La buena antipolítica

EL MUNDO – 22/02/16 – F. JIMÉNEZ LOSANTOS

· Hay dos clases de antipolítica: la que busca regenerar la obediencia de los representantes a sus representados y la que quiere sustituir el sistema de representación por unos representantes a los que los representados sólo pueden aplaudir o padecer. Entre estos últimos, están las teocracias, cuyo modelo es el islam, que a lo largo de los siglos han abolido la posibilidad de una política nacida de la sociedad civil y se erigen en sacerdotes de una religión militarizada cuya negación o discusión acarrea la muerte. España tiene, desde las últimas elecciones, dos modelos de antipolítica occidental: Podemos y Ciudadanos.

El primero, el leninista, que, como decía Azaña de Primo de Rivera, habla de liquidar las imperfecciones de toda democracia pero busca erigir una dictadura perfecta, con un Ejecutivo que lo primero que debe ejecutar sumariamente es la división de poderes, convirtiendo a Pablenín Iglesias en juez y fiscal supremo, Telehermano Omnipresente y Padre Omnisciente del Verdadero Pueblo, el que lo sigue. El renuente es plebe reprimible. En fin, la URSS: en la ciudad, checa, en el campo, Gulag.

Ciudadanos sería el típico partido reformista europeo si no hubiera nacido de una situación atípica: la destrucción del régimen constitucional español en Cataluña. Podemos quiere acabar con la legalidad democrática para fundar una legalidad revolucionaria, la suya, de partido rector y casta intocable. Ciudadanos busca recuperar la legalidad española y acabar con el golpismo separatista, hoy trufado de extraños pecios antisistema acogidos al golpismo nacionalista, rémoras del tiburón liberticida fundado por Pujol. Su camino viene favorecido por la corrupción del PP y el PSOE, pero está obstaculizado porque el suyo no es un proyecto adanista, salvo por esa estúpida fórmula de la «vieja política» que debería abandonar: no hay política vieja y nueva, sino buena o mala, sin equívocos de calendario.

La ventaja de Ciudadanos es que su proyecto es el de la mayoría de los españoles, que quiere limpiar la democracia, no acabar con ella. La desventaja es que los medios de comunicación para explicar ese proyecto están tomados por una extrema izquierda a la que el PP ha favorecido hasta el suicidio para blindar a Rajoy y Soraya. El futuro de España se juega ahí: reforma democrática o revolución totalitaria.

EL MUNDO – 22/02/16 – F. JIMÉNEZ LOSANTOS