La bochornosa farsa de Rajoy y Sánchez

EL CONFIDENCIAL  03/02/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

· Los dos están tratando de gestionar un doble fracaso: el electoral de ambos y el posterior de su incapacidad para dar una salida practicable a la nueva correlación de fuerzas en el Congreso
Si fuera cierto que los líderes del PP y del PSOE -Rajoy y Sánchez- se estuviesen esforzando por cumplir con el mandato de las urnas -pacto y cambio-, su comportamiento sería absolutamente distinto al que contemplamos. Los dos, de distinta manera, están tratando de gestionar un doble fracaso: el electoral de ambos (que lo fue sin paliativos el 20-D) y el posterior de su incapacidad para dar una salida practicable a la nueva correlación de fuerzas en el Congreso de los Diputados.

Mientras Rajoy trata de salvar su futuro en unas nuevas elecciones siempre que pueda echar la culpa de su convocatoria a Sánchez, este se ha embarcado en una insensata e inviable búsqueda -él lo sabe- de una mayoría parlamentaria que le permitiría gobernar y así evitar el precoz final de su carrera política. Y además, culpabilizar al PP de la celebración de nuevos comicios.

Los dos se están moviendo por pulsiones y cálculos personales, arrastrando, además, a sus propios partidos. El PP es hoy una organización inerte, paralizada por la irrelevancia de su presidente y enlodada por la corrupción, y el PSOE es un partido roto, como lo acreditaron las intervenciones de importantes barones territoriales en el comité federal del sábado pasado, conocidas por las grabaciones que difundió ayer la cadena Ser.

Son tan políticamente estúpidos que no reparan en que su entendimiento podría salvar a los dos de la suerte que les espera a la vuelta de la esquina

Media entre ambos personajes una relación irreversiblemente deteriorada que les impide superar el rencor mutuo después del malhadado debate del 14 de diciembre pasado, durante el que se insultaron sin ápice de pudor ni compostura, trasladando esa hostilidad a la gestión de los intereses del país que el electorado ha puesto en sus manos. Son tan políticamente estúpidos que no reparan en que su entendimiento -aunque fuera mínimo- podría salvar a los dos de la suerte que les espera a la vuelta de la esquina.

Rajoy lo fía todo a que Sánchez fracase en dos frentes: en el interno -su partido- y en el logro de un acuerdo de Gobierno. Y Sánchez hace lo propio intentando un entendimiento con Podemos ‘et alii’ para llegar a las primarias socialistas del 8 de mayo, y posterior celebración del 39º Congreso, investido presidente. El popular -sin arrestos ni sentido institucional para presentarse a una investidura, lo que no le impide reclamar el gobierno- demuestra que merece el licenciamiento definitivo. El socialista -aunque enseña más arrojo defendiendo su propio futuro- prefiere desgarrar a su partido y poner en valor a su peor enemigo (Podemos) que intentar alternativas coherentes y realistas.

Los dos dirigentes mienten porque dicen estar en la gestión de los intereses públicos, cuando en realidad manejan sus respectivos planes de salvamento personal. El destrozo que está causando esta impostura es evidente en sus partidos y en el sistema institucional. Si se repiten las elecciones, probarán de la medicina popular, hastiada del bochornoso espectáculo de cobardía (Rajoy) y de insensatez (Sánchez) que están ofreciendo.

Rajoy y Sánchez solo buscan ponerse a salvo en esta coyuntura y, caso de probables nuevas elecciones, poder responsabilizar al adversario del fracaso

El Rey -al que los dos están poniendo en un brete, rozando Rajoy la “ilicitud constitucional”, en palabras del catedrático Juan José Solozábal- podría proponer hoy a uno de los dos -el popular volvería a rechazarlo irresponsablemente- la investidura para la Presidencia del Gobierno.

A Felipe VI no le queda más remedio que actuar con previsibilidad, pero, a buen seguro, el sistema político español y sus respectivos partidos merecerían librarse de estos dos funestos dirigentes, que están llevando la democracia española a una situación crítica. Porque Rajoy y Sánchez solo buscan ponerse a salvo personalmente en esta coyuntura y, caso de probables nuevas elecciones, poder responsabilizar al adversario del fracaso.

Estamos instalados en una farsa que deja en orfandad a la verdadera política, abandonados los intereses colectivos que requieren el pacto y el cambio, mandatos claros del electorado expresados el pasado 20-D.