Una imprudencia ha convertido en tizones más de 13.000 hectáreas, la imprudente dinámica que padecemos puede tener repercusiones peores. El «tú más» no sirve, el «vosotros peor» es el prolegómeno del cainismo que nos ha caracterizado en el pasado. Cuidado con seguir prendiendo fuego en este tipo de combustible.
Están sucediendo cosas que nos recuerdan demasiado el peor de nuestros pasados. Satisfechos y exageradamente convencidos de que éste no puede volver, nos acercamos a él sin darnos cuenta, y aunque esta situación no sea la de los años treinta si que el desprestigio nos puede envolver a todos. Cuando escuché el aviso de la dirección del PSOE, tras la declaraciones de Guerra y Chaves, de que no se opinase sobre la reforma del Estatuto catalán un escalofrío recorrió todo mi espinazo. Ver, además, al presidente del Congreso pedir disculpas por el comportamiento de los diputados es algo que desmoraliza.
En el año sesenta y siete en España hubo un referéndum en plena dictadura, no era el primero. El régimen los ganaba por goleada ante una mayoría social que gregariamente acudía a sus llamadas y por el tremendo temor que inspiraba entre los que no simpatizaban con él. Estaba yo en una cola de un colegio electoral acompañando a mi padre cuando a éste, a pesar del miedo que tenía de acabar represaliado, le entró vergüenza y decidió dramáticamente salirse de la fila y no echar papeleta alguna. Se temía lo peor, incluso que le detuviesen, pero para consolarse me dijo que al fin y al cabo era en la cárcel el único sitio donde se podía hablar y opinar de política. Pocos años después lo conocí en mis propias carnes: no sólo era el único lugar donde se podía hablar de política sino incluso escribir sobre ella.
El aviso de que no se opinase, al menos hasta que el Estatuto catalán reformado esté definitivamente redactado, como si la opinión ajena a sus redactores no tuviera influencia en el tema, me recordó aquella negra y triste anécdota. Yo en mi ingenuidad creía que el evitar hablar de política era una cosa del pasado, como aquel letrero de una taberna, hoy desaparecida, de Lutxana que decía. «se prohíbe cantar, blasfemar y hablar de política bajo multa gubernativa». Creía, después de tantas celdas, exilios y sustos que aquello lo habíamos conseguido superar, y que el militar en un partido era para hablar de política y mucho más si se es cargo electo.
No sé si se darán cuenta que declaración tras declaración de este tipo, enfrentamientos en el Congreso de los Diputados, que cada vez recuerdan más a los de las postrimerías de la II República, donde se acabó por prohibir que los diputados entrasen armados al Congreso, las unilaterales reformas políticas, y una enfermiza nostalgia de los momentos más duros de nuestra reciente historia, nos estamos cargando el espacio común de convivencia, y consecuentemente de libertad, que la anterior generación alcanzó, quizás purgando sus errores. Que barbacoa tras barbacoa, Prestige tras Prestige, 11M tras 11M, y con la paulatina conversión del adversario, -a la oposición en el Reino Unido se la califica de leal-, en enemigo vamos avanzando hacia atrás.
Cada cual encastillado, incluso también los diferentes estamentos de los mismos partidos, las autonomías cerradas en sí mismas propiciando la dispersión del Estado, el instrumento que garantiza el espacio común de convivencia, para acabar imposibilitando la convergencia de recursos para encarar los problemas, empezando por no poder hacer frente a un incendio iniciado en una, en apariencia, inocente barbacoa. Sin espacio en común en este aspecto es evidente que nunca se entenderá el Estado de las Autonomías, menos el federalismo, y la tendencia es el cantonalismo.
Sáquese la lección del incendio provocado por la barbacoa. Sin lealtad, colaboración y educación vamos a lo de siempre. Sin poner en valor lo que une, no hay lugar a la diferencia en democracia, y el sistema salta. La búsqueda del error en el adversario deseando la venganza no hace encomiable la política, confundiendo a la ciudadanía con este espectáculo para descrédito de la política.
Una imprudencia ha convertido en tizones más de 13.000 hectáreas, la imprudente dinámica que padecemos puede tener repercusiones peores. El «tú más» no sirve, el «vosotros peor» es el prolegómeno del cainismo que nos ha caracterizado en el pasado. Cuidado con seguir prendiendo fuego en este tipo de combustible.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 27/7/2005