Los procesos en ETA no van de acuerdo con los calendarios electorales; por eso las políticas antiterroristas deben desarrollarse y aplicarse en función de su eficacia, sin esperar resultados a plazo fijo. Sólo la persistencia en el mantenimiento de las medidas que se han revelado eficaces garantizará el éxito final.
El 26 de septiembre ETA habló por última vez rechazando la posibilidad de una tregua unilateral. Lo de dejar las armas ni se lo ha planteado todavía. Batasuna ni condena el terrorismo ni rompe con la banda. La política antiterrorista del Gobierno tampoco se ha modificado. Lo han reiterado sus máximos responsables y lo acaban de ratificar en reunión al máximo nivel el presidente, el lehendakari y los responsables de Interior de Madrid y Vitoria. Cuestión aparte es que en las filas socialistas siga habiendo algún verso suelto dispuesto a entrar en el mercadeo de adjetivos que deben acompañar a la palabra tregua.
Ninguno de los parámetros fundamentales del problema se ha modificado y, sin embargo, en las últimas dos semanas se han disparado las especulaciones y las expectativas acerca de la inminencia del final de ETA. Lo más llamativo es la acumulación de declaraciones de dirigentes socialistas haciendo valoraciones positivas de la actitud de Batasuna, aunque a continuación digan que es insuficiente. En las filas de la izquierda abertzale ven esa actitud como el principio de una reubicación del PSOE. Resulta curioso que los dirigentes del PNV se muestren mucho más circunspectos y mesurados a la hora de evaluar las palabras de los portavoces de Batasuna. Se les ve menos entusiasmados que algunos socialistas. O más desconfiados.
Es posible que en las filas socialistas se haya decidido poner en marcha una campaña para eliminar la imagen de partido del no, que siempre resulta mucho más árida, y mostrarse como una formación abierta a aprovechar las oportunidades para la paz, aunque sin modificar la política de fondo. A fin de cuentas, el PSE sacó buen partido en las urnas del proceso de diálogo con ETA del 2006. O igual ni siquiera es eso y se trata, simplemente, del deseo de sintonizar con la frecuencia del presidente cuando dijo los movimientos en Batasuna no serían en balde.
Esto de las expectativas desmesuradas no es nuevo. Se vivió también en la tregua de 1998 y en la del 2006. Al final, fue ETA la que hizo valer la dimensión exacta de las cosas y la que mostró las diferencias entre los deseos bienintencionados y los hechos. La evolución de los procesos en ETA no se realiza de acuerdo con los calendarios electorales y por eso las políticas antiterroristas deben desarrollarse y aplicarse en función de su eficacia sin esperar resultados a plazo fijo. Sólo la persistencia en el mantenimiento de las medidas que se han revelado eficaces garantizará el éxito final. Pero no está claro que ese éxito se vaya a ver reflejado en un día y una hora exactos. Puede que el final de ETA sea sólo un desdibujamiento gradual de la organización terrorista, compatible con reapariciones violentas ocasionales.
De momento, la euforia ambiental es una bola de nieve que ha comenzado a rodar, no se sabe bien por qué, empujada por las palabras de unos y de otros, pero que puede quedar diluida en nada cuando quede expuesta al sol de la realidad.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 27/10/2010