por los personajes más abyectos de la humanidad. Cuidado con ellos, que a veces aparentan bondad, simpatía, buen rollo, inocencia superlativa y resultan ser jabalíes endemoniados.
Yolanda Díaz, tóxica y trepadora. En su Galicia natal dejó tras de sí algunos exquisitos cadáveres políticos que le habían ayudado en su imparable ascensión. Ese Beiras, una especie de boniato con grelos, que tanto le ayudó terminó en el precipicio de las víctimas propiciatorias. Luego, en Madrid, el finiquitado fue Pablo Iglesias, desportillado en compañía de sus dos damiselas, Irene e Ione, tres por el precio de uno. Cuidadín Pedro. Yoli quiere ser la primera presidenta del Gobierno.
Sira Rego, ¡hellou Lenin!. Salvo que se frecuente Rivas-Vaciamadrid, esta experta nutricionista, con un currículum académico tan frondoso como la vegetación del desierto de Gobi, aterriza en una cartera de nueva creación, Infancia y Juventud, que, así de lejos, tiene un enunciado de connotaciones franquistas, entre el adoctrinamiento y el paternalismo. Quizás refunde la Sección Femenina. Comunista y palestina, amén de sus filias putinescas y su antisemitismo militante, apenas ha aportado al debate político una antológica frase en defensa de Lenin en un debate electoral con Vox: «Decir que es un genocida es que no ha leído a John Reed, y evidencia que es usted de extrema derecha». Una leninista ágrafa y escocida al frente de infancia. Esto no empieza bien.
Pablo Bustinduy, ¡viva Fidel! Niño bien de la izquierda caviar, hijo de ministra de Zapatero, universidades luxury, formación exquisita, viene de la rama podemita sector Errejón. Abandonó la política hace unos años no sin antes comparecer en La Habana en las exequias de Fidel, para proclamar a los cuatro vientos de Instagram aquello sobre la historia ‘gloriosa’ del criminal caribeño y que su revolución «encarnó la posibilidad de la rebeldía». De las cárceles, los presos, el hambre y la represión apenas dejó constancia. Ahora ha vuelto de la mano de Yoyoli.
José Manuel Albares, perseguido por Marruecos. Tiene cara de subsecretario del ministerio de Exteriores. El destino le colocó al frente de la diplomacia española sin fuste ni talla. En la renovación del cargo ante el Rey lucía unas gafillas doradas adecuadas a tal petimetre. Está en el secreto de la razón del viraje de España en el litigio del Sahara, de la rendición de Sánchez a Marruecos, de los intríngulis del móvil hackeado, de los secretos ocultos de ‘Pegasus’. Las cancillerías europeas lo consideran un aprendiz sin gracia.
Bolaños, uno y trino
Finalmente, Félix Bolaños, el gran capataz del tinglado sanchista, tres títulos tiene, tres departamentos, tres áreas de poder. Presidencia, relaciones con las Cortes y Justicia. Los tres poderes bajo una sola mano, una aberración envuelta en una provocación. Así es Pedro. Bolaños encarna, en su sola y mínima persona, los tres adjetivos de Scola: Sucio, feo y malo. Lo peor aún está por descubrir.