Gonzalo López, EL CONFIDENCIAL, 1/10/12
El fracaso de la razón es el mejor aliado de las pasiones. La fuga secesionista emprendida por el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ejemplifica la habilidad de los conservadores para envolverse en la bandera como la mejor cortina con que tapar su incompetencia ante la crisis económica, lo mismo que hacen Ángela Merkel en Alemania y Mariano Rajoy en el resto de España. En un mundo irreversiblemente globalizado, unos y otros alimentan la vuelta a los peores nacionalismos, atizando las pasiones para hacer olvidar los problemas y retroalimentándose mutuamente porque su existencia sólo se justifica con la de un enemigo.
Los tres gobernantes citados han optado por la política de choque, la que alienta el regreso a la dialéctica histórica en la que las hormigas del Norte culpan de todos los males a las supuestas cigarras del Sur (Alemania en Europa, Cataluña en España y Rajoy en su afán por acabar con los parásitos del Estado Social), una dialéctica sustentada con frecuencia en falacias.
Falacia es que gracias a los impuestos que pagan los catalanes se hayan construido las infraestructuras del resto de España. Las autovías, el AVE y demás infraestructuras creadas del Ebro hacia abajo no se hicieron con dinero de los Presupuestos del Estado desviado por una mano torticera, sino con el proveniente de los fondos europeos de cohesión, que negoció el “pedigüeño” Felipe González, y del Objetivo 1, que suponían una aportación europea del 80% de los costes a los territorios con una renta inferior al 75% de la media de la UE (todos menos Cataluña, País Vasco, Navarra, Aragón, La Rioja y Madrid).
Falacia es también indignarse ahora por un sistema de financiación autonómica que CiU ha negociado y apoyado con sus votos en cada una de sus sucesivas revisiones (sólo Andalucía y Extremadura, en alguna ocasión, no han votado a favor). Y burlesco resulta que el presidente de la Generalitat identifique a España como carcelera de Cataluña y, al tiempo que lo hace, le pida dinero para salir de sus apuros.
Las aguas desbordadas
Argumentan los más moderados de entre los nacionalistas catalanes que la riada soberanista es tan fuerte que, si no la canaliza CiU, lo haría de forma más radical ERC. Pero el victimismo que ha calado en gran parte de la sociedad catalana, hasta producir una fractura ciudadana, ha sido en gran medida alimentado por una CiU para la que la estrategia de conllevanza de Jordi Pujol es una etapa del pasado que, a juicio de sus herederos, fue un fracaso.
Envolverse en la ‘senyera’ puede servir a Mas para evitar una derrota electoral que, tras los siete años anteriores en la oposición, podría resultar insoportable para CiU, pero tal vez después no sea tan fácil devolver las aguas al cauce. Pujol confía en que así sea, pero ni él las tiene todas consigo, a pesar de que apostar por la independencia resulte un anacronismo histórico cuando los viejos Estado-nación apenas conservan ya otra competencia que el mantenimiento del orden público dentro de sus fronteras. Si tan malo resultó el nuevo Estatut, ¿acaso no es responsabilidad de quién lo negoció: Mas con Zapatero? Si el problema fue el destrozo que después hizo el Tribunal Constitucional, ¿por qué se ha descartado la posibilidad que ofreció Zapatero de desarrollar mediante leyes orgánicas las partes mutiladas?
El problema de fondo, como advirtió Ortega y Gasset, radica en que exista o no “un proyecto sugestivo de vida en común” (España invertebrada).
Tiempo para la reforma
Las voces que en las calles de Cataluña y de España reclaman un nuevo proceso constituyente asustan al establishment, pero no debe olvidarse que la Constitución ya ha cumplido 35 años. La de Alemania, que se promulgó en 1949, ha sido modificada en más de sesenta ocasiones, aunque no fue hasta 2006 cuando se acometió un reordenamiento de la distribución de competencias entre el Estado federal y los länder. Con la aceleración del tiempo que vivimos, 57 años de los de antes bien pueden considerarse equivalentes a 35 de los de ahora.
Algunas reformas tan fáciles como la conversión del Senado en una Cámara de encuentro entre el Gobierno del Estado y los autonómicos no se han hecho porque, cada vez que se plantea, los partidos sacan la calculadora para echar la cuenta de cuántas poltronas perderían. Que no se hayan hecho otras sólo puede explicarse por algún absurdo prurito: el único acuerdo interautonómico ha sido para unificar las licencias de caza y todavía no se ha aplicado (la compra conjunta de vacunas ha sido impuesta por el Ministerio de Sanidad).
El PSOE, con el paso cambiado
Mientras que CiU ha tomado el camino de la huida hacia adelante, el PP se apresura a cambiar el modelo autonómico por la puerta de atrás con reformas como la recentralización educativa y el PSOE no se encuentra. La vertiginosa velocidad de los tiempos que vivimos le pilla una y otra vez con el paso cambiado, viéndose forzado a cancelar las primarias para elegir a sus candidatos en Cataluña y Galicia y a aplazar la Conferencia Política que debía poner la primera piedra para un nuevo proyecto.
Ante el vacío creado por el desdén inicial con que Rajoy respondió al desafío secesionista de Mas (“lo que no toca es el lío”), se apresuró Rubalcaba a ocupar el espacio de la defensa del orden constitucional vigente, consciente de que la mayor sangría de votos socialistas se produjo por la grieta del Estatut (del que él fue muñidor por delegación de Zapatero). Pero ha tenido que virar hacia la defensa del federalismo, que no pasa de ser una palabra mientras no se la dote de contenidos concretos, porque los modelos son dispares y diversos. En el descrédito del Estado de las Autonomías tienen también parte de responsabilidad los socialistas, pues se fundamenta en su imagen de despilfarro y quien primero recurrió a ella para encubrir sus responsabilidades económicas fue Elena Salgado, siendo vicepresidenta de Zapatero.
Los socialistas se enfrentan en Cataluña al peligro de una doble escisión, en el interior del PSC y del PSC con el PSOE, hasta el punto de que ya se vuelve a susurrar la posibilidad de fundar un PSOE catalán. Para evitar ambas situaciones, Rubalcaba ha pactado con Pere Navarro un nuevo protocolo que reconozca autonomía de voto a los diputados del PSC en asuntos especialmente sensibles para Cataluña y previo entendimiento en una comisión mixta, pero este acuerdo no ha sido aún sometido a las federaciones del PSOE.
Con todo, la mayor amenaza que se cierne sobre ellos es la de la irrelevancia. Un hundimiento del PSC arruinaría definitivamente las expectativas de Rubalcaba para 2015 porque la mayoría parlamentaria del PSOE siempre se ha sustentado en los escaños procedentes de Andalucía y Cataluña. Sobre sus 133 años de historia, sobrevuela el fantasma de la Syriza griega (la izquierda alternativa al Pasok).
Gonzalo López, EL CONFIDENCIAL, 1/10/12