Luis Ventoso-ABC
- Flojos en ciencia y matemáticas. ¿Solución? Estudiar menos
Durante la pandemia hemos visto infinidad de reportajes con científicos españoles -casi todos funcionarios- investigando sesudamente en sus laboratorios con sus batas y sus tubitos. También han ofrecido un carrusel de entrevistas. Pero llegada la hora de la verdad, parece que nuestras eminencias no han rascado pelota en la carrera por la vacuna, a pesar de que España es uno de los veinte países más avanzados del mundo. Tenemos un Ministerio de Ciencia con su cosmonauta al frente (flotando todavía por algún lugar del espacio exterior). Tenemos un Gobierno al que se le llena la boca hablando de ciencia. Tenemos la queja sindical perenne del sector. Pero lo que no tenemos son resultados.
Por fortuna nuestra ramplonería en el campo de la ciencia preocupa poco en un país donde los referentes sociales no son sus investigadores, sino los cocineros (donde esté una buena croqueta que se quite una buena ecuación). Italia, país también latino y más o menos equiparable, cuenta con un palmarés de seis premios Nobel de Medicina, cinco de Física y uno de Química. Sin embargo solo dos españoles han ganado un Nobel científico: Ramón y Cajal, hace 114 años, y Severo Ochoa, en 1959 (y viviendo y trabajando en EE.UU.). Desde entonces, cero patatero: 61 años en blanco. Tampoco parece que el futuro vaya a ser mejor, porque no estamos preparando a las nuevas generaciones para ello. El informe TIMMS, una de las máximas referencias para medir la competencia de los escolares en Ciencia y Matemáticas, acaba de reflejar que España ha empeorado respecto a la anterior medición de 2015. Han evaluado a los alumnos de primaria de 64 países y los nuestros están quince puntos por debajo de la media de la OCDE en Ciencias y 25 por debajo en Matemáticas. ¡Ole! Y un dato demoledor, que prueba que no seremos competitivos en un mundo globalizado donde impera una agresiva liza intelectual: solo tenemos un 3% de alumnos avanzados en ciencia, frente a un 38% en Singapur y un 29% en Corea del Sur. ¿Por qué les va mejor? ¿Tendrán más neuronas bajo el flequillo? No. Lo único que ocurre es que sus autoridades se toman la educación como una prioridad absoluta y además entre los alumnos y sus padres impera la cultura del esfuerzo. Estudian muchísimo para ir a más y no hacerlo supone incluso un desdoro social.
Pero no hay que preocuparse. En España, donde somos mucho más listos y muchísimo más progresistas que los retrógrados coreanos y singapurenses, nuestro Gobierno «social, feminista y ecologista» ya ha dado con la tecla para mejorar nuestra flojera en ciencias y matemáticas: estudiar menos y fomentar la burramia igualando al alumnado a la baja, en lugar de primar la excelencia. La reforma educativa del sanchismo mata dos pájaros de un tiro: acaba con la antigualla del esfuerzo en las aulas y acogota a la educación católica, que cometía la doble ofensa antiprogresista de ser la mejor del país e inculcar unos principios morales.