Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 31/1/12
Cuenta la leyenda que Abundio vendió su coche para poder comprar la gasolina. Spanair no tuvo siquiera esa oportunidad. El vienes pasado se encontró sin gasolina y tuvo que cerrar con pasajeros dentro de sus aviones. No pudo ni vender las aeronaves, porque no son suyas. El comprador acariciado, que era Catar, no quiso comprar, y fue una pena independentista, porque la compañía resultante se podría llamar «Catair», que valía lo mismo para Catar que para Cataluña. El sueño de los nacionalistas era tener una compañía aérea de bandera catalana, que no da de comer, pero alienta mucho el espíritu patriótico.
Pero el sueño se cayó, y se cayó con toda vulgaridad: por problemas de supervivencia económica, como tantas empresas que sucumben a diario en esta travesía del desierto que es la crisis. Spanair vivió mientras tenía crédito que le permitía respirar y mientras la Generalitat de Cataluña le garantizaba subvenciones con la complicidad de muchos empresarios, implicados en el experimento. Falló el crédito, los proveedores de queroseno solo se lo vendían al contado, no había liquidez en caja, y no se podía pagar.
Y falló la Generalitat, que un día tuvo que empezar a cerrar quirófanos y no era presentable desatender enfermos para sostener aviones por los aires del mundo, aunque llevaran su marca.
Fin de la aventura aérea del nacionalismo. Fin de las aspiraciones de convertir El Prat en el segundo hub de España. Una nota negativa más en la crónica económica española, que incorpora otros cuatro mil parados, entre empleos directos e indirectos. Una compañía que transportaba trece millones de viajeros al año resultó incapaz de sobrevivir en un mercado dramáticamente competitivo, en el que no solo caen los débiles, sino gigantes como la Pan Am.
El mercado sigue aplicando mecanismos crueles de depuración. Y el contribuyente sigue pagando al final la factura, porque es improbable que Spanair, por mucha Generalitat que tenga detrás, pueda hacer frente a la riada de indemnizaciones que vienen.
Y en el cuadro de la tragedia, la imagen cómica que nunca falta en este país. Según el señor Puigcercós, de Esquerra Republicana de Cataluña, esta caída fue forzada por el Estado español, para impedir el desarrollo nacional de Cataluña. Toma del frasco, Puigcercós. ¡Viva la profundidad de sus análisis¡ ¡Viva el rigor en las interpretaciones!
La buena de la ministra de Fomento, Ana Pastor, que se enteró del cierre por la radio, culpable de una operación maquiavélica y maligna contra los cimientos de la nación catalana. Así se escribe la historia.
Lo malo es que siempre hay incautos que creen estas versiones. Y lo peor, que siempre habrá un político que las incorpora a su bagaje de agravios y provocación.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 31/1/12