LIBERTAD DIGITAL 19/07/17
· Ninguno de los dos puede aceptar con naturalidad la nación española, ni la Constitución española, ni la soberanía nacional ni nada de eso
Hay un artículo de Pablo Iglesias y Xavier Domènech que está recibiendo críticas. Pobriños, siempre se les critica a ellos. La pieza se titula «Catalunya, un sol poble«. Una de las personas que ha tenido poca piedad con los dos plumillas y esa obra suya es Teresa Freixes, que es presidenta de Concordia Cívica, catedrática de Constitucional en la UAB y catedrática Jean Monnet ad personam. «Un sol poble… si ese poble es el que se desprende de su artículo, señorías, no lo van a encontrar por ningún sitio», dice Freixes aquí. Y agrega:
· Parten Vds. de los mejores estereotipos acuñados desde el cleptómano secesionismo más rancio. No conocen, socialmente, el terreno que pisan, uno porque no lo ha pisado más que accidentalmente, y el otro porque pisa muy poca parte de territorio.
Yo respeto mucho a Freixes, pero creo que es poco comprensiva con la dificultad –y aún menos con las insuficiencias y los prejuicios– que tienen Iglesias y Domènech. Ninguno de los dos puede aceptar con naturalidad la nación española, ni la Constitución española, ni la soberanía nacional ni nada de eso, porque si no dejarían de ser lo que son: un subproducto tardío de aquella izquierda española que en tiempos de la dictadura se subió al carro de los nacionalismos periféricos. Y les compró todas las mercancías. Que España había sometido y oprimido «a los pueblos», que los pueblos eran naciones pero España no, pues sólo era un Estado y un Estado opresor y represor, que la autodeterminación era un derecho inalienable de aquellos pueblos sometidos y oprimidos, que España era franquista, mientras que los pueblos eran antifranquistas y los nacionalistas, modélicos demócratas, y que España, hablando en plata, daba asquito.
Si llegas con ese cargamento y luego formas tu partido aquí y allá con gentes que vienen del nacionalismo y siguen siendo nacionalistas, es muy difícil, como comprenderá cualquiera, ponerse en contra del separatismo catalán. ¿Qué hacer?, se habrá preguntado Iglesias al modo de su admirado Lenin, ante el golpe que anuncian para el 1 de octubre. La respuesta ya se la dio Ada Colau, diciendo que va a ayudar en lo que pueda a los golpistas. Pero convenía hilar más fino para que esa ayuda no pareciera un sometimiento a los dictados de otros, un puro seguidismo que los pondría a remolque de Esquerra y lo que queda de Convergencia. Así pergeñaron la posición que tratan de exponer en la mentada pieza. En lugar de decir que apoyan el golpe, dicen que apoyan la movilización con la que se quiere acompañar el golpe.
Si no entendemos la diferencia, entendamos, por lo menos, lo del demos. Es súper fácil, tan fácil, que según Iglesias y Domènech es evidente. Lo dicen así: «Es evidente que existe un demos catalán que hace de Cataluña un sujeto político». Las evidencias no necesitan explicación, pero por si acaso los autores ofrecen la prueba: «La prueba es que fue solo la ciudadanía catalana la que refrendó el Estatut». No se le ocurra replicar a nadie que otros estatutos de autonomía fueron refrendados de la misma manera, ni que la Constitución fue refrendada por el demos español. Porque resulta que «el pacto territorial del 78 no era sino un pacto de reconocimiento precario de soberanías». Las soberanías ya estaban ahí. La Constitución las reconoció de forma precaria. Ahora, deduzco, hay que reconocerlas de forma no precaria. De ahí que hablen de»la batalla por las soberanías en toda España«.
A mí siempre me ha parecido que Iglesias es muy de batallas. Diría incluso que es muy de batallitas. A veces, suena como un joven abuelo cebolleta. Pero es especialmente notable cómo explica con Domènech qué es eso de la batalla de las soberanías. Porque es aún mejor que el modo en que quieren hacer pasar la consigna nacionalista de «un sol poble» por un canto a la pluralidad. Esto escriben:
· Ganar la batalla de las soberanías es ganar la batalla de construir amplias mayorías que permitan construir para decidir y que saben que se decide construyendo un país más justo, más limpio y más libre.
Construir mayorías que permitan construir para decidir y que saben que se decide construyendo. Más limpio, imposible. Limpio de significado. Comprendamos la dificultad. Ante el desafío separatista, la única batalla que pueden dar Podemos y los comunes es la que Iglesias y Domènech dan en ese artículo: la batalla de la charlatanería.