La batalla del centro: Sánchez desplaza a Rivera

NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL

La política española está bailando al son que marcan desde la Moncloa. Y los demás bailan y bailan hasta quedar ubicados en el espacio ideológico que más conviene al PSOE

Al PSOE le sienta bien el poder. Desde la moción de censura, la que era una formación lista para el derribo se exhibe ahora ‘citius, altius, fortius’. Ha mutado de ser un reflejo deformado de los espejos del callejón del gato a presumir de ser una figura próxima a los cánones griegos y con una aureola institucional y europea que para sí quisieran sus rivales.

El poder desgasta solo a aquel que no lo tiene, que decía Andreotti. Eso lo sabe bien Pedro Sánchez. También el Partido Popular, que todavía se mortifica con cilicios por la maldita hora en que Rajoy puso la alfombra roja para que los socialistas llegaran al Gobierno.

Así es. La política española está bailando al son que marcan desde la Moncloa: Gobierno de cooperación, de coalición, reuniones con la sociedad civil, elecciones… Y los demás bailan y bailan hasta quedar ubicados en el espacio ideológico que más conviene al PSOE. Tan es así que en la opinión pública empieza a calar la idea —idea apuntalada por los voceros de la ‘izquierda divina’— de que, frente a la radicalización del ‘trifachito’, con Ciudadanos a la cabeza, y la falta de lealtad de Podemos, hay un partido, el PSOE, que se muestra como el partido alfa, una formación que ha ido copando estratégicamente el centro.

Porque es ahí donde se ganan las elecciones. En esa lucha entre Casado y Rivera por ver quién se convierte en el referente de la derecha, al PSOE le han dejado libre el espacio.

Sánchez lleva meses cultivando su imagen más institucional. España es un país moderado. Las elecciones se ganan desde el centro

Sánchez, sabedor de tal circunstancia, se ha dedicado los últimos meses a abonar su imagen más institucional, la de hombre de Estado. Lo comparan con Mitterrand. La analogía aparece recurrente en los medios. No es baladí. Está milimétricamente medido. España es un país moderado. Las elecciones, lo sabe el Ejecutivo en funciones, se ganan desde la moderación.

Los pasos que ha ido dando el PSOE caminan en esta dirección. Primero fue la ‘Propuesta abierta para un programa común progresista’, un texto/’programa electoral’ de 76 páginas y un total de 370 medidas que se aleja de Podemos y niega tácticamente la posibilidad de un referéndum de autodeterminación en Cataluña por ser “contrario a la Constitución” y por “provocar la quiebra de la sociedad”.

Un texto que satisface a los medios más afines al partido socialista, que ya no aprueban el Gobierno de coalición con Podemos que antes defendían; al ‘establishment’, con un ramillete de grandes empresarios a la cabeza, y sobre todo al votante de centro. Ya no es Albert Rivera el novio que toda madre quisiera para su hija. Ahora lo es Pedro Sánchez.

Después de la propuesta abierta, vinieron las garantías. A saber: una oficina de cumplimiento del acuerdo, sendas comisiones de seguimiento y actualización del pacto en Congreso y Senado, así como un mecanismo de verificación reforzado. Además, se tendía la mano a Unidas Podemos para que “ejerzan altas responsabilidades en instituciones muy relevantes”.

Todo ello para blindarse ante el posible fracaso de una no-investidura y de la repetición de elecciones. El argumentario está claro. Lo llevan poniendo blanco sobre negro desde el encontronazo del 25 de julio con Pablo Iglesias, y a buen seguro que lo blandirán descarnadamente durante la campaña: la culpa es del PP, Cs y Podemos.

1.- La impostura del PP. Los populares no facilitan la investidura de Sánchez cuando el PSOE sí se abstuvo con Rajoy para que pudiera formar Gobierno, arguyen en Ferraz. De aquella manera, pero se abstuvo.

El panorama para Génova es claroscuro. El 1 de octubre declarará Cristina Cifuentes como imputada en el caso Púnica. El 17 lo hará Ignacio González y el 18, Esperanza Aguirre. Mientras estos dos últimos desfilan por la Audiencia Nacional, Sánchez lo hará por los pasillos de Bruselas en la cumbre de la UE para fijar postura definitiva sobre el Brexit. La contraposición de estas dos imágenes supone munición pesada para el partido en el poder.

Por otro lado, la prensa conservadora no termina de cerrar filas en torno a Casado. A Cayetana Álvarez de Toledo le llovieron chuzos de punta cuando salió en defensa de la expresidenta Aguirre.

Cs corre el riesgo de que le salga un ‘errejón’ que ocupe su anterior espacio, esto es, un partido que sirva de bisagra y contrapoder

2.- El bloqueo de Ciudadanos. El partido naranja ha enterrado su papel de partido bisagra y facilitador de gobiernos para luchar de tú a tú por el liderazgo por el centro derecha. Semejante mutación ideológica impide entendimiento alguno con el PSOE.

Una apuesta arriesgada que les puede salir bien en el medio y largo plazo si el PP continúa desgastándose por los coletazos de la corrupción, pero que puede penalizarles si se convocan generales de forma inmediata, tal y como barruntan en los despachos de Ferraz.

También existe el riesgo real de que les salga un ‘errejón’ que ocupe el espacio ideológico que han abandonado, esto es, un partido de centro que sirva de bisagra y contrapoder.

3.- La deslealtad de Unidas Podemos. La formación morada se erige como única responsable de que en España no haya un Gobierno progresista. Este será el mensaje central del PSOE en campaña.

En la reunión del pasado jueves, ya quedó claro al equipo morado que no habrá Gobierno de coalición ni en el último minuto. Lo dijeron delante de Pablo Echenique y Ione Belarra, de Podemos, pero también de los representantes de IU (Enrique Santiago), de Equo (Juantxo López de Uralde) y de las confluencias (Jaume Asens, de En Comú Podem, y Yolanda Díaz, de Galicia en Común), estos cuatro últimos más abiertos a un acuerdo suave con el PSOE.

La ‘guardia de corps’ de Iglesias insiste en entrar en el Ejecutivo para no ser fagocitados electoralmente, como pasó en las últimas generales.

Ahora bien, ¿qué pesa más en la crisis de Unidas Podemos? ¿El apoyo al Gobierno tras la moción de censura o los líos con Carmena y la polémica del chalé de Galapagar?