La caída de los mitos

TONIA ETXARRI, EL CORREO 21/01/13

· Los votantes no le dieron al PNV la mayoría necesaria porque esperan del nuevo Gobierno vasco una política de entendimiento.

La entrevista de Oprah Winfrey al ciclista Lance Armstrong se coló en nuestras pantallas en plena vorágine del ‘caso Bárcenas’. Un escándalo de corrupción que ha puesto al PP en el disparadero de la desconfianza ciudadana hacia los políticos en general. Un escándalo que saltó al escaparate después de haberse conocido la financiación ilegal de Unió Democrática cometida por unos desalmados que desviaron los fondos europeos destinados a la formación de parados hacia las arcas del partido y que han dejado a Durán i Lleida francamente «tocado». Un escándalo que se conoce en la misma semana que el consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha alertaba sobre la financiación a 30.000 personas dependientes que ya habían fallecido, del 2007 al 2011, y que sus familiares cobraban sin rechistar.

Demasiados datos de corruptelas se agolpan en la recámara de nuestra memoria como para recordar ahora que el fraude de los falsos ERE y Mercasevilla, en Andalucia, llegó a alcanzar la sobre cogedora cifra de 1.400 millones de euros. En estos momentos de incertidumbre en los que tantas preguntas se quedan sin respuesta, la aparición de la reina de la pantalla estadounidense, con sus 112 interrogantes preparados para el tramposo Armstrong, parecía dar con la clave para forzar respuestas sin evasivas. «Contésteme: si o no». Y el campeón de siete tours fue admitiendo su dopaje en las carreras con la docilidad de un cordero. «¡Eso deberíamos hacer con nuestros políticos!», clamábamos desde varios córners del periodismo, hace tan sólo tres días, antes de conocer que la entrevista tan directa y de respuestas tan contundentes había tenido un truco: el dinero. La televisión interesada había pagado a Lance Armstrong por su confesión. Y en el mismo plató, y de una sola tacada, se nos caían dos mitos: el campeón y la periodista.

Son malos tiempos para la claridad. La pésima consideración que muestran los ciudadanos hacia la política en cada sondeo de opinión se está agravando. Casos como los recién conocidos de corrupción impiden que quienes defienden la política como una vocación al servicio del ciudadano sostengan su entusiasmo mientras a su alrededor van cayendo los mitos. ¿Quiénes de los que vieron en Rato al mejor presidente posible del Gobierno lo defenderían ahora, después de su nefasta gestión en Bankia? Son tiempos para obtener las respuestas que los ciudadanos demandan de sus gestores públicos.

En la política, tan es así que el socialista Rubalcaba, sin ganas seguramente de que le preguntaran si lo de Bárcenas y Gürtel no le recordaba a la trama de financiación ilegal de Filesa, compareció ante los medios sin admitir preguntas. Una actitud que indignó a los periodistas y que desconcertó a Eduardo Madina, que no acertó a contestar otra cosa a quienes le emplazaban en las redes sociales que él no era partidario de ese estilo de comparecencias.

Quizá no fue un ‘cuestionario Oprah’ sino la presión mediática tan intensa ejercida el viernes la que provocó que la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, dijera a la hora del desayuno que el PP ya había revisado sus cuentas y terminara por anunciar, a media tarde, que volvería a revisar la gestión del PP en tiempos de Bárcenas. La misma presión que condujo a Basagoiti a sacudirse el polvo de los desaprensivos que se aprovechan de la estructura de los partidos para enriquecerse y mostrarse orgulloso de presidir el PP vasco, «que se ha jugado la vida por cero euros».

Las preguntas sin respuesta planean, en Euskadi, sobre los planes del nuevo Gobierno. Urkullu quiere manejar el timón de Ajuria Enea sin tener que atarse a ningún pacto estable con otro partido mientras va lanzando mensajes en dirección contraria. Diálogo y consenso. Las dos palabras ‘comodín’ de los jeltzales en todas sus entrevistas con los medios. Dos palabras que, a la hora de la verdad, se pierden en la nebulosa de la inconcreción, cuando no en las contradicciones. Los socialistas siguen esperando explicaciones convincentes, por parte del lehendakari, que justifiquen su intención de aumentar la deuda, pese a haber criticado la medida en tiempos de Patxi López. ¿Cómo encajarán esos 220,7 millones de emisión de deuda pública con el límite que tienen todas las autonomías ajustado al 0,7% del PIB? ¿Cómo piensan garantizar la estabilidad presupuestaria, ya no en el Parlamento vasco, sino en los tres territorios? ¿Cómo piensa el PNV salvar sus cuentas en Bizkaia, en donde necesitaría la ayuda del PP, si a este partido en Álava le ha dejado colgado de la prórroga presupuestaria?

Se abre ahora un paréntesis de consultas. Después de que hoy Urkullu visite al Rey y, seguramente, tranquilice al Monarca cuando le explique que sus ritmos son mucho más relajados que los de Artur Más, se reunirá con los diputados generales, y más tarde con los partidos y representantes sociales. Sostienen en Álava que el PNV podría facilitar las cuentas al alcalde de Vitoria. Pero eso no basta. Urkullu se comprometió a una estabilidad presupuestaria en toda la comunidad. Si no lo consiguiera, no estaría interpretando el mandato de las urnas. Si los votantes no le dieron la mayoría necesaria fue porque esperan del nuevo Gobierno una política de acuerdos. No se entendería ahora que cambiara las normas de juego en medio del partido para no contar con los demás con tal de instalarse en Ajuria Enea y administrar el poder en solitario y en minoría.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 21/01/13