Manuel Montero-El Correo

  • Rentería, Ordizia, Azpeitia… Si el uso cotidiano de la violencia caracterizó al País Vasco de los años del terror, puede advertirse que subsiste

El verano de 2025 es el de la vuelta a la normalidad vasca? Equipárese aquí el término ‘normalidad’ al retorno de una lucha callejera parecida a la que con el nombre de ‘kale borroka’ formó parte de los usos y costumbres de las juventudes abertzales. Una normalidad mal entendida, pero normalidad: en el País Vasco de los ‘años de plomo’ se consideró normal lo más anormal.

Pues bien: los sucesos del comienzo del verano sugieren que volvemos a aquella tradición. Comenzó el revival en la Sanjuanada de Rentería, rompeolas de todas las Euskadis, dispuesta a recordar a vascos y vascas que una retirada a tiempo no es una derrota ni tiene por qué tomarse por definitiva, salvo en las valoraciones políticas que quiere imaginarnos en el paraíso burgués.

Resulta difícil hacerse una idea cabal de los sucesos, pues las crónicas usan el lenguaje críptico con el que el que aquí se tratan los asuntos vidriosos relacionados con la izquierda abertzale y con la inmigración, cada uno por lo suyo. Al parecer, sobre la 1.30 de la noche de San Juan hubo «¿una pelea de bar?», que al parecer consistió en que un joven magrebí (como es políticamente incorrecto, no todas las crónicas mencionan la nacionalidad, aunque se deduce) participó en una reyerta, recibió un puñetazo, se vio rodeado de «una gran cantidad de personas» que le perseguían. El hostigado pidió protección a la policía local, que, desbordada, hubo de llamar a la Ertzaintza.

A las 3.30 una multitud combatió las medidas antidisturbios al grito de «Gora ETA militarra» cuya evocación sigue estremeciendo. De ahí se deduce la filiación ideológica de la muchachada, que los relatos procuran no mencionar; también es políticamente incorrecto. Al parecer, hubo más agresiones racistas.

En Torre Pacheco, incidentes de este tenor llevan a tachar de extrema derecha a los agresores y no hay dudas del calificativo. Aquí se tiende un velo sobre los incidentes y habrá quien vea el acoso al inmigrante como una tradicional expresión del pueblo vasco.

Hay precedentes. Aquí el inmigrante no ha sido nunca popular, salvo conversión.

Al incidente de Ordizia en la noche del 13 de junio le falta la movilización masiva de la muchachada, por lo que no tiene el sello característico de la ‘kale borroka’. Sin embargo, ayuda al ambiente crispado del verano. Acudieron unos ertzainas porque había una pelea y fueron increpados y agredidos, un ertzaina fue golpeado y cayó inconsciente.

En Ordizia todo es misterioso. Detuvieron a un sujeto «con numerosos antecedentes», los participantes son personas «reincidentes y conflictivas», pero las distintas fuentes no señalan de qué va esta historia. El pudor impide citar al transgresor, al que tomaríamos por un ser etéreo, de no ser porque el percal es conocido.

Rentería, Ordizia. Tercera estación, Azpeitia, donde «un grupo numeroso de personas», más de 200 jóvenes, asaltaron las dependencias de la policía local en la madrugada del domingo 20 de junio. ¿La razón? Habían detenido «a un joven» por realizar una pintada. Esta era contra las fuerzas policiales, por lo que la bronca queda ‘explicada’. Según Bildu, que mantiene sus razonamientos estrafalarios, la culpable de todo fue una presencia desproporcionada de la Ertzaintza tras la agresión a la policía; ¿esta se justifica por sí misma? Fue bronca de cuidado, de las que no admiten dudas ni bromas. «Sabemos quién eres, dónde te mueves, cuál es tu coche», dicen que decían. Eso se llama amenaza.

Estamos donde estábamos.

Sabemos además que las fuerzas abertzales juveniles vigilan por las noches. Al inmigrante, al municipal, a quién sabe.

En principio, sorprende que estos ‘jóvenes’ -las crónicas suelen darles tal calificativo-, que por su propia naturaleza deberían conocer una rotación, sin mantener el recuerdo de lo que sucedía hace diez o veinte años, reproduzcan aquellas formas de actuación. La conclusión es obvia. Esta gente mantiene ‘su’ memoria histórica, la idealización de la ‘kale borroka’. Seguramente, también ellos consideraban que esta fase de blanqueamiento era un paripé. A lo mejor nunca se la tomaron muy en serio y estaban a la espera de la oportunidad o de buscársela. Ya se dijo en su día, había que ‘normalizar’ Euskadi. Pues eso.

Si el uso cotidiano de la violencia caracterizó al País Vasco de los años del terror, puede advertirse que subsiste. Convendría tomárselo en serio y llamar a las cosas por su nombre, terrorismo de baja intensidad se dijo en su día, y evitarse las extrañas alusiones a «jóvenes», «personas», reacciones agresivas que parecen salir de la nada, movilizaciones nocturnas espontáneas cuyo desarrollo es inverosímil. Convendría saber qué está sucediendo, quién está revolviendo, por qué y para qué. O bien todo consiste en que la cabra tira al monte, es su natural.