El sanchismo se extingue entre entre exasperados grititos, como de conejo estrujado. Las Yolis y Meritxeles mitinean arrebatadas de insultos contra la derecha, pródigas en injurias y difamaciones como de urracas viudas. Han sacado a pasear de nuevo los huesos de las cunetas, han reactivado el franquismo y hasta manosean la foto de un contrabandista que traficaba por las rías gallegas cuando los suevos. También la sombra del pucherazo, cientos de miles de papeletas sin repartir, algo tan previsible como inédito. «Embarra nuestras instituciones, quiere enlodar el voto», señalan las plañideras del progreso. El servicio postal, presidido por el Serrano malo (el bueno fue el jefe de Gabinete de Zapatero), no da abasto; falta personal, como ya se sabía; el votante no está en su casa, como era de suponer y el proceso electoral se resiente, como bien se podía imaginar. La última trapisonda de un Gobierno ya extinto.
Razones hay para celebrar el mutis del ególatra. La principal, lo que incluso los suyos susurran por los pasillos de La Moncloa,: es un tipo detestable, provoca más rechazo que el estilismo de Sergio Ramos. Es una mercancía odiosa e invendible, no hay milagro de marketing que lo salve ni truco de propaganda que evite el desastre.
Inés Arrimadas, en memorable intervención parlamentaria, tuvo la paciencia de enumerar algunos de los pecadillos más odiosos perpetrados por semejante pinturero. La lista de sus grandes hits se queda corta pero merece la pena el repaso a lo que calificó como ‘el peor Gobierno de la democracia’. Sánchez ha sido capaz de:
-Meter a un partido comunista y populista en el Gobierno; nombrar fiscal general del Estado a la ministra de Justicia; montar una mesa del chantaje con los golpistas catalanes; auspiciar que un ministro se reuniera a escondidas y en el aeropuerto con un miembro del Gobierno de la dictadura venezolana; acercar a sus casas, por orden de Bildu, a los terroristas de ETA y entregar el control penitenciario al PNV; tomar al asalto el CIS, el INE, RTVE, al tribunal de Cuentas, la CNMV, Indra…; declarar cuando la pandemia el estado de alarma específico para una comunidad autónoma y así torpedear a una presidenta que no es de su gusto; hacerse con el control de la cúpula del Constitucional, Conde Pumpido mediante; meter a Bildu y ERC en la comisión de Secretos Oficiales; asumir la ley de Memoria Histórica de Otegi; indultar a los golpistas; cesar a la directora del CNI porque lo exigía ERC; indultar a Juana Rivas, condenada por secuestrar niños; permitir homenajes a etarras de sangre; perseguir el español en Cataluña, consentir el acoso a la familia de Canet; aprobar una ley que suelta violadores; insultar y señalar a empresarios hasta que huyan de España; llamar Piolines a los policías; suprimir delitos de sedición y rebajar la malversación para satisfacer al nacionalismo catalán.
Aprobar una ley de Educación que elimina el mérito y la capacidad, arrasa con el esfuerzo, instaura un aprobado general y nos envía al subsótano en los parámetros europeos
Atacar desde el Gobierno a la Corona, a la oposición, a los jueces, a los periodistas independientes y a todo el que defiende el Estado de derecho; dilapidar millones de presupuesto en decirnos cómo han de ser nuestras relaciones sexuales; construir trenes que no caben por los túneles; dinamitar la política española sobre el Sahara y ocultar qué se consiguió a cambio; aprobar una ley de Educación que elimina el mérito y la capacidad, arrasa con el esfuerzo, instaura un aprobado general y nos envía al subsótano en los criterios europeos; subir los impuestos hasta niveles desconocidos y, finalmente, bloquear más de 40 veces la ley ELA con un coste siete mil veces menor a lo que nos gastamos en el chiringuito de Tezanos.
Y concluía la ya exlíder del expartido naranja: «Ni con Inteligencia artificial se diseñaría un presidente peor». Lo llamó el «gobierno inverso», porque persigue a quien debería defender y defiende a los que tendría que perseguir. Los crímenes, en fin, dependen de la ideología. Aron.
Primer mandamiento: derogar
¿Cómo acabar con todo esto. ¿Cómo revertirlo? Primero, las urnas este domingo, si no sobrevienen sorpresas. Y, en segundo lugar, proceder a su derribo. «Derogación del sanchismo», en palabras de Feijóo. Ya tiene diseñadas las medidas que habrán de adoptarse los primeros cien días de la nueva era. Rajoy nunca lo hizo y desperdició la mayor oportunidad de modernizar, renovar y consolidar una verdadera democracia en España que vieron los siglos. Mayoría absoluta, izquierda desbarajustada, una sociedad con ansias de cambio, una oportunidad única.
Derogar el sanchismo es un buen lema para ganar elecciones pero no para gobernar España, le reprochan al líder gallego todos los politólogos de alocución. Todos son seleccionadores nacionales y saben cómo hacerlo. Feijóo, también. Desgranó sus planes en lo de Jiménez Losantos en esRadio. Derogar el sanchismo tanto «en el país como en el partido», advirtió para empezar. Y luego, algunas urgencias.
-Derogar la ley de desmemoria democrática.
-Derogar ley Trans y sustituirla por otra respetuosa con el hecho biológico de las personas, los menores y la patria potestad.
-Derogar la ley de vivienda que incrementó los precios, ahuyentó la oferta y aumentaron las okupaciones.
-La ley de reforma educativa, porque estamos perdiendo ranking en informe Pisa, la comprensión lectora de los alumnos es catastrófica y se han pulverizado el aliento del aprobado y el reproche del suspenso.
-Reponer todas las medidas que atajan todo cuanto va contra la nación española.
-Tipificar el delito de referéndum ilegal.
-Dejarle claro a un señor que proclama la independencia que está incurriendo en un delito y actuar en consecuencia.
-Que la verdad venza a la mentira y que la humildad venza a la soberbia.
-Buscar pactos de Estado, cambiar la forma de hacer política y no decir que cuando se pacta con Bildu es que, simplemente ‘se coincide en las votaciones’.
-Llevar a cabo una política diametralmente opuesta a la división y los bloques, al enfrentamiento y la tensión que tanto impulsa el actual presidente.
-Acabar de una vez por todas con un país dividido (‘país de países’, ‘nación de naciones’, le dicen Yolis e Icetas) y apostar por un país que se una.
Todo cambiará el domingo. La demoscopia lo anuncia y en estos casos no miente.
¿Cómo se llama eso, cuando el día comienza, como hoy y, aunque todo está arruinado, el aire se respira, los culpables agonizan y en un rincón se divisa amanecer. Eso tiene un nombre muy bello. Eso se llama la aurora.Jean Giraudoux