- ¿Cuál es el precio que estamos pagando por tener a este presidente? ¿Hay dosieres explosivos a punto de ver la luz?
Todo lo que concurre alrededor de Pedro Sánchez jamás es fruto de la casualidad. Pocos políticos han visto los siglos tan fríos, taimados, calculadores y mendaces como el actual presidente del gobierno. Atesora, además, otras dos condiciones: es terriblemente vengativo a la par que un enorme cobarde, incapaz de asumir la menor responsabilidad si puede endosársela a una cabeza de turco. El resultado de esa personalidad cuya definición dejamos en manos de profesionales de la psicología es la de alguien peligroso. Muy peligroso. Y, por tanto, de alguien que se cuida muy mucho de no tener a su lado nada ni nadie que pueda discutirle el menor detalle. Sánchez ha sabido, hasta ahora, deshacerse limpiamente de todo atisbo de crítica entre propios y extraños.
De ahí la sorpresa que ha causado que García Page, a la sazón presidente socialista de Castilla La Mancha, se haya despachado en contra del inquilino de Moncloa con los siguientes términos: “En el PSOE manda uno, los demás somos monaguillos”, añadiendo “Muchos en Madrid dicen que soy un socialista atípico y es mentira. Yo soy un socialista típico. A lo mejor lo que es atípico es lo otro”. Inquietante, Carmen, que diría mi admirado Iker Jiménez. ¿Qué ha sucedido para que uno de los barones socialistas más relevantes se manifieste de manera tan clara en contra de Sánchez?
Antes de responder, veamos otro hecho. El director de El Debate, Bieito Rubido, hombre nada dado a las exageraciones, decía en el programa de Carlos Herrera algo importante que ha pasado desapercibido: “El general que llevó hasta hace poco la gran Agencia de Seguridad Cibernética de Estados Unidos comentó a un grupo de notables españoles en una reducida cena en Madrid que lo que saben los norteamericanos de Sánchez es mucho más grave de lo que se pudo haber espiado con Pegasus”. El sagaz director remató “¿Qué sabe Biden para que no le dé ni un minuto de conversación a Sánchez?”. Pues bien, si unimos que Sánchez tiene más que plomo en el ala a que dentro del socialismo alguien comienza a decir la orteguiana frase de no es esto, no es esto, concluiremos que lo que hasta ahora había sido un pantano cenagoso e inmóvil comienza a agitarse. Añadan ustedes la postura de Argelia con respecto a España que hace que perdamos, además del gas, a nuestro primer comprador de carne de vacuno; reparen que el giro copernicano de Sánchez respecto al Sahara y Marruecos, con el que lo hemos perdido todo a cambio de no ganar nada, sigue siendo un misterio. Fíjense en la lasitud, cuando no cooperación, con los etarras todavía encarcelados a la hora de permitirles que vayan saliendo, la inacción con la terrible ola de delincuencia que se ha abatido sobre todo el territorio nacional y que tiene una sólida y más que probada vinculación con la inmigración ilegal y sus mafias respectivas, el triste papel que estamos haciendo con Ucrania, la corrupción institucionalizada, o el desgaste diario del edificio constitucional y de sus instituciones. Sánchez tiene una agenda que no podemos calificar como oculta, puesto que la está desarrollando a plena luz del día ante la mirada atónita de los españoles que nos preguntamos cuánto más vamos a tener que pagar que siga siendo presidente.
Parafraseando a mi maestro Jesús Hermida, alguien sabe algo en algún lugar que podría precipitar su caída. Alguien sabe, asimismo, que se ha levantado la veda y puede atacar al hasta ahora intocable. Sería urgente y de una gran higiene democrática que todos esos alguien se pusieran de acuerdo y difundiesen lo que saben. Nos va en ello el porvenir y ya no digamos el presente de este trozo del globo terráqueo que convenimos en llamar España. La cabeza de Sánchez no vale tanto.