Antonio Rivera-El Correo
El jueves apareció una macabra pintada en la facultad. Pequeña, a rotulador, en el ancho de un ladrillo caravista. «Buesa, jódete». Su autor sería un estudiante nacido después de morir asesinado Fernando. No sabrá nada de él, salvo que en su memoria aleccionada a «Buesa» sigue «jódete». ¿Quién ha dicho que nuestros jóvenes no saben de su inmediato pasado? Es así, pero algunos viven en él y por eso no es todavía pasado.
‘Txapote’ y otros reclusos han dicho que son la brasa roja no apagada, aunque suene redundante. Que hay que montar otro MLNV aunque no den un duro por él en las condiciones actuales de la sociedad vasca. Que la lucha continúa y que su derrota militar no implica la política. Que la revolución sigue pendiente, aunque la mayoría de los suyos colabore ahora en el «opresivo sistema político español». Y que todo lo que mataron estaba legitimado.
Su reflexión invita a otras. Es normal que tras 23 años de encierro y algunos más que le quedan por cumplir alguien extreme su discurso para acortar su pena o para mostrar su desespero (o para las dos cosas); también que lo dé todo por válido, en vista de que ya no le espera nada. También lo es que haya quien en esas condiciones no vea que los más de los suyos han salvado los muebles evitando que la derrota militar, como dice, les llevara a otra política. Lo que sea el objetivo político final para la cultura de ETA es hoy discutible: insertarse en condiciones ventajosas en el sistema político español para erosionarlo desde dentro o seguir enfrentado a él a muerte. Todos los movimientos puntualmente derrotados han dejado descolgados contumaces sosteniendo la bandera ajada y gritando a los suyos «traidores». Con todo, en el otro lado, los de la tesis de «la victoria del perdedor» no leerían la realidad así.
‘Txapote’ vuelve a dar la brasa, ahora vindicativa y casi dialéctica. Otra «causa perdida» de aroma carlista. Es un resto del pasado aún humeante al que gustaría empalmar con esa generación ignorante del «Buesa, jódete». Auguran pocas posibilidades en esta burguesa democracia vasca. Parece un juicio acertado, pero que contrasta con demostraciones de fuerza de una juventud arriscada y poco menos que estalinista, como la que se exhibió este sábado.
La brasa sigue ahí, más en ese colectivo juvenil que en la docena de ‘Txapote’. Falta la ventana de oportunidad: un contexto político que la reavive, un entorno social que la respalde, un acceso a las armas y una injusticia profunda que legitime su accionar. No parece que haya nada de eso a la vista, aunque todo se puede sobredimensionar, construir y convertir en coartada. Por ahí no hay mucho que temer.
El problema sigue estando en el estudiante del rotulador y del pequeño grafiti. No se echaría al monte sin más, pero una parte de los previos necesarios los tiene. Lee la realidad de manera extrema, sin concesiones, en términos de amigo-enemigo, con abundante paranoia conspiranoica, como si hubiera un sanedrín local y mundial empeñado en joderle la vida. Y, sobre el pasado, ya se ve que lo tiene claro. «Jódete». No necesita más.