Juan Carlos Rodríguez Ibarra-Vozpópuli
  • Los albañiles, y otros gremios que también incurrían en esa malsana práctica, aprendieron la lección y esa costumbre casi ha desaparecido de las calles

En mi época de presidente de la Junta de Extremadura recibía todos los años, alrededor de los meses de abril y mayo, cartas -y luego emails– de estudiantes universitarios y de bachillerato solicitando algún tipo de ayuda económica para realizar sus viajes de fin de carrera o del ciclo de Secundaria. Mi respuesta siempre fue la misma: “Lamento no poder atender su petición porque no se encuentra justificación en el hecho que señalan. No entiendo que habiendo tenido la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, pretendan encima adornarla con una subvención de la Administración. Tal vez deberían copiar a los albañiles que, cuando coronan una nueva construcción, lo celebran colocando un trapo como bandera y comiéndose una caldereta que pagan a escote”

Y hablando de albañiles, los más veteranos recordarán el apuro de muchas mujeres que, al pasar por una calle donde se trabajaba con pico, pala, paleta y llana, los albañiles que estaban subidos en un andamio las piropeaban con frases que entonces se consideraban groseras y perturbadoras, tales como “eso es cuerpo y no el de la policía”. En ocasiones, un simple silbido servía para que la cuadrilla hiciera sonar las herramientas con las que trabajaban en el momento del aviso.

Han hecho posible que ya no se digan groserías desde el andamio pero no se ha conseguido educar a algunas partidas de ciervos que salieron del bosque y fueron admitidos en la universidad

La labor de concienciación que a lo largo de los años han realizado los movimientos y asociaciones feministas sobre la dignidad de la mujer ha desterrado prácticamente esa falta de respeto y esa impertinencia que incomodaba y ofendía a la mujer. Los albañiles, y otros gremios que también incurrían en esa malsana práctica, aprendieron la lección y esa costumbre casi ha desaparecido de las calles de nuestros pueblos y ciudades.

Sorprendentemente, en esta última semana hemos conocido que el insulto y el desprecio a la mujer siguen vivos, corregidos y aumentados, en determinados sectores universitarios. Al parecer, ya no hace falta que el mundo urbanita espere la llegada de los inicios del otoño para acudir al ámbito rural a escuchar los bramidos de todo tipo de cérvidos como consecuencia de la llegada de la berrea, es decir de los días en los que los ciervos emiten sonidos guturales que indican el final del verano y la entrada en celo de los venados. Ahora los habitantes del mundo urbano pueden acercarse por la noche, en los mismos días en los que entran en celo los ciervos, a determinados campus universitarios y escuchar los berridos de tanto machote que, primero en solitario, y luego con el coro que le hacen otros animales encelados gritan desaforadamente para que les escuchen las estudiantes que residen en otros colegios mayores aledaños al cercado en el que habitan los machos hormonados.

Sectores acomodados

Seguramente esos sonidos guturales que hemos podido ver y oír a través de los medios de comunicación salen de la garganta de jóvenes que, por sus planchados uniformes, proceden de sectores de población acomodados y desinformados de cómo es la sociedad en la que viven. Sus vástagos seguro que son de esos a los que ni les interesa la política ni la cultura. No les interesa la política porque saben que pase lo que pase, gobierne quien gobierne, su futuro lo tienen asegurado. Y no les interesa la cultura, como lo demuestra su comportamiento en su particular berrea, porque saben que su futuro universitario está asegurado.

Se discute sobre si ha existido delito de odio y si habrá o no petición de cárcel para los venados universitarios. Sería más provechoso para ellos y para la sociedad que la condena consistiese en la obligación de realizar un curso sobre la igualdad de género y sobre la Constitución española de 1978 y sobre la declaración de los Derechos Humanos de 1948, con asistencia obligatoria a una clase semanal en viernes por la tarde, durante todo el curso académico, y sobre las distintas leyes que han hecho posible que ya no se digan groserías desde el andamio, aunque no se ha conseguido educar a algunas partidas de ciervos que salieron del bosque y fueron admitidos en la universidad. Los infractores no se podrán graduar en sus estudios universitarios si no presentan el certificado que acredite su asistencia al curso y la nota obtenida en el mismo para que ellos y la sociedad sepan que han progresado adecuadamente en ciudadanía.